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Una publicación científica realizada este 17 de abril ha generado un amplio debate en la ciencia y en los medios de comunicación. Se trata de un artículo publicado en la revista The Astrophysical Journal Letters que plantea la posibilidad de que en un planeta lejano, a 120 años luz de la Tierra, haya presencia de dos compuestos particulares: el sulfuro de dimetilo (DMS) y el disulfuro de dimetilo (DMDS).
El debate ha surgido porque estos dos compuestos son producidos en la Tierra por organismos microbianos y, en consecuencia, son un indicador de vida. Sin embargo, varios científicos han planteado dudas sobre las afirmaciones de estos investigadores.
La Universidad de Cambridge, a la que pertenecen los autores del estudio adelantado con observaciones del telescopio James Webb, tituló su comunicado de prensa así: “Los astrónomos han detectado las señales más prometedoras hasta el momento de una posible biofirma fuera del sistema solar, aunque siguen siendo cautelosos”.
Esas señales, lo que parecería ser las partículas DMS y DMDS, se basan en una sola observación de un planeta con similitud a Neptuno y que fue bautizado como k218b. Ese es uno de los puntos que critican otros científicos, como David Clements, astrofísico del Imperial College de Londres, que publicó una reseña del artículo en el portal Science Media Centre.
Para él, la observación deberá poder confirmarse en otras observaciones hechas por terceros, para comprobar que no se haya tratado de una señal falsa o una observación equivocada.
Otra de las críticas tiene que ver con que la observación de los científicos de Cambridge no tendría la solidez suficiente, pues estaría catalogada como una señal 3 Sigma. “Para afirmar con certeza la existencia de vida en este planeta, necesitaríamos una detección sólida, >5 sigma, una demostración clara de que se trata de un biomarcador y no de otra especie molecular que se hace pasar por él”, escribe Clements en su reseña. Una observación con ese nivel de certeza sería la confirmación de que “hay algo interesante”.
Esto lo explica de otra manera la universidad de Cambridge en su comunicado, en donde aseguran que “las observaciones han alcanzado el nivel de significación estadística de tres sigmas, lo que significa que existe una probabilidad del 0,3 % de que se produjeran por casualidad. Para alcanzar la clasificación aceptada como descubrimiento científico, las observaciones tendrían que superar el umbral de cinco sigmas, lo que significa que la probabilidad de que se produjeran por casualidad sería inferior al 0,00006 %”.
Otra de las posibilidades que hay que descartar, según Clements, es que exista un mecanismo no biológico que produzca DMS y DMDS, lo que implicaría que la producción de estos compuestos no está necesariamente relacionada con la existencia de vida.
Los científicos de Cambridge sustentan su hallazgo en otros dos argumentos. El primero, que el exoplaneta que observaron se encuentra dentro de la zona habitable, que se ha definido con base en varios estudios astronómicos. El segundo, que su cercanía a la estrella que orbita sería un indicador de que en su atmósfera hay océanos.
Las dudas sobre estos hallazgos también las han recibido los autores del estudio. Nikku Madhusudhan, el autor principal, aseguró para Cabridge que “es importante que seamos profundamente escépticos con respecto a nuestros propios resultados, porque solo probando una y otra vez podremos llegar al punto de tener confianza en ellos. Así es como debe funcionar la ciencia”.
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