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Detectan una estructura clave del lenguaje humano en los cantos de estos primates

Un grupo de científicos encontró en los bonobos salvajes señales de composicionalidad no trivial, una compleja capacidad lingüística que permite combinar sonidos para crear nuevos significados, tal como lo hacemos los humanos con las palabras.

Redacción Ciencia

05 de abril de 2025 - 08:40 a. m.
Mia, una hembra joven de bonobo de la comunidad Fekako, vocaliza en respuesta a los miembros del grupo que están lejos. (Imagen: Martin Surbeck, Proyecto de Investigación de Bonobos de Kokolopori)
Foto: Martin Surbeck, Proyecto de Investigación de Bonobos de Kokolopori
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Una de las características más poderosas del lenguaje humano es la capacidad de combinar elementos. Podemos unir partes pequeñas de palabras, como “bio” (vida) y “logía” (estudio), para formar una nueva palabra: “biología”, que significa algo nuevo: “el estudio de la vida”. También podemos juntar palabras completas para formar frases u oraciones. Por ejemplo: “La biología es interesante”. Esto es posible gracias a algo que se llama composicionalidad. Es decir, que el significado total de una palabra o una oración depende del significado de sus partes y de cómo están organizadas. Es como armar un rompecabezas: cada pieza tiene una forma y un dibujo, pero lo interesante es lo que aparece cuando se unen correctamente.

La composicionalidad como fenómeno podría no ser exclusiva del lenguaje humano. Hay estudios en aves y primates que han sugerido que los animales son capaces de hacerlo, pero aún falta evidencia inequívoca de que sucede. Un grupo de investigadores cree haberla encontrado. En un artículo publicado en Science, los científicos revelan “evidencia empírica sólida” de la presencia de composicionalidad no trivial en bonobos salvajes (Pan paniscus), una especie de primate muy cercana al ser humano. De hecho, junto con los chimpancés, son nuestros parientes vivos más cercanos: compartimos alrededor del 98-99% de nuestro ADN con ellos.

Para entender esto, hay que saber primero que la composicionalidad puede tomar dos formas. Su versión “trivial” y su versión “no trivial”, se explica en el estudio. En la primera forma trivial, cada palabra mantiene su significado por separado, y lo único que hacemos es unir sus características. Por ejemplo, si decimos “bailarina rubia”, estamos hablando de alguien que es a la vez bailarina y rubia. Es como hacer una lista: esa persona baila y tiene el cabello claro. Si también resulta ser médica, podemos decir que es una “médica rubia”, sin ningún problema. Es decir, cada palabra aporta su parte al significado final, sin depender de la otra.

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En cambio, en la composicionalidad no trivial, las palabras no se entienden por separado, sino que una modifica o cambia el sentido de la otra. Un buen ejemplo es la frase “mala bailarina” (o “bad dancer” en inglés). Aquí no estamos diciendo que la persona sea mala en general y además bailarina. Lo que realmente significa es que esa persona no baila bien. El adjetivo “mala” no describe a la persona en sí, sino la forma en la que baila. Y si esa misma persona también fuera médica, no tendría sentido decir que es una “mala médica” solo porque es una “mala bailarina”. En este caso, las palabras se combinan de una manera más compleja, donde una afecta directamente el significado de la otra, creando un significado general nuevo.

Los investigadores creen que encontraron evidencia de la presencia de esa composicionalidad no trivial, que es más compleja, en los bonobos salvajes. Para llegar a esa conclusión, los científicos usaron, primero, una idea básica: que el significado de un sonido se puede descubrir observando cuándo y cómo se usa.

Por ejemplo, si un bonobo siempre hace cierto sonido cuando encuentra comida, es muy probable que ese sonido tenga que ver con la comida. A este tipo de observación se le llama analizar el “contexto”. Durante el desarrollo del estudio, los científicos grabaron 700 sonidos diferentes de bonobos y tomaron nota de más de 300 detalles del entorno cada vez que un bonobo hacía un sonido. Luego, usaron un método especial para ver qué sonidos se parecían entre sí en cuanto a su uso y contexto. Esto les permitió construir lo que llamaron un “mapa de significados” donde cada sonido tiene un lugar, según lo que quiere decir.

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“Esto nos permitió crear una especie de diccionario de bonobos: una lista completa de sus cantos y su significado”, afirma, en términos sencillos, Mélissa Berthet, investigadora postdoctoral del Departamento de Antropología Evolutiva de la Universidad de Zúrich (Suiza) e investigadora principal del estudio, citada por esa institución. “Esto representa un paso importante hacia la comprensión de la comunicación de otras especies, ya que es la primera vez que determinamos el significado de los cantos en todo el repertorio vocal de un animal”.

Por ejemplo, el “Grunt” parece ser una forma de llamar la atención durante actividades comunes como el descanso o la alimentación, algo así como un “mírame”. Los “ululatos altos” parecen usarse para ubicar al llamador en espacios amplios o peligrosos (“¡préstame atención!”), mientras que los “ululatos bajos” surgen en situaciones emocionales como construir el nido (“¡estoy emocionado!”). Los “Yelps” son órdenes (“¡hagamos esto!”), mientras que los “Peeps” funcionan como sugerencias (“me gustaría…”). El “Peep-yelp” combina ambos tonos y parece una invitación a interactuar en contextos grupales (“¡únete!”). Por su parte, los “Whistles” ayudan a mantener la cohesión del grupo (“quedémonos juntos”).

