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La pieza para resolver el misterio evolutivo de los mamíferos que ponen huevos

Si hay unas especies que generen preguntas entre quienes estudian los mamíferos son el ornitorrinco y el equidna. Ambos tienen glándulas mamarias, pero, como los reptiles, ponen huevos. Hay varias dudas sobre su evolución, pero una nueva investigación ha hallado una pieza clave para armar el rompecabezas.

Redacción Ciencia

02 de junio de 2025 - 07:55 p. m.
Ilustración del "Kryoryctes cadburyi".
Foto: Peter Schouten
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A quienes estudian a los mamíferos, hay un par de animales que suelen desconcertarlos y llenarnos de preguntas: el ornitorrinco y el equidna. Pertenecientes a un grupo llamado “monotremas”, son muy particulares. Tienen glándulas mamarias, pero, como los reptiles, ponen huevos de cáscara blanda. Mientras el primero (el ornitorrinco) es semiacuático, tiene un pico similar de un pato y patas adaptadas para nadar, el segundo es terrestre y cuenta con un hocico alargado y garras fuertes que le permiten excavar. Ambos habitan en Australia y han generado muchas preguntas entre los que tratan de armar el rompecabezas de la evolución ¿Descienden de un ancestro común? ¿Era acuático o terrestre?

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Una de las principales piezas para resolver ese interrogante es un fósil que fue hallado en 2005 en la costa sur del estado Victoria, al sur de Australia. Es un hueso (un húmero) de hace más de 100 millones de años de un pequeño mamífero que se movía entre el lodo y el agua con unas patas adaptadas tanto para nadar como para excavar. Kryoryctes cadburyi es el nombre que le pusieron los científicos a esta especie extinta que vivió en el Cretácico temprano.

Ahora, un equipo internacional de investigadores, liderado por la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW) y en el que está el profesor Camilo López Aguirre, de la Universidad Industrial de Santander (UIS), publicó hace poco un estudio en la revista PNAS donde analizan en profundidad este hueso fosilizado que ha sido clave para encontrar la respuesta a este enigma del reino animal.

“La pregunta ha sido bastante debatida en el ámbito científico: si son los ornitorrincos quienes conservan la morfología y el estado ancestral, o si son los equidnas. Lo que sugieren nuestros resultados es que efectivamente es el ornitorrinco quien conserva ese estado ancestral. Los equidnas tienen uno más reciente”, resume López.

Para él, haber encontrado un húmero tiene muchas ventajas, como el hecho de que ese hueso pertenezca a las extremidades anteriores, “lo que nos puede decir qué tan cuadrúpedo era el animal. Es clave para comprender las adaptaciones de movilidad dependiendo si es aéreo, terrestre o acuático”.

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Los ornitorrincos habitan en Australia y Tasmania.
Foto: Getty Images

López explica que estudiar el fósil de Kryoryctes cadburyi es importante, ya que solo se conocía material fragmentado de otras especies —pedazos de mandíbula, dientes y otros huesos—. “Kryoryctes es el fósil más completo y viejo de un monotrema que se conoce hasta ahora”, puntualiza López. “Los mamíferos del Mesozoico australiano son raros y suelen conocerse solo por dientes y mandíbulas. Kryoryctes es el único registrado por un hueso de extremidad: el húmero”, complementa uno de los coautores del estudio, Michael Archer, en un comunicado compartido por la Universidad de Nueva Gales del Sur.

La metodología del estudio incluyó varias etapas. En primer lugar, los investigadores realizaron un escaneo tridimensional del húmero para compararlo con los huesos equivalentes de 70 especies de mamíferos modernos, incluidos ornitorrincos y equidnas. Además, analizaron la microestructura ósea: el grosor de la pared del hueso, la densidad del tejido y la forma de la cavidad interna. “Estos parámetros permiten inferir si el animal estaba adaptado para excavar, caminar o nadar. Por último, se aplicaron métodos estadísticos sobre una matriz de más de 500 características morfológicas”, afirma López. El análisis fue posible gracias a técnicas avanzadas de escaneo que permitieron estudiar la estructura interna del fósil sin necesidad de cortarlo o dañarlo.

