Para explicar por qué vale la pena gastar esfuerzos a estas alturas de la pandemia, reconstruyendo las rutas por las que llegó el SARS-CoV-2 a Colombia, el virólogo Julián Villabona-Arenas tiene un argumento convincente: “Rastrear nuestro linaje familiar hacia el pasado revela quiénes fueron nuestros abuelos y bisabuelos, y eventualmente nuestros orígenes. Del mismo modo, podemos reconstruir la historia evolutiva del SARS-CoV-2 usando sus genomas, y junto con datos adicionales podemos descifrar cómo se propagan por el mundo”. (Lea Esta es la situación del coronavirus en Colombia)
No solo eso. Eventualmente entender la dinámica de la propagación e identificar minuciosamente las mutaciones que están modulando su evolución, también servirá para guiar el desarrollo de fármacos y vacunas, así como para evaluar la efectividad de su despliegue (en el caso de la emergencia de resistencia del virus). De igual forma, este tipo de sofisticada vigilancia sobre el virus proporciona una forma de guiar los cuidados clínicos o de auxiliar al control si llegan a aparecer cepas (virus asociados con un cuadro clínico más severo o una mayor transmisibilidad) del SARS-CoV-2.
Julián Villabona-Arenas, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, junto con Katherine Laiton, del Instituto Nacional de Salud, y otros 15 investigadores colombianos de varias universidades nacionales y extranjeras, llevan varios meses en esa tarea. En su trabajo más reciente analizaron 122 genomas del virus en Colombia, que al combinarlos con datos de viajes de colombianos e información epidemiológica lograron esclarecer mucho mejor esa primera etapa de la pandemia.
Entre enero y marzo de 2020, siete ciudades de Colombia recibieron 1’593.211 pasajeros internacionales de 14 países. Otros 15.500 regresaron al país a través de vuelos humanitarios durante abril y junio, después del cierre oficial de fronteras, que ocurrió el 17 de marzo. Bogotá concentró la mayoría de los vuelos con alrededor del 77 % de los pasajeros; seguido de Medellín, con el 11 %; Cartagena, con el 6 %, y Cali, con el 4 %.
Escondidos entre ellos venían las primeras “semillas”, los primeros virus que luego, con el paso de los días, irían saltando de mano en mano, de nariz en nariz, de garganta en garganta. Las cifras oficiales ya dan cuenta de casi 100 mil casos confirmados en el país y 3.334 muertes.
“Tanto Europa como Norteamérica fueron importantes fuentes geográficas de infecciones durante el inicio de la epidemia. Las presentaciones posteriores al pico ocurrieron en su mayor parte en países suramericanos”, notaron los investigadores usando los datos reportados por la vigilancia epidemiológica. Estos datos muestran que hasta el 1° junio, 857 casos (2,8 %) se habían vinculado al extranjero. Las principales fuentes en términos de casos importados fueron España (30,5 %), Estados Unidos (25,2 %), México (6 %), Ecuador (5,8 %) y Brasil (5,1 %). Todos países donde la pandemia ha golpeado con bastante fuerza.
Por otro lado, la información en los genomas apunta a que en promedio un 48 % de los casos fueron introducidos desde Europa, mientras que el modelaje matemático -usando informaciones de vuelos internacionales y la incidencia del COVID-19 en el exterior- atribuye a España el 71,4 % de los casos. “Este número puede ser una sobreestimación, pues muchas conexiones de vuelos ocurren en este país y la información del lugar de origen no se encuentra en el registro. Independientemente de las discrepancias entre la contribución relativa de cada país o región existe un mensaje claro: Europa cumplió el papel pivotal para la diseminación de COVID-19 hacia nuestro país”, resalta Julián Villabona-Arenas.
Al comparar la información genética obtenida de las muestras en Colombia e intentar compaginarla con las cerca de 37 mil muestras genéticas de SARS-CoV-2 de todo el mundo, los investigadores colombianos determinaron que al menos 12 linajes fueron introducidos en nuestro país. Los linajes son variantes genéticas que comparten las mismas mutaciones.
“Los hallazgos genómicos sobre las cadenas de transmisión fueron consistentes con aquellos obtenidos con el rastreo de contactos, y esto ratifica el potencial de la filogenética para ayudar a entender la transmisión”.
Estudios similares en otros países han abierto discusiones sobre cuándo realmente ocurrieron los primeros casos. “Continuar con esta tarea de secuenciar genomas del coronavirus en Colombia nos ayudaría a caracterizar mejor la propagación y evaluar las estrategias de control”, apunta.
Katherine Laiton Donato, autora principal del trabajo e investigadora de la Unidad de Secuenciación y Genómica del Instituto Nacional de Salud, dice que los próximos objetivos de la investigación serán “caracterizar cadenas de transmisión en diferentes conglomerados, entre ellos en departamentos fronterizos; también estudiar a nivel genético el SARS-CoV-2 en pacientes hospitalizados y fallecidos, y continuar con la vigilancia epidemiológica y genómica en el país”.