El científico nazi que nos llevó a la Luna

Wernher von Braun, uno de los ingenieros fabricantes de armas para el ejército nazi, soñaba con conquistar el espacio. Tras la guerra, Estados Unidos lo reclutó para trabajar en la tecnología que llevó a la humanidad a la Luna en 1969.

Daniel Manrique Castaño *
15 de julio de 2019 - 02:00 a. m.
En la Estación Experimental del Ejército Alemán de Peenemünde posan para una fotografía en primera línea (de izquierda a derecha): El coronel Dr. Walter Dornberger, el General Friedrich Olbricht, el mayor Heinz Brandt, Wernher von Braun (vestido de civil) y un oficial sin identificar.  / 1941. Archivo Federal Alemán.
En la Estación Experimental del Ejército Alemán de Peenemünde posan para una fotografía en primera línea (de izquierda a derecha): El coronel Dr. Walter Dornberger, el General Friedrich Olbricht, el mayor Heinz Brandt, Wernher von Braun (vestido de civil) y un oficial sin identificar. / 1941. Archivo Federal Alemán.

La historia oficial nos cuenta que el 30 de abril de 1945 Adolf Hitler se disparó en la cabeza en su búnker de Berlín. Este suceso desencadenó el fin de la guerra en Europa el 7 de mayo.

Desde que los ejércitos de las fuerzas aliadas desembarcaron primero en Sicilia, el 9 de julio de 1943, y luego el 6 de junio de 1944, en las costas del norte de Francia, se empezó a redactar una larga lista de órdenes de captura en contra de los benefactores del régimen nazi. Algunos de ellos, oficiales de alto rango y prominentes empresarios alemanes, fueron juzgados y condenados en los juicios de Núremberg, entre 1945 y 1946. Sin embargo, había otros personajes que, por razones militares y económicas, eran más valiosos en suelo estadounidense que en alguna cárcel.

Terminada la guerra, empezaba otro conflicto ideológico y político entre las dos potencias nacientes: Estados Unidos y la Unión Soviética. Para ninguno de los dos bandos era desconocido que los alemanes habían logrado avances sobresalientes en tecnologías militares, como la propulsión y la cohetería. Muestras de ello fueron el Messerschmitt 262 (llamado también, la golondrina), el primer avión de combate del mundo que utilizaba motores a reacción (contrario a los aviones de hélice característicos de este período), y los Vergeltungswaffe 2 (o cohetes V2), los primeros misiles balísticos de largo alcance.

La misión era clara en el papel: aparte de capturar a los criminales de guerra como Josef Mengele o Adolf Eichmann para llevarlos ante la justicia, era necesario encontrar a las mentes de las armas de guerra alemanas para hacerse con sus servicios.

Después de varias iniciativas y misiones de inteligencia, en noviembre de 1945 el presidente estadounidense Harry Truman autorizó la versión final de la Operación Paperclip (sujetapapeles), un programa secreto llevado a cabo por la Agencia de Inteligencia de Objetivos Conjuntos (JIOA, por sus siglas en inglés), que se proponía encontrar a científicos alemanes, limpiar su historial y expatriarlos hacia Estados Unidos.

Una de las fuentes de información era un documento que cayó en manos aliadas denominado la lista Osenberg, redactada en 1943 por los nazis para identificar a científicos e ingenieros alemanes que pudieran contribuir a la guerra. Cuando la lista llegó a manos del mayor Robert Staver, oficial de inteligencia y jefe de la División de Propulsión del Ejército estadounidense, se marcó como objetivo prioritario a Wernher von Braun, el ingeniero a cargo de la fabricación de los cohetes V2.

Desde niño, los libros de ciencia y ciencia ficción despertaron su curiosidad por los cohetes y los viajes al espacio. A principios de la década de 1930, von Braun pudo mostrarles a algunos oficiales del Ejército alemán sus prototipos de cohetes.

Impresionados, le ofrecieron trabajar para ellos en secreto, a cambio de patrocinar sus estudios universitarios. Así logró doctorarse en física e ingeniería aeroespacial. A continuación, von Braun se alistó en el Ejército para continuar su trabajo como ingeniero de cohetes, un trabajo que en aquella época de crisis solamente podía ser financiado por el gobierno. Meses después, Hitler subió al poder y las tornas cambiarían para el ingeniero. En vez de construir cohetes para ir al espacio, debería construirlos para atacar a los enemigos de Alemania.