Después de tener ese diccionario, los investigadores analizaron si los bonobos estaban usando combinaciones de sonidos de una forma similar a como lo hacemos los humanos cuando unimos palabras. Identificaron cuatro combinaciones de sonidos que tienen un significado nuevo, y tres de esas combinaciones eran realmente complejas, porque una parte modificaba el sentido de la otra, no solo lo sumaba. Eso se llama composicionalidad no trivial. “Con nuestro enfoque, pudimos cuantificar la relación entre el significado de las llamadas individuales y las combinaciones de llamadas de los bonobos”, explica Simon Townsend, profesor de la Universidad de Zúrich y autor principal del estudio. Los investigadores encontraron numerosas combinaciones de llamadas cuyo significado estaba relacionado con el significado de sus partes individuales, un rasgo clave de la composicionalidad.

Además, algunas de las combinaciones de llamadas presentaban un sorprendente parecido con las estructuras compositivas no triviales complejas. Por ejemplo, la combinación Yelp_Grunt (“¡hagamos esto!” + “mírame”) parece usarse para invitar a otros a construir nidos. High-hoot_Low-hoot podría interpretarse como “¡préstame atención porque algo está pasando!”. Peep-Whistle se usa en situaciones sociales delicadas, como una especie de “me gustaría que estuviéramos juntos”, y Peep-yelp-High-hoot sugiere una invitación a unirse a una actividad.

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Los autores del estudio creen que sus hallazgos tienen tres implicaciones importantes. En primer lugar, sugieren que los bonobos utilizan la composicionalidad como parte central de su forma de comunicarse. Esto significa que combinan sonidos básicos de diferentes maneras para transmitir mensajes más complejos, algo parecido a cómo los humanos usamos palabras para formar oraciones. Así como una persona puede usar un número limitado de palabras para decir muchas cosas diferentes, los bonobos parecen hacer algo similar con sus vocalizaciones. Esta habilidad —clave en el lenguaje humano— también estaría presente en estos primates, lo que sugiere que la composicionalidad es una característica común y constante en su comunicación vocal.

“Dado que los humanos y los bonobos tuvieron un ancestro común hace aproximadamente entre 7 y 13 millones de años, comparten muchos rasgos de descendencia, y parece que la composicionalidad es probablemente uno de ellos”, afirma el profesor de la Universidad de Harvard Martin Surbeck, coautor del estudio, citado en un artículo de la Universidad de Zúrich. “Por lo tanto, nuestro estudio sugiere que nuestros ancestros ya utilizaban ampliamente la composicionalidad hace al menos 7 millones de años, si no más”, añadía Townsend. Los hallazgos indican que la capacidad de construir significados complejos a partir de unidades vocales más pequeñas existía mucho antes del surgimiento del lenguaje humano.

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En segundo lugar, el estudio aporta una evidencia de que los animales no humanos, como los bonobos, pueden utilizar un tipo de lenguaje más sofisticado. En el caso de los humanos, muchas veces el significado de una frase no es simplemente la suma de las palabras que contiene. Y la tercera implicación tiene que ver con el método que los investigadores usaron para llegar a estas conclusiones. Desarrollaron una forma de estudiar los sonidos de los bonobos y su posible significado sin depender del juicio humano directo. Esta herramienta no solo puede aplicarse a los bonobos, sino también a otras especies y formas de comunicación —como gestos, expresiones faciales o movimientos del cuerpo—, lo que, creen los autores, podría abrir nuevas puertas para entender cómo se comunican los animales y cómo pudieron haber evolucionado las primeras formas de lenguaje.

Sin embargo, el estudio también presenta algunas limitaciones que los propios investigadores reconocen. Una de ellas es que no todos los sonidos emitidos por los bonobos pudieron ser claramente interpretados. Algunas llamadas, como los llamados Low-hoots o Yelp - Grunts, resultaron difíciles de traducir a conceptos que los humanos podamos entender. Esto podría deberse a que algunos sonidos no buscan comunicar un mensaje concreto, sino expresar emociones —como miedo, entusiasmo o frustración—. Para explorar este aspecto, los científicos sugieren que en futuras investigaciones se debería estudiar también el estado emocional del animal, por ejemplo, usando tecnologías como la termografía infrarroja, que permite detectar cambios de temperatura en el cuerpo relacionados con las emociones.

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Otra limitación tiene que ver con la forma en que se agruparon los sonidos. Es posible que, algunas veces, los investigadores hayan agrupado como un solo tipo de llamado lo que en realidad son variantes diferentes, con significados también distintos. Esto se debe, explican en el estudio, a que algunas diferencias en los sonidos pueden ser muy sutiles y difíciles de detectar, lo que puede llevar a conclusiones menos precisas sobre su significado. Además, no todos los sonidos necesariamente tienen un mensaje claro. Al igual que ocurre con el canto de algunas aves, ciertas vocalizaciones de los bonobos podrían no estar hechas para comunicar algo específico, sino cumplir otras funciones. Por ejemplo, un sonido como el High-hoot podría servir simplemente para que otros individuos ubiquen al bonobo que lo emite, sin que conlleve un mensaje más elaborado.

Los autores también reconocen que su análisis se centró solo en las vocalizaciones. Sin embargo, los bonobos —como sucede con otros grandes simios— se comunican de muchas maneras al mismo tiempo, usando gestos, miradas y expresiones faciales. Es decir, la comunicación en estos animales es multimodal, y el significado de un sonido puede cambiar dependiendo de lo que hagan con el cuerpo al mismo tiempo. Por ejemplo, un ulular puede ser una invitación a jugar o una señal de desafío, y eso depende de los gestos que lo acompañen. Esta interacción entre sonidos y movimientos todavía no ha sido estudiada en profundidad, pero los investigadores creen que es una línea clave para investigaciones futuras.

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