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Del agua a la tierra

Según López, los resultados de la investigación sugieren que Kryoryctes cadburyi era un mamífero semiacuático con habilidades para excavar, por lo cual se asemeja más al ornitorrinco que al equidna. Su húmero presenta paredes óseas gruesas y una cavidad interna pequeña, rasgos comunes en mamíferos acuáticos como castores, nutrias y el propio ornitorrinco. Esta arquitectura interna funciona como un lastre natural, facilitando el buceo y el forrajeo bajo el agua.

En contraste, los equidnas actuales tienen huesos mucho más livianos, con paredes delgadas y cavidades más amplias, adaptadas a una vida terrestre y subterránea. La comparación estructural sugiere, por tanto, que el estilo de vida acuático es la condición ancestral en este grupo de mamíferos, mientras que la adaptación terrestre de los equidnas es una adquisición evolutiva posterior.

“La vida terrestre de los equidnas, entonces, no es la continuación de un estilo ancestral, sino el resultado de una transición evolutiva poco común: el regreso del agua a la tierra. Este tipo de transiciones son extremadamente raras entre los mamíferos”, explicaron los autores en un comunicado de prensa.

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Los equidnas habitan en Australia y Nueva Guinea.
Foto: Getty Images

Como indica en el comunicado la autora principal del estudio, la paleontóloga Suzanne Hand, profesora emérita de la Facultad de Ciencias Biológicas, de la Tierra y Ambientales (BEES) de la UNSW, hay unas 30 ocasiones en que los mamíferos evolucionaron desde la tierra hacia el agua, como en el caso de ballenas, delfines, dugongos, focas, morsas, nutrias y castores. Pero es casi inédito ver que un mamífero evolucione en sentido contrario. “Estamos hablando de un mamífero semiacuático que abandonó el agua para vivir en tierra firme. Y aunque sería un evento extremadamente raro, creemos que eso fue lo que ocurrió con los equidnas”, puntualiza Hand.

El estudio también propone una hipótesis sobre cómo pudo haber sobrevivido este grupo de mamíferos durante la extinción masiva que marcó el final del Cretácico, hace unos 66 millones de años. Su modo de vida acuático podría haberles ofrecido refugio frente a los cambios extremos en el clima y el ambiente, permitiéndoles resistir donde otros linajes mamíferos no lo lograron.

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La microestructura del hueso no fue la única pista. Los investigadores también consideran otras evidencias que apuntan a un pasado acuático en los equidnas. Por ejemplo, tienen un reflejo de inmersión que les permite conservar oxígeno cuando están en contacto con el agua, algo que comparten con mamíferos buceadores. Además, sus patas traseras están orientadas hacia atrás, como en el ornitorrinco, donde cumplen una función de timón. En los equidnas, esta postura se utiliza para excavar, pero no se ve en otros mamíferos.

“Estamos hablando de un mamífero semiacuático que abandonó el agua para vivir en tierra firme. Y aunque sería un evento extremadamente raro, creemos que eso fue lo que ocurrió con los equidnas”.

Suzanne Hand

Otro indicio provino del análisis de la mioglobina, una proteína que almacena oxígeno en los músculos. En especies acuáticas, esta proteína tiene una carga positiva elevada, lo que facilita el buceo prolongado. Aunque los equidnas actuales no nadan como el ornitorrinco, su mioglobina presenta una carga positiva más alta de lo esperado para un mamífero terrestre. Esto podría indicar una herencia funcional de un ancestro buceador.

Para López, participar en este hallazgo representa un paso importante para el papel de la ciencia latinoamericana en estudios paleontológicos globales. “Este tipo de colaboraciones muestran que desde países como Colombia también podemos aportar al entendimiento de la historia de la vida en la Tierra”, dice.

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El hallazgo de Kryoryctes cadburyi, en palabras de Aguirre, no solo enriquece la historia de los monotremas, sino que también recuerda que gran parte de la evolución mamífera ocurrió en formas y ambientes que apenas estamos empezando a entender. Lo que alguna vez fue un pequeño mamífero desplazándose entre el lodo y el agua, hoy es una clave para comprender el pasado remoto de uno de los grupos más singulares del reino animal.

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