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El cráneo de un niño enterrado hace aproximadamente 140.000 años en el actual territorio de Israel reabrió el debate sobre la posible hibridación entre los Homo sapiens y los neandertales. De acuerdo con un nuevo estudio publicado en la revista L’Anthropologie, los restos presentan una mezcla de características morfológicas que podrían indicar una ascendencia compartida.
El fósil, conocido como Skhul I, fue descubierto en la década de 1930 en la cueva de Skhul, ubicada en el Monte Carmelo. El sitio es considerado uno de los cementerios humanos más antiguos registrados. Allí se encontraron los esqueletos de al menos siete adultos y tres niños, así como restos óseos pertenecientes a otros 16 individuos.
Durante décadas, estos restos han sido clasificados como Homo sapiens anatómicamente modernos. Sin embargo, un nuevo análisis mediante tomografía computarizada de alta resolución ha revelado detalles que reabren la discusión sobre su origen.
Según el equipo dirigido por Anne Dambricourt Malassé, paleoantropóloga del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia (CNRS), el neurocráneo del individuo muestra rasgos típicos de Homo sapiens, mientras que la mandíbula carece de mentón prominente y se asemeja a la estructura robusta de los neandertales. En diálogo con el portal de ciencia LiveScience, la investigadora explicó que “no hay forma” de que esta combinación se explique solo por la variabilidad de los humanos modernos.
A pesar de estas observaciones, otros especialistas han manifestado reservas sobre las conclusiones del estudio. Chris Stringer, paleoantropólogo del Museo de Historia Natural de Londres, señala que si bien la mandíbula presenta rasgos más primitivos, el conjunto de los restos aún se alinea principalmente con Homo sapiens. El investigador considera que la hipótesis de un flujo genético entre especies es posible, aunque no concluyente.
Por su parte, John Hawks, antropólogo de la Universidad de Wisconsin-Madison, afirma que sin análisis genéticos, no es posible identificar con certeza un caso de hibridación. “Las poblaciones humanas muestran una amplia variabilidad morfológica sin necesidad de mezcla con otras especies”, indicó en declaraciones recogidas por medios especializados.
El niño al que pertenecía el cráneo tenía entre tres y cinco años de edad al momento de su muerte. Parte de su rostro y la base del cráneo estaban ausentes, mientras que otras secciones habían sido restauradas con yeso durante excavaciones anteriores, lo que dificultó su análisis. La tomografía permitió digitalizar y eliminar virtualmente esas intervenciones para facilitar comparaciones con otros fósiles.
El hallazgo se suma a investigaciones que plantean escenarios de contacto e intercambio genético entre Homo sapiens y neandertales hace más de 100.000 años, en regiones del Levante como Israel. Aunque se han documentado rastros de ADN neandertal en poblaciones humanas actuales, este caso específico sigue sin una confirmación genética directa.
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