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Las primeras muestras traídas de la cara oculta de la Luna ya están revelando pistas sobre la evolución temprana de los planetas rocosos. Se trata de fragmentos de lava solidificada de hace 2.800 millones de años, recogidos por la misión Chang’e-6 de la Agencia Nacional del Espacio de China (CNSA), que en junio de 2024 logró por primera vez traer a la Tierra material procedente de esa región del satélite.
Aunque se le llama habitualmente el “lado oscuro”, esta cara de la Luna recibe la misma cantidad de luz solar que la visible desde la Tierra. Sin embargo, ha permanecido fuera del alcance humano y tecnológico durante décadas: hasta la fecha, solo 24 personas la han visto en persona y nunca antes se habían recogido muestras conocidas de su superficie.
Ahora, gracias a la Chang’e-6, los científicos pudieron estudiar rocas del cráter Polo Sur–Aitken (SPA), una de las mayores y más antiguas cuencas de impacto del sistema solar. Según los resultados publicados en la revista Nature, estas muestras permiten explorar por qué las dos caras de la Luna —la visible y la oculta— presentan diferencias tan marcadas en su composición y geología.
Una de las hipótesis es que impactos masivos durante la formación del sistema solar dejaron huellas químicas y estructurales profundas en el hemisferio oculto, alterando su evolución. Al analizar la composición isotópica de los basaltos recolectados, los investigadores podrán reconstruir los procesos que dieron forma no solo a la Luna, sino también a otros cuerpos rocosos como la Tierra y Marte.
Este hallazgo marca un hito en la exploración espacial. Es la primera vez que se accede de forma directa a una zona tan antigua y lejana del satélite natural, lo que abre nuevas preguntas sobre cómo se formaron las capas internas de la Luna y cómo los grandes impactos pudieron influir en su asimetría.
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