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El saludo es un componente clave del comportamiento social en animales, que cumple propósitos como transmitir intenciones y ajustar y reforzar las relaciones y vínculos sociales. Aunque este tipo de comportamientos suele darse entre individuos de la misma especie, también pueden aparecer entre especies diferentes, especialmente en animales domésticos y los humanos que los cuidan. En esos casos, ambos (animal y persona) intercambian señales que mejoran la comunicación y fortalecen la relación.
Entre esos animales, el gato doméstico (Felis catus) es un caso interesante. Aunque desciende de antepasados solitarios, hoy se le considera una especie socialmente flexible: puede vivir solo o en grupo y mantener relaciones estables cuando tiene recursos suficientes, como alimento. Los gatos conviven con las personas desde hace miles de años y han desarrollado la capacidad de interpretar distintos tipos de señales humanas, tanto visuales como vocales. Por ejemplo, pueden responder a la dirección de la mirada, a un parpadeo o a señales de la voz humana, como se ve en los videos de las redes sociales.
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Cuando un gato saluda a un humano, suele combinar varias señales en un saludo que los científicos llaman “multimodal”. La más habitual es la cola erguida, pero también puede frotarse contra la persona, tumbarse boca arriba, estirarse o emitir distintas vocalizaciones. Sin embargo, no todos los gatos saludan de la misma manera. Ese comportamiento varía según factores: las experiencias previas con personas (en especial durante la socialización temprana), la relación con su cuidador principal, las preferencias individuales del gato (muchos tienden a interactuar más con adultos, sobre todo con mujeres, quizá por la forma de aproximación), así como sus características demográficas, como edad, sexo y raza. Incluso el número de gatos en el hogar puede influir.
¿Cómo saludan los gatos?
Un pequeño estudio publicado recientemente buscó entonces observar directamente cómo saludan los gatos en su entorno cotidiano, es decir, en casa, justo cuando su cuidador regresa. El objetivo era registrar qué comportamientos aparecen realmente en esas interacciones y examinar si están asociados con factores como el sexo del cuidador, el sexo y la edad del gato, su raza y la cantidad de gatos que conviven en el hogar.
La investigación reclutó 40 cuidadores de gatos mediante invitaciones en redes sociales y listas de correo entre 2022 y 2024. Para participar, debían ser adultos, haber convivido con su gato por al menos 6 meses, y que el gato tuviera 8 meses o más. Se pidió a cada cuidador grabar 5 minutos de interacción con su gato justo al llegar a casa, usando una cámara en el pecho (celular o GoPro). Debían empezar a grabar antes de abrir la puerta, para captar el saludo espontáneo, y comportarse de forma natural. La cámara permanecía encendida durante toda la interacción. Los investigadores evaluaron la conducta felina usando 22 comportamientos ya descritos en estudios previos. Cada comportamiento se clasificó como: frecuencia (eventos puntuales, como maullar o estirarse), o duración (acciones sostenidas, como alejarse o mantener la cola arriba). Esto permitió analizar tanto acciones breves como posturas mantenidas. Si en un hogar había varios gatos, solo se analizó el primero en saludar al cuidador para evitar duplicar comportamientos.
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Los autores describen varios resultados interesantes. Los felinos, dicen, tienden a vocalizar más cuando saludan a cuidadores hombres. La explicación podría estar en diferencias de estilo comunicativo. Según investigaciones previas, las mujeres suelen hablar más con sus gatos, imitar sus sonidos y responder más rápido a sus vocalizaciones. En cambio, los cuidadores masculinos podrían requerir señales más evidentes, lo que llevaría a los gatos a maullar o trinar con mayor insistencia para captar su atención. Los investigadores advierten, sin embargo, que todos los participantes residían en Turquíua, un país donde los roles de género pueden influir en la forma de relacionarse con los animales. Por eso, no descartan que factores culturales también estén modelando este comportamiento.
El estudio también identificó dos grandes patrones dentro del saludo felino. El primero, ampliamente documentado, agrupa gestos como la cola erguida, el acercamiento directo y el frotamiento contra el cuidador, una combinación típica del reencuentro tras una breve ausencia. El segundo patrón incluye acciones como bostezar, sacudirse, lamerse o rascarse a sí mismos, conductas que los especialistas consideran “de desplazamiento”, es decir, mecanismos para liberar tensión o gestionar la emoción del momento. Estas señales pueden incluso funcionar como una invitación sutil para que el cuidador preste atención.
Algunas conductas, como acercarse al plato de comida o comer al saludar, no parecieron relacionarse con el saludo social, lo que sugiere que la motivación alimentaria no es lo que impulsa estas interacciones. Tampoco la vocalización se agrupó con otros comportamientos, lo que reitera su papel como una señal social independiente. En otras palabras, cuando un gato saluda, no lo hace porque quiera comida, sino porque quiere interactuar. Y cuando vocaliza, esa señal funciona por sí sola: no acompaña necesariamente a otros gestos, sino que cumple un papel propio dentro del saludo.
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Los autores reconocen, sin embargo, que el estudio tiene algunas limitaciones: la muestra fue pequeña, no se controlaron variables como el tiempo de ausencia del cuidador o el hambre del gato, y los datos provienen de un solo país. Por eso insisten en que se necesitan muestras más grandes y estudios en diferentes culturas para entender mejor cómo los gatos saludan —y qué nos están diciendo— cuando llegamos a casa.
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