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Las primeras civilizaciones humanas surgieron hace unos 10.000 años, creando las condiciones ideales para el surgimiento y propagación de las plagas urbanas que nos han acompañado a lo largo de la historia. Sin embargo, muchas de las especies que hoy asociamos con la palabra “plaga” —como la cucaracha alemana o la rata negra— establecieron su estrecha relación con los humanos hace relativamente poco: apenas en los últimos 5.000 años. Con una excepción: Cimex lectularius, los conocidos y odiados chinches de cama, llevan compartiendo techo con nosotros desde mucho antes.
Una nueva investigación publicada en la revista científico Biology Letters rastrea esta historia. Los chinches de cama son pequeñas criaturas de forma ovalada y color marrón rojizo, que se alimentan exclusivamente de sangre. Aunque no vuelan ni saltan, son expertos en esconderse en grietas, colchones, muebles e incluso en ropa de cama, lo que les permite pasar desapercibidos durante el día y salir por las noches para alimentarse. Su picadura no transmite enfermedades, pero puede causar irritación, algunas reacciones alérgicas y, sobre todo, un profundo malestar en quienes los padecen.
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Tras el análisis comparativo del genoma completo de las chinches de cama, los investigadores han establecido que, si bien su asociación con los humanos se remonta potencialmente a cientos de miles de años, un cambio drástico en el tamaño efectivo de la población del linaje asociado con los humanos ocurrió hace aproximadamente 13.000 años; un patrón que no se encuentra en el linaje asociado con los murciélagos. Para entender esto, hay que saber que los científicos creen que los chinches no siempre vivieron con los humanos. Se cree que originalmente eran parásitos de murciélagos que vivían en cuevas. Cuando los primeros humanos comenzaron a vivir en cuevas o cerca de ellas, algunos de estos chinches pasaron de alimentarse de murciélagos a alimentarse de personas.
Entonces, hay dos linajes principales de chinches: uno que sigue viviendo con murciélagos y otro que ahora vive con humanos (los que encontramos en nuestras camas). Entonces, cuando los científicos compararon los genomas (el ADN completo) de ambos linajes, notaron algo interesante: el grupo que vive con humanos tuvo un aumento drástico en su población hace unos 13.000 años. Esto coincide precisamente con el inicio histórico de la agricultura y los asentamientos humanos permanentes. En otras palabras, cuando los humanos dejaron de ser nómadas y empezaron a vivir en un solo lugar, los chinches encontraron un “hogar” más estable donde podían alimentarse fácilmente.
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“La cronología y la magnitud de los patrones demográficos proporcionan evidencia contundente de que el linaje asociado a los humanos siguió de cerca la historia demográfica de los humanos modernos y su desplazamiento hacia las primeras ciudades. Por lo tanto, las chinches podrían representar la primera especie de insecto plaga urbanareal", se lee en el estudio. Por eso, los investigadores proponen que las chinches de cama podrían ser la primera especie de insecto plaga verdaderamente urbana, porque su historia va de la mano con la aparición de las ciudades: empezaron a multiplicarse y a formar poblaciones grandes justo cuando los humanos comenzaron a hacerlo también.
Punto aparte de las molestias que nos pueden generar, los chinches son criaturas fascinantes. Pueden sobrevivir más de un año sin alimentarse y, al picar, inyectan un anestésico y un anticoagulante que les permite extraer sangre sin ser detectados. Pero quizá su rasgo más inusual es su forma de reproducción: la inseminación traumática. En lugar de usar el aparato reproductor normal, el macho perfora el abdomen de la hembra con un órgano en forma de aguja y deposita el esperma directamente en su cavidad corporal. Aunque este proceso puede ser dañino para la hembra, ha perdurado evolutivamente, convirtiéndose en uno de los mecanismos reproductivos más extremos del reino animal.
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