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Armando el rompecabezas de los primeros habitantes del Caribe colombiano

Investigadores están reconstruyendo un período sobre el que se sabía poco de la historia de los primeros pobladores del Caribe colombiano y armando el rompecabezas con cerámicas, estatuillas y análisis de polen.

Fernán Fortich

30 de junio de 2025 - 01:00 p. m.
Estos artefactos, utilizados para almacenar objetos, líquidos o comida, hicieron parte de la vida doméstica de las poblaciones.
Foto: Javier Gutiérrez
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En la región de Montes de María, en el Caribe colombiano, en los últimos años se volvió costumbre que los habitantes locales, mientras trabajaban la tierra o caminaban por los ríos, se encontraran pedazos de cerámica e, incluso, de lo que parecían estatuillas. Los Narváez, una familia del sector, recogieron tantos que llegaron a formar un repositorio propio, por no decir un museo personal, en los que se mostraban —con orgullo— esos extraños artefactos de un recóndito y extraño pasado.

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A pesar de esta riqueza arqueológica, la historia de esta región antes de la Conquista se ha mantenido bajo un velo de misterio debido, en parte, a la violencia en la zona, en particular, en su parte norte, en municipios como El Salado, recordado por la masacre paramilitar ocurrida en el 2000, cuando murieron 60 personas. También se registró un fuerte desplazamiento de personas. Según cifras del DANE, mientras que en 1986 la población de la región era de 867.000 personas, en 2011 los habitantes no eran más de 440.000.

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En la última década, este territorio —que se extiende por más de 6.466 kilómetros cuadrados entre los departamentos de Bolívar y Sucre— se ha ido recuperando y, con el regreso de la seguridad, ha llegado la ciencia. Este fue el caso del arqueólogo Javier Gutiérrez Olano, investigador de la Universidad Nacional, que llegó a la región en 2011 como parte de un proyecto de arqueología preventiva de una multinacional petrolera que desarrollaba una serie de plataformas extractivas.

“Durante el proceso de la consulta previa hablamos con las comunidades para proteger su patrimonio arqueológico y ellos se ‘encarretaron’ con el proceso, y empezaron a aparecer ollas, cerámicas y otros artefactos. Hubo mucha emoción en la comunidad”, cuenta Gutiérrez. “Se confirmó bastante rápido la riqueza arqueológica que había, y eso fue clave, pues significó cambiar ese discurso de ser víctimas de la violencia a ser poseedores de una historia única de más de 2.000 años. Es algo que cuesta digerir, pero puede cambiarlo todo”.

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Al finalizar la etapa previa del proyecto, la mayoría de los consultores regresaron a sus casas, pero Gutiérrez no pudo separarse del territorio. “Me llamaban diciéndome que habían encontrado más cosas, y decidí que había que explorar eso a fondo”. Desde entonces pasaron más de seis años, en los que Gutiérrez junto con las familias Narváez, De la Rosa, Méndez, Tapia y Sandoval, entre otros, identificaron más de 27 sitios arqueológicos en la zona, algunos de los cuales exploraron, con permisos oficiales, a más de tres metros de profundidad.

En los últimos años se ha vuelto común que los habitantes de Montes de María, mientras trabajaban la tierra o caminaban por los ríos, se encontraran pedazos de cerámica.
Foto: Javier Gutiérrez

Hace poco, los hallazgos de esta investigación fueron condensados en la tesis doctoral de Gutiérrez, que está a punto de ser publicada. Sus conclusiones arrojan luz de un período sobre “el que no se sabía mucho. Es, prácticamente, una época oscura”, sostiene.

Migrantes climáticos prehistóricos

En la historia de la humanidad, que se remonta a más de cientos de miles de años, hubo un momento en el que los seres humanos, inicialmente en tribus de cazadores-recolectores, dejaron de moverse, se volvieron sedentarios y formaron las primeras aldeas.

“Fue un proceso de cambio, que se registró en Colombia, estimamos, hace entre 5.000 y 4.000 años. En ese momento, empiezan a crecer las poblaciones, se intensifica la agricultura y se ven esos primeros asentamientos permanentes”, explica Fernando Montejo, subdirector del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH). “Y estos procesos fueron, en particular, notorios en el Caribe colombiano cuando llegaron estas oleadas de personas y comunidades del norte y el centro de América, y se empezó a consolidar a lo largo de todo el litoral”.

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En la arqueología colombiana hay una teoría dominante, aunque cuestionada, de que, con el desarrollo de la agricultura y otras tecnologías e ideas, las comunidades se sedentarizaron. Y este proceso vino acompañado de un elemento clave: la cerámica. Estos artefactos, utilizados para almacenar objetos, líquidos o comida, hicieron parte de la vida doméstica. Hallarlos significaría el desarrollo de un asentamiento complejo. Esta correlación se debe, sobre todo, a las investigaciones icónicas de la pareja Gerardo y Alicia Reichel-Dolmatoff (entre 1956 y 1973) en el sitio arqueológico de Momi (Córdoba) —a pocos kilómetros de Montes de María—.

