La investigación básica biomédica en Colombia atraviesa una crisis profunda, marcada por la desfinanciación, la falta de interés institucional y la ausencia de una visión estratégica para el desarrollo científico. A pesar de ser un pilar fundamental para la generación de nuevo conocimiento y el avance de la medicina, esta área ha sido relegada en las políticas gubernamentales y académicas, lo que compromete el futuro de la ciencia en el país.
A nivel internacional, la reciente llegada del nuevo gobierno en Estados Unidos ha generado incertidumbre en torno a posibles aumentos de aranceles a productos importados. Colombia depende en gran medida de países desarrollados para la adquisición de tratamientos convencionales, medicamentos biológicos y nuevas tecnologías médicas. Un incremento en los aranceles encarecería estos productos para la atención médica, y también limitando el acceso a insumos esenciales para la investigación. Esta situación se agrava por la disminución de la capacidad de producción local, lo que deja al país en una posición vulnerable frente a crisis sanitarias y emergencias globales.
Durante la pandemia de COVID-19, países como México y Argentina lograron acceso más temprano a las vacunas al ofrecer capacidades de envasado, mientras que Brasil y Cuba pudieron producir sus propias vacunas. En contraste, Colombia quedó rezagada debido a la falta de una política clara de producción y desarrollo biotecnológico, lo que la obligó a depender completamente de la importación de vacunas.
Un ejemplo emblemático de las dificultades que enfrenta la investigación en el país es el trabajo desarrollado por el recientemente fallecido doctor Manuel Elkin Patarroyo, quien, al frente de la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia (FIDIC), produjo más de 500 artículos científicos y 10 patentes asociadas al desarrollo de vacunas sintéticas, sin mencionar la diáspora de excelentes científicos generados en esta institución que se dispersó por Colombia y el mundo. A pesar de su impacto, el país nunca proporcionó los recursos necesarios para la producción local de biológicos. Hoy en día, el FIDIC, debido a la falta de financiación, tiende a desaparecer.
El presupuesto nacional destinado a ciencia, tecnología e innovación sigue siendo inferior al 1% del PIB, una cifra muy por debajo del promedio recomendado para países en desarrollo. Además, el sistema de convocatorias de financiamiento se ha vuelto cada vez más restrictivo, priorizando incluso iniciativas sobre proyectos de investigación, en detrimento de los estudios básicos. La investigación médica fundamental, aunque no ofrece resultados inmediatos, es crucial para el desarrollo de tratamientos innovadores y la comprensión de enfermedades complejas.
Esta tendencia ha generado una crisis en los centros de investigación, donde la falta de recursos impide la adquisición de insumos, el mantenimiento de infraestructura y la formación de nuevos científicos. La transición de Colciencias al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación prometía fortalecer el desarrollo científico del país, pero en la práctica ha ocurrido lo contrario: la falta de políticas definidas y el continuo déficit de financiación han debilitado aún más el escaso capital científico acumulado en las últimas décadas. En países desarrollados, la inversión privada en investigación científica complementa el financiamiento estatal, pero en Colombia esta colaboración es prácticamente inexistente.
La falta de apoyo y las condiciones precarias de trabajo han hecho que muchos jóvenes científicos pierdan el interés en seguir una carrera académica en investigación, busquen alternativas en el sector privado o emigren a países con mejores condiciones. A nivel mundial, más del 40% de los posdoctorantes no desean continuar en el ámbito académico, y Colombia no será la excepción.
Un factor determinante en esta crisis es la percepción de que solo la investigación aplicada, con un posible impacto económico inmediato, merece financiamiento, sumado al menos precio a la investigación médica básica desde muchos sectores, incluidos investigadores de otras áreas.
Para revertir esta crisis, es fundamental que el gobierno, las universidades y el sector privado trabajen en conjunto para aumentar significativamente la inversión en investigación básica. Es necesario diseñar políticas que fomenten la innovación científica sin enfocarse únicamente en solucionar situaciones a corto plazo. Sin una base sólida en ciencia fundamental, el país no podrá generar avances tecnológicos sostenibles ni soluciones efectivas para los retos de salud que enfrenta la población.
La ciencia básica no es un lujo ni un gasto innecesario: es una inversión estratégica en el futuro del país.
*Profesor Titular de la Universidad de los Andes
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