A comienzos de la Segunda Guerra Mundial, el alto mando del Ejército alemán le dio la tarea a von Braun de fabricar un cohete para atacar objetivos militares desde grandes distancias. Para esta misión secreta, el ingeniero y su equipo fueron destinados a una instalación militar subterránea en la isla de Peenemünde, ubicada al norte del país, a orillas del mar Báltico.

Después de años de trabajo, el resultado dejó fascinado al mismísimo Hitler. Denominado comúnmente V2, era un misil balístico de 15 metros de longitud y 15 toneladas de peso, una de ellas dedicada solo a material explosivo. Se calculaba que tenía un alcance de 300 kilómetros y una precisión sobresaliente para la época, lo suficiente para aterrorizar a los ciudadanos de Londres desde el continente. Se calcula que alrededor de mil V2 surcaron los cielos europeos y dejaron al menos unas 20.000 víctimas mortales en Inglaterra y Bélgica.

El desarrollo del primer misil balístico de largo alcance del mundo era una razón suficiente para que Wernher von Braun fuera una prioridad para la inteligencia militar norteamericana. Con la proximidad del Ejército rojo a finales de 1944, Wernher von Braun y sus científicos de confianza se mudaron de Peenemünde para evitar ser capturados por los soviéticos. A principios de 1945 después del fracaso de la contraofensiva de las Ardenas, en los bosques de Bélgica, era evidente que la guerra estaba perdida y muchos científicos alemanes comenzaron a buscar opciones para mejorar su futuro. Un día después del suicidio de Hitler, von Braun y su grupo de colaboradores se contactaron con los soldados estadounidenses y se entregaron.

Un misil V2 es transportado hasta el sitio de lanzamiento en la base de la Fuerza Aérea norteamericana Longe Range Providing Ground en Florida / 1950. NOAA

Como parte de la Operación Paperclip, alrededor de mil científicos alemanes fueron llevados a trabajar a Estados Unidos en diferentes proyectos (como el proyecto Manhattan, que dio origen a la bomba atómica que terminó la guerra en el Pacífico), incluidos Wernher von Braun y un grupo de alrededor de 150 de sus colaboradores directos. A pesar de su afiliación a las SS (Schutzstaffel) desde 1937, el Ejército estadounidense se encargó de encontrar y limpiar su historial para que pudiera emigrar sin complicaciones legales a Estados Unidos.

Era mejor tener en las filas del Ejército estadounidense a un genio nazi que fabricaba cohetes que condenarlo a prisión. Los rusos también tenían al ingeniero en su lista, y aunque se lo ganaron los estadounidenses, se calcula que el Ejército ruso logró hacer prisioneros al menos a 2.000 científicos y técnicos alemanes que puso al servicio del comunismo durante la Guerra Fría.

Von Braun fue trasladado por un tiempo a Nuevo México, hasta que finalmente se le destinó designado a Huntsville, Alabama, para trabajar directamente con el Ejército, y después, con la recién creada Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA).

Era el inicio de su sueño. Al principio, los esfuerzos de von Braun por desarrollar un cohete que viajara al espacio no fueron bien canalizados por las autoridades administrativas del país. Sin embargo, un detonante llegó el 4 de octubre de 1957, cuando toda la nación veía por televisión cómo los rusos habían ubicado el primer satélite artificial en la órbita terrestre: el Sputnik 1. El país estaba indignado, y se indignó aun más cuando dos meses después, el 6 de diciembre, el cohete Vanguard explotaba en la plataforma de lanzamiento sin lograr poner en órbita el primer satélite estadounidense. Después, el 31 de enero de 1958, un cohete de von Braun transportó satisfactoriamente hasta la órbita terrestre al Explorer 1, el primer satélite artificial estadounidense. Huntsville lo celebró en grande, y el alemán era el hombre del momento. Incluso, ocupó la portada de la revista “Time” del 17 de febrero con el título Missileman (El hombre de los misiles).

