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Físicos, desapariciones y espías

Héctor Rago
02 de octubre de 2020 - 06:52 p. m.

Hubo una época y un lugar, no demasiado lejanos; donde confluyeron un grupo de jóvenes físicos extremadamente talentosos, importantes descubrimientos en física atómica, la posibilidad de un arma terrible, historias de espías y misteriosas desapariciones.

La desaparición de Ettore Majorana continúa siendo un misterio.
La desaparición de Ettore Majorana continúa siendo un misterio.
Foto: scienciainrete

Nuestro relato empieza en la convulsa Europa de la pre-guerra, y se extiende hasta la tenebrosa época de la guerra fría.  Los protagonistas son “los chicos de la calle Panisperna”.

Hacia 1930 buena parte de la investigación en física se centraba en descifrar los enigmas del núcleo atómico. Se sabía que estaba compuesto por protones y neutrones y que no era inerte: emite  partículas de gran energía, núcleos de helio, neutrones, electrones, radiación. En el núcleo atómico confluían el interés científico de conocer sus intimidades pero también la posibilidad de domar la gigantesca energía que encierra, para bien o para mal.

En la calle Panisperna funcionaba el Instituto de Física de la Universidad de Roma. Hans Bethe confesó que más que el Coliseo, lo mejor de Roma era Enrico Fermi. Y Fermi había reclutado a una serie de jóvenes brillantes, entre ellos Edoardo Amaldi, Emilio Segré, Ettore Majorana y Bruno Pontecorvo para hacer física de alto nivel.

Ya Pauli había anticipado la existencia de una partícula sin carga eléctrica, el neutrino, así la bautizaría Edoardo Amaldi años después. El neutrino era producto de la desintegración del neutrón, un proceso gobernado por una fuerza de la naturaleza llamada fuerza nuclear débil. El hipotetizado neutrino quedaría asociada por siempre a los nombres de Ettore Majorana y Bruno Pontecorvo, los más brillantes de los chicos de Fermi.

Ettore era de Catania, al sur, y nació poco después de que Einstein estableciera que E = mc2.

Bruno, era el más joven de los muchachos de Fermi, lo apodaban “el cachorro”. Ettore le llevaba siete años. Bruno era de Pisa, al norte de Italia y de familia judía no practicante y muy acomodada. Nació poco antes del descubrimiento del núcleo atómico.

Y ambos comenzaron estudiando ingeniería y ambos se cambiaron a la física y ambos se graduaron bajo la tutoría de Fermi. Ambos eran despiadadamente talentosos y bien dotados para las matemáticas. Fermi diría de Majorana que pertenecía a la estirpe de Galileo y Newton; y que Pontecorvo era de los más brillantes que había conocido a lo largo de toda su carrera.

Majorana era esquivo, de bajo perfil, reacio a publicar o a tener notoriedad. Pontecorvo era ambicioso, extrovertido, siempre el alma de la fiesta. El núcleo atómico y su energía los enlazaba.

Cuando los experimentos de los Joliot-Curie en París se conocieron en Roma, Majorana le comentó a Fermi y a Amaldi, “los muy tontos descubrieron en protón neutro (neutrón) y no se han dado cuenta”. Fermi lo instó a publicar el resultado, pero Majorana se negó. En 1932 Chadwick descubrió el neutrón y se ganó el Nobel.

En 1933  Ettore Majorana viaja a Alemania, conoce a Bohr, trabaja con Heisenberg, publica un trabajo en alemán sobre la estructura del núcleo atómico. Ese mismo año   Hitler había sido nombrado canciller. Muchos científicos Einstein incluido, se exilan.

Entre el 1934 y 1936 Pontecorvo participó con Fermi de la revolución de la física nuclear usando neutrones lentos para desestabilizar nucleos de diversos elementos. La comprensión científica del núcleo atómico y con ella la posibilidad de disponer de su energía, estaba cada vez más cerca.

En Italia el fascismo muestra sus dientes y se promulgan leyes antisemitas, Hitler y Musolini pactan. La aviación alemana bombardea Guernica y estalla la guerra civil española. La atmósfera Europea podía cortarse con el filo de una bayoneta.

Bruno Pontecorvo se va a París a trabajar con Irene Curie y Frederick Joliot. Ella era hija de Marie y Pierre Curie. Los Joliot-Curie acababan de ganar el premio Nobel. Bruno decide no regresar a Italia, por las medidas segregacionistas del régimen fascista. En 1937 un cada vez más huraño Majorana, ya profesor titular de la Universidad de Nápoles publica su último artículo (sólo publicó 9 en toda su vida), sobre partículas que son sus propias antipartículas, llamados neutrinos de Majorana, un tema efervescente actualmente.

