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La pieza que faltaba en la historia del río Magdalena

Dos científicos colombianos acaban de resolver una de las preguntas que inquietaba a algunos geólogos: si hace millones de años el río Magdalena no desembocaba en el mar Caribe, ¿cuándo lo hizo? ¿Por qué cambió su curso?

Sergio Silva Numa

14 de diciembre de 2024 - 08:44 a. m.
Vista aérea de la Depresión Momposina, donde está un tramo del río Magdalena.
Foto: Cortesía Camilo Montes
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En uno de sus últimos libros, el antropólogo Wade Davis cuenta que el río Madalena es la razón por la que Colombia existe como país. En su cuenca viven cuatro de cada cinco colombianos. Allí están, además, los principales motores de la economía y ha sido, por décadas, un corredor donde se han mezclado ritmos, literatura y poesía. En las cinco incursiones que hizo al Magdalena, Davis comprobó que ese río es la historia del país.

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Davis no se equivocaba. Con sus ecosistemas y los relatos de sus pobladores es posible reconstruir varios de los capítulos de la historia reciente de Colombia. A un geólogo, en cambio, posiblemente le cueste un poco de trabajo llegar a una conclusión similar. Acostumbrados a ver el tiempo en escalas mucho más grandes, lo pensarían dos veces antes de atreverse a decir que el Magdalena cuenta la historia de Colombia. Una de las razones es porque, en realidad, no conocemos tanto de ese afluente como parece.

Para la muestra, un botón: ¿En qué momento el río Magdalena empezó a fluir hacia el norte, hacia el mar Caribe, si antes —hace millones de años— los ríos que nacen de lo que es hoy la Serranía de San Lucas y llegaban al valle, fluían hacia el sur? ¿Por qué razón cambió su rumbo?

La pregunta le había estado dando vueltas al geólogo Camilo Montes, profesor de la Universidad del Norte, en Barranquilla. Hace casi diez años (en 2015), Montes le había dado un sacudón a sus colegas de todo el mundo, cuando publicó un artículo en la revista Science en el que demostraba que lstmo de Panamá se había cerrado hace 15 millones de años, y no hace 3 millones de años, como pensaba la ciencia. La sola idea de que la conexión que había entre el océano Atlántico y el océano Pacífico se selló mucho antes de lo que creían estremeció a la comunidad geológica.

Desde, entonces, había muchas inquietudes por resolver. Una de ellas, dice el geólogo Germán Bayona, de la Corporación Geológica ARES, era entender cuáles habían sido las implicaciones del cierre del Istmo en Sudamérica. Y uno de los caminos para comprenderlo parecía estar, justamente, en la historia del río Magdalena.

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Hace unas semanas Montes y Bayona publicaron un artículo en un volumen especial de la Geological Society of London, sociedad geológica más antigua del mundo. Su título no le diría mucho a alguien que no esté familiarizado con esa ciencia (The Central American Seaway: Do Magdalena Flocs Mimic Deep Water Neodymium?), pero detectaron algunas piezas que faltaban en para entender el pasado de ese río.

Para no dar más rodeos, encontraron evidencia que sugiere en qué momento el río Magdalena dejó de fluir hacia el sur y tomó rumbo hacia el norte, atravesando lo que antes era un alto, para desembocar en el mar Caribe. De acuerdo con sus análisis, eso sucedió hace 11 millones de años.

El río Magdalena, a la altura del municipio de Guataquí.
Foto: Cortesía Camilo Montes

El Magdalena no fue el único río en el que centraron su atención. También pusieron sus ojos en el río Atrato y en el río Cauca, otras de las arterias esenciales del país. En pocas palabras, como cuenta Montes desde Barranquilla, hallaron que, justamente, fue el cierre del Istmo de Panamá el que marcó el nacimiento del Atrato hace 15 millones de años. La cuenca del Cauca, por otro lado, pasó de ser un gran lago a formar un nuevo sistema fluvial conectándose con el Magdalena hace unos 6 o 7 millones de años, cuando le dio forma a ese cañón que hoy está inundado por la represa de Hidroituango.

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Estos nuevos datos, señala Bayona, son importantes por varias razones. Una de ellas es porque entender la evolución de los principales ríos colombianos es muy útil para otras disciplinas que están intentando comprender la evolución de los ecosistemas.

Otro de los motivos, agrega Montes, es porque sus conclusiones refuerzan que Istmo de Panamá se cerró hace 15 millones de años, pues, hasta ahora, se pensaba que los isótopos de Neodimio (algo así como las “variantes” de ese elemento químico) que han encontrado los científicos en el mar Caribe correspondían a las aguas del mar Pacífico o a fuentes provenientes de Canadá. Pero con su investigación, están demostrando que, en verdad, provienen de los ríos que se formaron en las montañas de los Andes.

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Para decirlo en palabras un poco más sencillas, Montes y Bayona examinaron unas bases de datos que muestran cuál es la composición de sedimento que está depositado en el fondo del océano. En este caso, analizaron los hallazgos que había hecho el Ocean Drilling Project, un proyecto que en 1985 empezó hacer perforaciones muy profundas para entender la composición el subsuelo marino. Entre diciembre de 1995 y febrero de 1996, uno de los barcos llegó a territorio colombiano para repetir ese ejercicio en un lugar que denominaron “pozo 999″.

De manera que teniendo claro que esos registros (y los de los pozos 998 y 1000) daban pistas de los sedimentos que habían llegado a lo que hoy es el mar Caribe hace unos 16 millones de años, decidieron compararlo con otras base de datos de isótopos de Neodimio donde están las pistas de la composición los Andes colombianos. En su caso, usaron unas muy populares entre los geólogos: Georoc y Earthchem. Para llenar algunos vacíos, completaron los datos con una revisión de literatura.

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Al compararlas se llevaron una gran sorpresa. “Nunca alguien había compilado esos datos del Caribe y de los Andes y los había mirado de manera conjunta”, agrega Montes. “Cuando lo hicimos, nos dimos cuenta de que había algo muy valioso porque la química del fondo del mar Caribe se correlaciona muy bien con lo que estaba pasando en los Andes del norte hace 15 millones de años”.

En otros términos, eso quiere decir que los sedimentos que el río Magdalena y que el río Atrato llevaron al mar Caribe y que se han acumulado por millones de años, son también una huella de cómo estaban formadas las montañas. Son, añade Bayona, señales químicas inconfundibles que nos ayudan a entender mucho mejor la historia de nuestros ríos.

Después de todo, como dice Montes, “como Colombia depende del Magdalena, siempre será muy valioso saber más de su historia. Vivimos de ese río, así que debemos hacer un esfuerzo por conocerlo mucho mejor”.

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Por Sergio Silva Numa

Editor de las secciones de ciencia, salud y ambiente de El Espectador. Hizo una maestría en Estudios Latinoamericanos. También tiene una maestría en Salud Pública de la Universidad de los Andes. Fue ganador del Premio de periodismo Simón Bolívar.@SergioSilva03ssilva@elespectador.com
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