El sueño de Wernher von Braun iba más allá, y después de fabricar cohetes con aplicaciones militares, su meta era construirlos para llevar personas al espacio. Sin embargo, la política del presidente Dwight Eisenhower se limitaba al transporte y posicionamiento de satélites y otros instrumentos en el espacio, no al transporte humano. Nuevamente, los rusos le dieron un empujón a las ilusiones de von Braun, cuando el cosmonauta ruso Yuri Gagarin orbitó por cerca de dos horas la Tierra a bordo de la nave Vostok 1. Los rusos no solo habían sido los primeros en enviar un objeto a la órbita terrestre, sino en enviar a un hombre y traerlo de regreso a la Tierra.

Wernher von Braun encontró la carta perfecta para justificar sus ambiciones de llevar a un hombre al espacio a bordo de uno de sus cohetes: el miedo. En una intervención ante el Congreso argumentó que los rusos tenían la intención no solo de conquistar el planeta, sino también el espacio que lo rodea.

Von Braun camina junto al entonces presidente John F. Kennedy en Alabama./1963. Foto: The Dr. Wernher von Braun
Photograph Collection

En mayo de 1961, el presidente John Kennedy en una famosa alocución dijo: “Creo que esta nación debería comprometerse a lograr el objetivo, antes de que termine esta década, de llevar un hombre a la Luna y regresarlo a salvo a la Tierra”. Solo había un hombre capaz de llevar a una persona hasta donde nadie había llegado, y ese era Wernher von Braun. Veinte años después de construirle cohetes a Hitler, von Braun y su equipo volvieron a hacer lo que sabían hacer. Cuando en septiembre de 1962 Kennedy visitó al científico alemán, conoció los planos de un gigantesco cohete: de tres fases denominado Saturno V. El presidente abandonó el lugar seguro de que antes del final de la década vería a un astronauta pisando el suelo lunar.

Puede uno imaginar que el día más importante de la vida de von Braun fue el 16 de julio de 1969. El día en que esperaba materializar todos sus sueños de niño, y todos sus esfuerzos como ingeniero. Ese día, Cerca de un millón de personas en las afueras del Centro Espacial Kennedy, en Florida, y muchas más alrededor del mundo a través de sus televisores, observaban como en el complejo de lanzamiento 39 se ubicaba el titánico Saturno V, cuya misión era sacar a los tres astronautas del Apolo 11 de la Tierra y llevarlos más allá de la órbita terrestre. Aquella mañana, el científico alemán estaba tranquilo y sonriente. A la 1:32 p.m. el intercomunicador del centro espacial señalaba: “10, 9, arranque de la secuencia de encendido, 6, 5, 4, 3, 2, 1, 0. Todos los motores en marcha. Despegue, tenemos despegue, 32 minutos pasada la hora, despega el Apolo 11”.

Momentos después del satisfactorio despegue del Apollo 11. De izquierda a derecha: Charles W. Mathews (Subadministrador Asociado Adjunto para los vuelos espaciales tripulados), Dr. Wernher von Braun (Director del Centro de Vuelo Espacial Marshall), George Mueller (Administrador Asociado de la Oficina de Vuelo Espacial Tripulado), y el Teniente General Samuel C. Phillips, (Director del Programa Apollo). Foto: NASA

El potente cohete ingeniado por un antiguo oficial nazi se separaba del suelo y consumía su combustible para acelerar el Apolo 11 a más de 11.000 metros por segundo con dirección al cielo, ese que von Braun había apreciado con fascinación desde niño. Cuatro días después, el 20 de julio, el mundo presenció el primer alunizaje.

Aunque el gobierno norteamericano no continuó su programa espacial como el ingeniero alemán lo proyectaba, enviando astronautas a Marte, no es descabellado decir que si hace cincuenta años llegamos a la Luna fue porque un hombre trabajó para ello toda su vida. El 16 de julio de 1969, el cohete de Wernher von Braun convirtió la ficción en realidad y nos puso a imaginar la conquista de otros mundos.

*Hace parte de la Escuela de Astronomía de Cali y trabaja en el Neurosciencelab, en el Hospital Universitario de Essen, Alemania.

Por Daniel Manrique Castaño *

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