En 1938 Fermi obtiene el premio Nobel por explicar la fuerza nuclear débil y aprovecha su viaje a Estocolmo para exilarse con su famila y seguir a Norteamérica. Emilio Segré también en los Estados Unidos, obtendría el premio Nobel en 1959. Los chicos de la calle Panisperna se dispersaron y la física italiana fue virtualmente aniquilada.

El caso más llamativo fue la repentina desaparición de Ettore Majorana tras tomar un barco entre Palermo y Nápoles a donde nunca llegó. Confusos telegramas, retiros de dinero de su cuenta y enigmáticos mensajes a su familia no hacen sino dramatizar la historia. Sus amigos Emilio Segré y Edoardo Amaldi mantuvieron la hipótesis de suicidio. Otra hipótesis sugiere que se habría escondido en Argentina, o tal vez vislumbrando el terror nuclear se encerró en un monasterio. En el año 2015 la fiscalía italiana cerró el caso estableciendo que estuvo en Venezuela y vivió en Caracas y Valencia, a dos horas de la capital venezolana. Nunca conoceremos con certeza su historia.

En 1938 Bruno Pontecorvo se hizo militante comunista, su familia se exiló en el Reino Unido salvo su hermano Gilo, que fue a París donde se haría un conocido cineasta. Años después filmaría un clásico: La Batalla de Argel.

Edoardo Amaldi permaneció en Italia y años después sería cofundador y secretario general del CERN, Centro Europeo para la Investigación Nuclear.

En 1939 Einstein le escribe al presidente Rooselvelt solicitando apoyo para el desarrollo de una bomba nuclear. La ciencia alemana estaría tras ella. El proyecto Manhattan había empezado a moverse. Y ya sonaban los primeros disparos de la II guerra mundial.

Cuando Hitler invadió Paris Pontecorvo huye en bicicleta a Tolouse, donde se reunió con su mujer y su hijo. A los pocos días estaba en Estados Unidos.  Su militancia comunista le impidió participar en el Proyecto Manhatan. Fue contratado por una petrolera en Oklahoma, la física nuclear servía para saber dónde había petróleo. En 1942 lo encontramos en Canadá como el líder científico en la construcción de un reactor nuclear, que habría de ser el primero fuera de los Estados Unidos. Publica métodos para detectar neutrinos que vienen del Sol o de los reactores.

En 1949 se muda a Inglaterra a colaborar en la construcción de un reactor nuclear y al año siguiente, mientras estaba de visita en Italia, desaparece misteriosamente junto con su esposa Marianne y sus tres hijos. La deserción ocurrió a escasos meses de la detención del espía nuclear Klaus Fuchs. La casa desarreglada como la encontró la policía británica sugiere un viaje imprevisto. Tras cinco años sin rastros, reaparece en la Unión Soviética como uno de los altos responsables de la física nuclear de ese país. Tenía privilegios pero era vigilado de cerca, no pudo salir en 28 años y luego pudo  hacerlo pero siempre con guardaespaldas.

En 1951 fue señalado como sospechoso de espionaje. Era una época signada por la paranoia política de la guerra fría, cacerías de brujas al amparo del Macarthismo, secretos nucleares y lealtades divididas.

¿Fue Bruno Pontecorvo un espía a favor de la URSS? Responder esa pregunta puede ser más difícil que saber de Majorana.

No creemos que la historia y el precario equilibrio del terror hubiera sido diferente si Pontecorvo transmitió información o no. Él ayudó con sus conocimientos, pero los científicos soviéticos estaban ciertamente capacitados para desarrollar bombas nucleares. En multitud de entrevistas posteriores señaló que nunca trabajó en bombas. Sus archivos en el FBI y en la KGB permanecen aún clasificados.

En cambio su historia personal sí cambió con su deserción a la URSS. Su carrera científica se frustró. La confidencialidad de las publicaciones soviéticas evitaron que se convirtiera en la gran figura que fue Fermi.  Al menos tres de sus ideas acerca de la física de los neutrinos condujeron a premios Nobel y él no pudo verificarlas porque precisaba de la tecnología más sofisticada de occidente.

Poco antes de morir, a la pregunta de un funcionario del gobierno ruso que organizaba una entrevista, Pontecorvo respondió airadamente:"Quiero morir como un gran científico, y no como un maldito espía"

En septiembre de 1993 falleció de Parkinson en Dubna “el cachorro”, el último de los chicos de la calle Panisperna. La mitad de sus cenizas están en Dubna y la otra en Italia. Las de Majorana nunca sabremos a dónde fueron a parar.

*Héctor Rago es astrofísico de la Universidad Industrial de Santander.

Por Héctor Rago

 

LUIS(39595)06 de octubre de 2020 - 07:08 p. m.
Excelente historia, jamás había leído algo al respecto. Gracias por el articulo.
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