Para hacer investigación científica se necesita buen clima. Desde el manejo de muestras biológicas hasta los sistemas eléctricos para la infraestructura científica requiere de condiciones climáticas estables. Pero el aumento en intensidad y frecuencia de fenómenos climáticos extremos está afectando como nunca a la investigación en América Latina. (Lea Día del sobregiro en la Tierra: ya consumimos los recursos del planeta para el 2023)
El ejemplo más claro es la ola de calor que sacudió al hemisferio norte hace unas semanas. Según un nuevo reporte del Servicio de Cambio Climático Copernicus (C3S), financiado por la Unión Europea, “las tres primeras semanas de julio [de 2023] han sido el período más cálido registrado”, con lo cual se han batido dos récords: el julio más cálido (en la historia de los julios) y el mes más cálido (en la historia de los años registrados).
Si bien no hay reportes oficiales, algunos especialistas aseguran que este aumento en la temperatura, que afectó principalmente a los países de Norteamérica, trajo como consecuencia daños en la infraestructura científica.
En julio “mucha infraestructura científica estuvo en riesgo debido a que los sistemas eléctricos se estresaron por las altas temperaturas, afectando a la climatización de las instalaciones científicas y comerciales”, dice a SciDev.Net Ernesto Martínez Barrera, socio fundador consultor de Mikrointeracciones de México, una empresa dedicada a servicios eléctricos especializados.
“Estos sistemas eléctricos se diseñaron para garantizar su continuidad en condiciones ambientales de operación sin este tipo de afectaciones. Por eso, la industria de centros de investigación y procesamiento de datos está muy preocupada por este tipo de cambio abrupto al clima ,ya que está impactando mucho en la confiabilidad de los sistemas”, explica Martínez Barrera.
Las altas temperaturas y la prolongación de las sequías de este año también se volvieron un riesgo para la investigación que se realiza con modelos animales, específicamente debido a los cambios en la humedad.
“Para vivir en estado de confort los roedores necesitan un ambiente con 40 a 60 por ciento de humedad relativa. Cuando la humedad es menor al 40 por ciento [como sucede en época de sequías] se presenta una condición denominada enfermedad de la cola anillada, esto afecta a crías de entre 4 y 13 días”, dice la veterinaria zootecnista Claudia Rivera, encargada de la unidad de producción de animales para investigación del Instituto de Fisiología Celular de la Universidad Nacional Autónoma de México.
“Estos animales deben retirarse del área de crianza y es necesario aplicar eutanasia, pues los investigadores no pueden utilizar animalitos mutilados en sus protocolos de investigación”, añade. Para prevenirlo, tuvieron que ampliar la capacidad de la planta de energía eléctrica e instalar mayor cantidad de humidificadores en el aire acondicionado.
“En los últimos años, hemos visto cómo el derretimiento del hielo está haciendo que la estructura del suelo que estudiamos sea más inestable. Esto provoca daños en nuestros equipos de monitoreo del permafrost y aumenta el riesgo para nosotros al pisar esas superficies”, asegura, por su parte, Darío Trombotto, del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales, del CONICET, en Mendoza, Argentina.
Las preocupaciones sobre cómo afectará el aumento de temperatura a la investigación aumentan con reportes como los de la Organización Meteorológica Mundial, que predijo en mayo de este año que hay 98 por ciento de probabilidades de que al menos uno de los próximos cinco años sea el más cálido jamás registrado y 66 por ciento de chances de que se superen temporalmente los 1,5°C por encima de la media de 1850-1900 durante al menos uno de los cinco años. (Lea Increíble salto sincronizado de tres ballenas jorobadas quedó registrado en video)
Además, otros fenómenos relacionados con el cambio climático, como las inundaciones, las lluvias intensas, la deforestación y el aumento en el nivel del mar, son causas de preocupación para el trabajo científico.
Para la paleontóloga de la Universidad de la República de Uruguay, Alejandra Rojas, los efectos del cambio climático afectarán a la paleontología porque puede disminuir la disponibilidad de afloramientos con fósiles en yacimientos costeros. (Lea Eutanasia y las otras medidas que contempla Minambiente para controlar hipopótamos)
“El calentamiento y eventualmente un aumento en el nivel del mar, así como la erosión exacerbada por fenómenos climáticos, como las lluvias severas, pueden causar que esos yacimientos costeros queden sumergidos o sometidos a dinámicas que los afecten”, apunta Rojas.
“También está la afectación a las colecciones paleontológicas. Por ejemplo, los aumentos de temperatura o humedad pueden afectar la conservación de los fósiles, en particular los que tienen materiales como la pirita (…). También podría aumentar la presencia de plagas (como las lepismas) que se alimentan de papel, y que podrían alimentarse de las etiquetas de las colecciones de fósiles, propiciando la pérdida de datos importantes”, agrega.
Ya hay algunas estrategias de prevención. Dependiendo de su disciplina, los especialistas han tenido que instalar sistemas de aire acondicionado y eléctricos más eficientes, y adquirir mejores equipos de protección personal, etc. Sin embargo, coinciden en que es necesario un mejor monitoreo de estos impactos en la investigación y financiamiento exclusivo en las instituciones científicas para prevenir efectos climáticos.
Para enfrentar estas presiones climáticas, “la investigación no debe ser reactiva, sino preventiva”, afirma a SciDev.Net el decano del Colegio de Ingenieros de Lambayeque, en Perú, Carlos Burgos. “Estos impactos son cada vez más frecuentes y sus efectos, más graves. Si la ingeniería y la ciencia no están a la vanguardia, estaríamos incurriendo en una grave falta”.
Este artículo fue producido por la edición de América Latina y el Caribe de SciDev.Net
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