En el primer piso del Servicio Geológico Colombiano hay una pequeña oficina con unos estantes llenos de libros viejos. Muchos de ellos son libretas de hace unos setenta o cincuenta años que tienen las primeras anotaciones sobre la conformación de los suelos colombianos. Otros son álbumes organizados con precisión que muestran pedazos de la geografía antes de que las urbanizaciones desecaran lagunas, talaran bosques y ocuparan montañas. Son imágenes en blanco y negro que retratan la complejidad geográfica del país y que de alguna manera intentan mostrar lo que esconden sus suelos. Cada una está acompañada de un mapa hecho a mano que indica los caminos, los ríos y algunas formaciones geológicas.
Panorámica de la erosión en el Valle del Tunjuelo
Esas imágenes y esos croquis fueron hace décadas unas buenas pistas para conocer cómo era Colombia. Quien las tomó fue José Royo y Gómez, un geólogo y paleontólogo español que llegó a finales de la década del treinta, exiliado de la guerra civil y del franquismo. Sus fotos, tomadas primero con una cámara Leica M1 y luego con una Contax FB, son la muestra de un incansable trabajo por entender los suelos del país con una postura científica. Desde trozos del Caribe y la región Andina hasta las montañas de Nariño y las planicies del Valle del Cauca.
Panorámica de Monserrate con el croquis que detalla su estructura.
Ese intenso esfuerzo desembocó en un conocimiento que permitió, entre otras cosas, la elaboración del primer mapa geológico colombiano, hecho a escala 1:2’000.000. El de hoy tiene una escala 1:100.000 y sin él, por ejemplo, sería imposible saber dónde están los pozos profundos que permiten mitigar las sequías del fenómeno de El Niño.
Uno de los fósiles hallados en La Siberia, La Calera.
Pero, pese a la trascendencia de ese trabajo, el nombre de Royo y Gómez, que también formó a las primeras generaciones de geólogos colombianos, hoy es poco conocido. Por eso, el Servicio Geológico Colombiano, entidad que ayudó a consolidar, quiere rendirle un homenaje. Esta semana celebra cien años de su creación y, en medio de un simposio que arranca hoy y termina el próximo viernes, mostrará algunas de esas imágenes que permanecen inéditas. El Espectador tuvo acceso a varias de las que registraron cómo era la sabana de Bogotá. Sólo para este caso, Royo y Gómez tomó 1.042 fotografías y trazó 129 croquis. Los organizó luego en 195 hojas negras que terminó de ordenar el 20 de junio de 1950. Había empezado a capturar las montañas y los valles que hoy están repletos de barrios en 1939.
Una de las primeras exploraciones que se hicieron en San Rafael para explorar los suelos.