Un nuevo estudio publicado en la revista Science Advances sugiere que los ancestros de los humanos habrían comenzado a moverse sobre las dos piernas en las copas de los árboles, mientras buscaban comida.
Para este estudio, los investigadores observaron durante 15 meses a un grupo de chimpancés en el valle de Issa (oeste de Tanzania, en África), por ser un entorno similar al de nuestros antepasados, hace unos siete millones de años. Compararon su comportamiento en diferentes entornos de Issa, por ejemplo, en espacios de bosques abiertos.
Los investigadores encontraron que la mayor parte del tiempo que están en dos patas es en los árboles, un comportamiento que asocian con la búsqueda de comida. Además, el tiempo que los chimpancés pasaron en el suelo fue similar a la que ya se ha registrado en otras poblaciones de simios que vivieron en áreas densamente boscosas.
El estudio comparó los datos de los diferentes entornos en Issa y analizó la frecuencia con que tenían comportamientos bípedos. Aunque estos comportamientos representaron solo el 1% de sus movimientos, apenas el 14 % fue en el suelo.
Rhianna Drummond-Clarke, investigadora de la Universidad de Kent y coautora del estudio, dijo para The Guardian que el bipedalismo puede ayudar a los chimpancés “a navegar de manera segura y efectiva por las ramas flexibles y acceder a la mayor cantidad de frutas posible cuando las encuentren”. Y añadió que las condiciones de los bosques abiertos habrían favorecido el bipedalismo en los chimpancés, por tanto, también en los primeros humanos.
Los autores del estudio señalan que aunque no pueden probar que los ancestros humanos tuvieron los mismos patrones de comportamiento bípedos, sus resultados cuestionan la hipótesis de que el bipedalismo tuvo que ver con una adaptación para pasar más tiempo en el suelo que en los árboles y que se asocia con que hace siete millones de años algunos bosques densos comenzaron a transformarse en bosques y praderas abiertos.
Según Alex Piel, antropólogo biológico del University College of London y quien también hizo parte de la investigación, “en lugar de que el tiempo en el suelo estimule el bipedalismo, puede haberlo catalizado, pero ya estaba allí”.
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