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¿Es útil el sentido común para entender el universo?

El ser humano ha utilizado una física abstracta y matemáticas altamente sofisticadas para adentrarse en mundos raros. En muchas ocasiones su complejidad ha retado a nuestro sentido común. Casi siempre lo ha derrotado.

Héctor Rago*
22 de julio de 2016 - 04:51 p. m.
/ Nasa
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Los físicos nos informan que de acuerdo con la física cuántica la materia se comporta extrañamente como ondas y como partículas. Nos dicen que muy altas concentraciones de materia crean un espacio-tiempo curvo, y que la naturaleza violenta el determinismo y es intrínsecamente probabilista. La relatividad establece que la velocidad de la luz no depende del estado de movimiento de quien la mida, ni si la fuente que la emite se mueve o no: es una constante universal. La astrofísica nos habla de agujeros negros de donde ni siquiera la luz puede salir. Y la cosmología nos dice que todo el inconcebible universo viene de una pequeñísima región que se expandió violentamente en un evento que llamamos big bang.

Estos y muchos otros resultados de la ciencia actual nos resultan incómodos, y nuestra imaginación luce inapropiada para aprehenderlos. Ellos desafían abiertamente nuestra intuición y por eso nos parecen poco plausibles. Por eso la física ha sido acusada de ser una disciplina demasiado abstracta y que usa técnicas matemáticas muy sofisticadas. Pero veamos la cuestión con más detenimiento.

Lo que llamamos intuición o sentido común, es el resultado de un arduo proceso de evolución durante cientos de millones de años en un ambiente particular. Somos muchísimos más grandes que los electrones y los átomos, pero somos ínfimos comparados con las estrellas. Las velocidades a las que estamos acostumbrados, son incomparablemente menores que la velocidad de la luz.

Podemos percibir con nuestros sentidos lapsos de algunos años o décimas de segundo, pero no tenemos intuición de lapsos tan pequeños como millonésimas de segundo o tan grandes como millones de años.

En resumen, evolucionamos en un mundo mediano, sin campos gravitacionales formidablemente intensos, sin temperaturas demasiado altas, pero tampoco tan bajas; en una escala moderada, sin duda porque las condiciones extremas conspiran contra la complejidad de la bioquímica, necesaria para la emergencia de lo que llamamos vida.

Cuando el avance científico nos permite acceder a escalas alejadas de nuestra experiencia cotidiana, es lógico que el mundo nos luzca desconcertante, raro. El sentido común es violado en esas circunstancias, y las leyes que lo describen parecen no nos resultan intuitivas. Por eso nos luce paradójico que un reloj en movimiento atrase su ritmo o que la geometría no sea euclidiana donde hay campos gravitacionales intensos. Nuestra intuición no está preparada para esas condiciones.

La gran pregunta es: ¿A quién deben satisfacer las teorías y leyes que diseñamos para entender mejor al universo? ¿A los experimentos y observaciones o a nuestra intuición que suele ser provinciana? La respuesta es obvia. La física ha retado en muchas ocasiones a nuestro sentido común. Sistemáticamente ha ganado el reto.

La física es abstracta y usa matemáticas altamente sofisticadas porque ese es el precio que tenemos que pagar para adentrarnos en mundos raros, para tener acceso a capas de la realidad alejadas de la experiencia cotidiana.

Es un mérito y un elogio a la inteligencia de la humanidad, lograr conocer las intimidades del mundo, en condiciones extremas, en donde las cosas no son como presumimos y cuando el sentido común se quiebra y la intuición no resulta buena consejera.+

*Doctor en Ciencias Físicas / Profesor de la Universidad Industrial de Santander

halley.uis.edu.co/aire/ 

Por Héctor Rago*

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