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Un grupo de investigadores acaba de secuenciar las muestras de ADN más antiguas provenientes de Egipto, que revelan detalles sobre la vida en la región entre hace 4.500 y 4.800 años.
Según explica el equipo de científicos, que publicó sus hallazgos en la revista Nature, el ADN fue extraído de los restos de un individuo de entre 44 y 64 años que enterrado en el pueblo de Nuwayrat, a unos 265 kilómetros al sur de El Cairo.
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Estos análisis revelaron nuevas pistas sobre los movimientos de sus ancestros, en una época, como lo han establecido estudios previos, de gran movimiento, pero sobre la cual aún quedan bastantes dudas.
De acuerdo con los autores del estudio, si bien la sociedad del Egipto antiguo floreció durante milenios, en particular entre los años 3150 y 30 antes de Cristo, aún quedan muchas preguntas sobre las conexiones regionales y relaciones de intercambio que existieron y marcaron esta época. Esto se debe, en parte, en parte debido a la falta de la conservación del ADN.
A través del estudio de su ADN, que se preservó de buena manera debido a la forma en la que este individuo fue enterrado, se encontró que la mayoría de sus ancestros provenían del norte de África, mientras que una pequeña parte se podía ubicar en lo que en ese momento era Mesopotamia (actualmente Iraq).
“La mayor parte de su genoma está mejor representada por la ascendencia neolítica norteafricana. Sin embargo, aproximadamente el 20 % de su ascendencia genética puede rastrearse hasta genomas representativos del Creciente Fértil oriental, incluida Mesopotamia y las regiones circundantes. Esta afinidad genética es similar a la ascendencia que aparece en Anatolia y el Levante durante el Neolítico y la Edad de Bronce”, precisan los autores del estudio.
Más detalles sobre la vida en el antiguo Egipto
El estudio de los dientes del individuo del antiguo Egipto muestran que lo más probable es que haya crecido en esta región. Por su parte, sus músculos y huesos cuentan con marcas asociadas con el hecho de sentarse durante largos periodos de tiempo, lo que indicaría que se desempeñaba como un alfarero o en otro oficio en el que se hubiera movido de forma similar.
“Las marcas del esqueleto son pistas sobre la vida y el estilo de vida del individuo: los huesos del asiento tienen un tamaño ampliado, sus brazos mostraban indicios de amplios movimientos hacia delante y hacia atrás, y hay una artritis considerable justo en el pie derecho”, explicó, a través de un comunicado, Joel Irish, segundo autor y catedrático de Antropología y Arqueología de la Universidad John Moores de Liverpool.
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Irish explica que estos indicios apuntan al uso de un torno de alfarería, que llegó a Egipto más o menos en la misma época. “Dicho esto, su entierro de clase alta no es lo esperado para un alfarero, que normalmente no recibiría tal tratamiento. Tal vez fuera excepcionalmente hábil o tuviera éxito para mejorar su estatus social”, sostiene.
Por el momento, los investigadores esperan realizar más trabajos para construir una imagen más completa de la migración en la época y cómo estos intercambios marcaron los acontecimientos de esta época de la historia de la Humanidad.
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