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Hace siglos, los alquimistas —personas que combinaban conocimientos de química, filosofía, astrología y espiritualidad— creyeron que era posible convertir metales comunes, como el plomo, en oro. Esta búsqueda dio origen a un universo de mitos, símbolos y leyendas que trascendieron para alimentar el imaginario colectivo. Incluso la literatura recogió estos elementos: en Cien años de soledad, por ejemplo, José Arcadio Buendía se obsesiona con los experimentos alquímicos, intentando desentrañar los secretos del universo desde su improvisado laboratorio en Macondo. Pronto, sin embargo, fue evidente que el metal y el oro son elementos químicos distintos, imposibles de transformar uno en otro mediante métodos alquímicos.
Pero aquí viene lo interesante: en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC), una enorme máquina en Suiza creada para estudiar las partículas más pequeñas del universo, un grupo de científicos llamado ALICE logró, en cierta forma, lo que los alquimistas soñaban. Al hacer chocar átomos de plomo a velocidades altísimas, lograron crear partículas que incluían átomos de oro, aunque en cantidades mínimas y por un tiempo muy breve. ¿Qué pasó? Por un instante, se crearon temperaturas hasta 100.000 veces más calientes que el centro del Sol. Así lo informan en un estudio publicado en la revista Physical Review Journals.
En ese caos, los protones y neutrones se reorganizaron y se formaron nuevos elementos, incluyendo átomos de oro. “Gracias a las capacidades únicas de los ZDC de ALICE, el presente análisis es el primero en detectar y analizar sistemáticamente la firma de la producción de oro en el LHC de forma experimental”, dijo Uliana Dmitrieva de la colaboración ALICE. Estos átomos de oro aparecieron solo por fracciones de segundo y en cantidades minúsculas.
En concreto, el equipo del experimento calculó que, entre 2015 y 2018, las colisiones de núcleos de plomo en el Gran Colisionador de Hadrones produjeron unos 86.000 millones de núcleos de oro. Aunque esa cifra parece enorme, en realidad la cantidad de oro que se generó fue minúscula: alrededor de 29 billonésimas de gramo. Para que se haga una idea, es como si juntara una pizca de oro tan pequeña que necesitaría más de 34 millones de esas pizcas para formar un solo gramo.
La mayoría de los átomos de oro inestables y de rápido movimiento habrían durado aproximadamente un microsegundo antes de colisionar con aparatos experimentales o desintegrarse en otras partículas. Por eso (y por muchas cosas más) no es una forma práctica de hacer oro (sería mucho más caro que el oro que se saca de las minas), pero sí demuestra que la transmutación es científicamente posible.
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