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A orillas del glaciar Tyndall, en el Parque Nacional Torres del Paine (Chile), un equipo de paleontólogos desenterró algo más que un fósil bien conservado. Hallaron un esqueleto completo de un ictiosaurio (un reptil marino del Mesozoico) con restos de su estómago y el esqueleto articulado de un feto aún dentro de su cuerpo. Es el primero de su tipo excavado en Chile y una ventana poco común a las condiciones ecológicas del extremo sur del megacontinente Gondwana hace más de 130 millones de años.
Este descubrimiento, publicado recientemente en la revista académica Paleontología de Vertebrados, aporta nueva información sobre la evolución, la dieta y la reproducción de una especie identificada provisionalmente como Myobradypterygius hauthali, descrita por primera vez en 1927. El fósil fue excavado en marzo y abril de 2022 por un grupo internacional de científicos y forma parte de un yacimiento que ya ha entregado 87 esqueletos de ictiosaurios, en su mayoría completos y articulados.
Aunque los ictiosaurios eran reptiles, tenían una vida totalmente marina y un comportamiento similar al de los delfines actuales: nadaban largas distancias y subían a la superficie para respirar. Su presencia en la Patagonia no es nueva (ya se habían reportado restos en Argentina y Chile), pero este espécimen, por su estado de conservación y por los datos que contiene, es excepcional.
Uno de los aportes más relevantes del estudio es la información paleoecológica que puede deducirse del fósil. Los restos estomacales indican que el ictiosaurio se alimentaba de peces, organismos que requieren oxígeno disuelto en el agua para sobrevivir. Aunque el reptil en sí no necesitaba ese oxígeno para respirar (porque lo hacía en la superficie), la presencia de sus presas sugiere que las aguas de esa región ya estaban oxigenadas y eran capaces de sostener una cadena alimentaria marina.
Esto lleva a una hipótesis más amplia: la circulación de aguas oxigenadas en el extremo sur de Gondwana indica que, para ese momento, ya podría haberse abierto un pasaje oceánico entre los fragmentos del supercontinente. Ese canal habría permitido el intercambio de masas de agua entre distintas cuencas marinas, lo cual tiene implicaciones importantes para comprender cómo se fragmentó Gondwana y cómo evolucionaron los ecosistemas marinos en el Cretácico Inferior.
“El hallazgo es importante no solo por lo que nos dice del ictiosaurio, sino por lo que nos cuenta del océano en el que vivía”, explicó uno de los autores del estudio. “Gracias al contenido gastrointestinal y al estado del feto, tenemos una instantánea ecológica y reproductiva rara, y en una zona que aún está poco explorada desde el punto de vista paleontológico”.
El fósil fue excavado en condiciones difíciles, al borde de un glaciar en retroceso, y está siendo preservado en condiciones controladas para evitar mayores daños por meteorización y erosión. Es también un llamado de atención sobre la urgencia de registrar estos restos antes de que el cambio climático, a través del derretimiento de los glaciares y la exposición acelerada de los afloramientos rocosos, los deteriore de forma irreversible.
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