Durante los años 90, mientras se adelantaban excavaciones relacionadas con la reestructuración del complejo escolar Joséphine Baker de Dijon, dos intervenciones arqueológicas revelaron restos que databan de finales del periodo galo y de la Antigüedad. Sin embargo, hasta el momento, poco se había investigado sobre dichos hallazgos.
Hace unos días, el Instituto Nacional de Investigaciones Arqueológicas Preventivas (INRAP, por sus siglas en francés), dio a conocer más detalles de estos “enterramientos galos atípicos”, que datan de entre finales del periodo galo y principios del siglo I d.C.
En particular, 13 enterramientos, que datan probablemente de la Segunda Edad del Hierro, tenían una forma circular, “de aproximadamente un metro de diámetro y espaciadas a intervalos regulares entre sí”. En general, dicen desde el INRAP, las estructuras están bien conservadas a pesar de “la importante erosión”.
Lo atípico, según dieron a conocer los investigadores, era la forma en la que estaban enterrados: los restos, que correspondían a adultos, yacían sentados en el fondo de la fosa, con la espalda apoyada en la pared oriental de la fosa, mirando hacia el oeste. “Los brazos descansan a lo largo del torso y las manos cerca de la pelvis o el fémur. Las piernas están muy flexionadas, a menudo de forma asimétrica”, agregaba el INRAP.
Tras la excavación, los científicos señalaron que es “demasiado pronto para sacar conclusiones” sobre estos hallazgos, en particular por la extraña posición de los restos. Sin embargo, por una serie de yacimientos con características similares en Francia y Suiza se identificaron algunas similitudes que pueden dar luces sobre el origen y contexto de estos enterramientos.
Las estructuras sepulcrales estaban construidas al borde de ocupaciones, los enterrados eran hombres adultos y su posición “sugiere una práctica destinada probablemente a sujetos particulares”.
¿Se trataba de miembros de familias dominantes, guerreros, antepasados o individuos vinculados a la esfera política o religiosa?, se preguntan los investigadores. Aunque por el momento no hay una respuesta clara, la especificidad del tratamiento funerario plantea interrogantes sobre su estatus.
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