Según Gutiérrez, se confirmó bastante rápido la riqueza arqueológica que había en la región.
Foto: Javier Gutiérrez

“En las excavaciones realizadas en Montes de María se encontraron pedazos de cerámica con un material muy escaso en la región, que también se asocia con sitios humanos tempranos. Supimos que teníamos algo importante entre manos”, dice Gutiérrez, de la Universidad Nacional. “Con eso empezamos a investigar si lo que había en el terreno coincidía con los modelos dominantes, y encontramos que se salía completamente de los proyectados”.

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¿En qué sentido difería? En el movimiento. En este punto no solo se registró un desplazamiento constante, sino que era pendular dependiendo del momento del año, y del clima de la región. En concreto, encontraron que los grupos humanos que habitaron allí tenían sitios para pasar el invierno y otros para sobrevivir el verano.

En la investigación analizaron tres sitios al tiempo, mirando su evolución a lo largo de los años. Para esto, examinaron elementos como los cultivos, a través de micropolen, de los sedimentos y restos vegetales, así como animales.

En las excavaciones se encontraron pedazos de cerámica con un material muy escaso en la región, que también se asocia con sitios humanos tempranos.
Foto: Javier Gutiérrez

“Encontramos restos de semillas y de polen de especies que suelen florecer durante la temporada de lluvias en dos sitios: en partes elevadas del paisaje, en colinas, mientras que en las partes bajas se encontraron especies que tienden a dar frutos en las temporadas más secas”, explica Gutiérrez. “Junto con otros elementos, eso nos permitió concluir que estas unidades domésticas eran provisorias dependiendo de la época del año, en una forma que las comunidades encontraron para ser resilientes ante un clima tan difícil como el que hay en esta zona”.

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Carl Langebaek, doctor en Antropología de la Universidad de Pittsburgh y autor del libro Antes de Colombia: los primeros 14.000 años, quien no participó en el estudio, explica que “las sociedades en esta parte del mundo, en contraste a lo que se cree que pasó en Europa, no se volvieron completamente sedentarias. En el Trópico y en Colombia había la necesidad de moverse para adaptarse al medioambiente”.

Una pequeña mirada a la vida hace 4.000 años

¿Quiénes eran estas comunidades? ¿Eran zenúes o malibús? Como explica el arqueólogo Juan Vargas, de la Universidad del Magdalena, “hay que tener cuidado al nombrar estas tribus tan remotas, pues algunos de los nombres con las que las asociamos fueron puestos por cronistas españoles del siglo XVI, mucho después de estudios de este tipo. Además, algunos nombres corresponden, en ocasiones, a las palabras que los pueblos tenían para decir ‘personas’ o ‘gente’”.

Los investigadores hallaron partes de cerámica, lo que significaría el desarrollo de un asentamiento complejo.
Foto: Javier Gutiérrez

Para Gutiérrez, quien lideró la actual investigación, si bien no se puede determinar exactamente qué pueblos eran o cuántos eran, una hipótesis es que se trató de tribus de familias que no tendrían jerarquías ni especialización en diferentes tareas. “De hecho, un elemento que encontramos es que en los asentamientos de estas personas no siempre se ubicaron en el mismo sitio, sino que iban variando, lo que significaría que no existía esa idea de propiedad, de mi casa o mi apartamento, tal como lo conocemos en el mundo occidentalizado”, sostiene.

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Uno de los propósitos de la investigación fue indagar sobre la vida cotidiana de estas comunidades, y una de las formas para hacerlo es mirar en su basura. “En los sitios arqueológicos que exploramos con la comunidad había pedazos muy limpios, sin restos materiales, mientras que otras zonas estaban llenos de ellos, que eran tipos de basureros donde tiraban todas las cosas que usaban”, argumenta Gutiérrez.

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En estos puntos se identificaron más de 15 especies de alimentos silvestres (la mayoría maíz y yuca), así como elementos como cerámicas e incluso estatuillas, que habrían sido utilizadas en ceremonias religiosas. También se encontraron elementos que apuntan al uso de la palma, que se piensa se utilizó para generar vinos, similar a la chicha o el guarapo en otras partes, durante las festividades.

“Hallamos evidencias de entierros de esa época, pero no se exploraron a fondo. Investigar estas prácticas funerarias es uno de los grandes asuntos pendientes. Eso nos puede dar muchas más pistas sobre cómo fue esa ocupación del territorio y las prácticas que se desarrollaron”, asegura Gutiérrez.

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Según Gutiérrez, se confirmó bastante rápido la riqueza arqueológica que había en la región.
Foto: Javier Gutiérrez

Para Montejo, subdirector del ICANH, estas investigaciones “ayudan a completar un panorama con muchos vacíos. Con esto empezamos a conocer lo que paso en un asentamiento en particular. Aún quedan grandes preguntas sobre cuál fue la diversidad de los grupos que recorrieron el país, cuál fue su impacto en los paisajes y cómo evolucionaron las dietas hacia otros alimentos como los granos”.

Es un largo camino por recorrer pues, si la historia de Colombia se repartiera en el número de horas de un día, el poblamiento indígena anterior a la Conquista equivaldría aproximadamente a las primeras 23 horas. En contraste, la existencia de lo que conocemos como Colombia, la república moderna que surgió en el siglo XIX, apenas representaría unos 30 minutos.

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Por Fernán Fortich

Periodista con enfoque en temas ambientales, posthumanistas y sociales.@fernanfortichrffortich@elespectador.com
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