Juan Carlos Martínez Oliveros nació en Bogotá hace 43 años. Inició sus estudios de física en la Universidad Nacional de Colombia, pero se retiró para estudiar lo que desde niño, inspirado por las series de televisión Cosmos y Star Trek, había sido su gran pasión: la astronomía.
Viajó a Rusia para realizar un pregrado en la Universidad de San Petersburgo. Más tarde regresó a Colombia y trabajó durante un año en el Observatorio Astronómico Nacional. Hizo un doctorado en la Universidad de Monash (Australia) y hoy es parte del equipo de trabajo del Laboratorio de Ciencias Espaciales de la Universidad de Berkeley en California.
Allí trabaja analizando datos de una misión histórica de la NASA: la sonda solar Parker.
La construcción de esta sonda es revolucionaria, no solo por su objetivo, sino por los materiales con los que fue hecha: un escudo compuesto de carbono de 4,5 pulgadas de espesor, nuevas aleaciones de metales y un sistema de refrigeración convencional, que por medio de agua mantiene los equipos de la sonda a unos 30 grados, muy lejos de las altas temperaturas del Sol.
La sonda tiene acoplados cuatro instrumentos de observación científica, como Fields, IS☉IS, Wispr y Sweap. Martínez y su equipo trabajan con el Fields, que mide la escala y la forma de los campos eléctricos y magnéticos cerca de la nave espacial. Esto les permite estudiar y analizar abrillantamientos y explosiones solares. En pocas palabras, Martínez se ha convertido en un “meteorólogo” del sol.
Antes se pensaba que el viento solar era como agua en calma recorriendo el espacio, pero se ha descubierto que las estructuras espaciales por las que las partículas viajan tienen diferentes escalas (tamaños) y velocidades cambiando frecuentemente. Aunque responder a la incógnita de la temperatura de la corona solar es sustancial, Martínez cree que lo más importante de la misión son las predicciones a las que se puede llegar a través del análisis de datos, pues esto podría pronosticar posibles tormentas solares, que, al estar cargadas de altas energías, podrían dañar las redes eléctricas y causar problemas de telecomunicaciones en la Tierra.