
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El telescopio espacial James Webb logró identificar por primera vez la estrella central de la Nebulosa Mariposa (NGC 6302), un núcleo extremadamente caliente que hasta ahora había permanecido oculto por una densa nube de polvo. El hallazgo ofrece una nueva mirada a una de las nebulosas planetarias más estudiadas de la Vía Láctea y ayuda a comprender cómo mueren las estrellas parecidas al Sol.
La Nebulosa Mariposa, ubicada a unos 3.400 años luz de la Tierra en la constelación de Escorpión, se formó cuando una estrella similar al Sol agotó su combustible y expulsó gran parte de su masa al espacio. Ese proceso dio origen a una estructura de gas y polvo iluminada desde dentro por el núcleo restante, una estrella que alcanza temperaturas extremas.
Las nebulosas planetarias (pese a su nombre engañoso, que viene de un error de los primeros astrónomos que las compararon con planetas) son breves en términos cósmicos: su fase dura cerca de 20.000 años. En ese lapso, liberan material que enriquece el espacio interestelar y ayuda a formar nuevas generaciones de estrellas y planetas.
Lo que distingue a NGC 6302 es su apariencia. Se trata de una nebulosa bipolar, con dos lóbulos de gas extendiéndose en direcciones opuestas que parecen las alas de una mariposa. En el centro, una franja oscura funciona como el “cuerpo”: un anillo de polvo en forma de rosquilla (o torus) que bloquea la visión directa de la estrella central.
Esa franja no solo oculta al núcleo, también influye en la forma de la nebulosa. Al impedir que el gas fluya de manera uniforme en todas las direcciones, canaliza la energía hacia los extremos y moldea las alas luminosas que la caracterizan.
Hasta ahora, los telescopios no habían podido detectar la estrella central. Webb, gracias a su capacidad para observar en el infrarrojo, logró atravesar la nube de polvo y mostrar el núcleo: una estrella que alcanza los 220.000 kelvin, una de las más calientes detectadas en este tipo de nebulosas.
La imagen obtenida por Webb con su instrumento MIRI reveló además que el anillo de polvo contiene silicatos cristalinos, como el cuarzo, y partículas de gran tamaño para los estándares cósmicos, lo que indica que se han formado a lo largo de un tiempo prolongado.
Los investigadores también identificaron casi 200 líneas espectrales, cada una asociada a diferentes átomos y moléculas. Ese análisis permitió trazar una estructura en capas: los elementos que requieren más energía para ionizarse, como el hierro o el níquel, aparecen cerca del núcleo, mientras que otros se ubican más lejos.
De manera inesperada, el equipo detectó moléculas de hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAHs), compuestos basados en carbono que en la Tierra se encuentran en el humo de una fogata o en el escape de un carro. Es la primera vez que se registran en una nebulosa planetaria rica en oxígeno, lo que abre preguntas sobre cómo se forman este tipo de moléculas en el espacio.
El hallazgo convierte a la Nebulosa Mariposa en un laboratorio natural para estudiar los últimos momentos de estrellas como el Sol. Además, ofrece pistas sobre cómo el material expulsado durante la muerte estelar enriquece el medio interestelar con elementos y compuestos que, millones de años después, pueden incorporarse en la formación de nuevos sistemas solares.