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El olor que Federico Kukso más disfruta es el de la lluvia. Y en su mente, que durante años exploró el simbolismo de los olores, también calan con fuerza el del primer café en la mañana, el césped recién cortado y el incomparable olor de su casa, de sus padres. Para este periodista científico nacido en Buenos Aires, la esencia del olor es su carácter efímero, su capacidad de desaparecer en el tiempo físico y resguardarse irracionalmente en la parte del cerebro que siente y que siempre vuelve a recordar.
Odorama: historia cultural del olor , su más reciente libro, se convirtió en un insaciable rastreo del origen de los olores y, como dice él, “en el trabajo casi que de una hormiga”, por intentar articular todos los elementos necesarios para poder describir aromas totalmente ignorados en los tradicionales relatos históricos, como el del Big Bang. ¿A qué huelen las estrellas o los planetas? ¿Cómo olía un dinosaurio? ¿Qué aroma se respiraba en París, Londres o Buenos Aires de siglos pasados? Esas son las preguntas que Kukso algún día se hizo y que ahora intenta responder.