Opinión

No discutas con un terraplanista

Héctor Rago *
04 de febrero de 2021 - 05:28 p. m.

Una columna de opinión del Físico Teórico, Profesor de la UIS y Realizador de los podcast Astronomía al Aire, Hector Rago.

No discutas con un terraplanista
Foto: ar130405 en Pixabay

Nunca discutas con un terraplanista. Batalla perdida porque transitan una lógica que no es la del común de los mortales y por tanto no es la de la ciencia.

Veamos los hechos: dos siglos antes de Cristo Eratóstenes advirtió que a la misma hora los rayos del sol inciden con ángulos diferentes en dos ciudades, Siena y Alejandría. Algunas suposiciones, como que el sol está muy lejos de la Tierra, algunas mediciones por ejemplo la distancia entre las ciudades y la sombra que deja una varilla vertical; un cálculo matemático simple y un prejuicio estético, (el planeta no debe ser como una papa…una esfera tiene más alcurnia); le permitieron a Eratóstenes calcular el diámetro del planeta. Esa simple observación permitía inferir que el planeta es redondo: era una gran predicción. En el siglo XVI Magallanes realizó la primera circunnavegación del planeta. Las observaciones de los barcos desapareciendo en el horizonte, el péndulo de Foucault y las fotografías y videos tomadas por los satélites artificiales desde donde tenemos una mejor perspectiva del planeta son multitud de evidencias de la esfericidad del planeta. Pero no discutas con tu terraplanista porque él no quiere saber de evidencias ni de su valor en la ciencia. No entenderá que la ciencia es entre otras cosas un proceso de decantamiento de teorías y modelos sobre la realidad, que el camino de la ciencia está tapizado por cadáveres de conceptos inútiles, teorías fallidas y modelos erróneos. El flogisto, el modelo geocéntrico, el éter, la teoría del universo estacionario e innumerables propuestas de teorías unificadas incluyendo las de Einstein, son algunos ejemplos. Newton dedicó mucho tiempo y energía a la alquimia y a la búsqueda de la piedra filosofal. Sin embargo, por lo que es universalmente conocido y lo que perdura es su monumental contribución a la comprensión de la gravitación, del sistema solar, de las leyes de la óptica y las matemáticas necesarias que descubrió. Lo demás tiene importancia para la historia de las ideas, pero no para la ciencia.

El terraplanista no entenderá tu argumento de que hay una suerte de continuidad de la ciencia, que cada época va haciendo suya nuevos descubrimientos, observaciones, herramientas matemáticas, tecnología y teorías, y así se va armando el formidable crucigrama de la ciencia. No entenderá que ha sido necesaria una lenta maduración de conceptos, para llegar a la ciencia contemporánea. Cuando un antecesor nuestro descubrió la palanca, vislumbraba la ley de conservación de la energía y por tanto presagiaba el descubrimiento del neutrino, por ejemplo. Pero es necesario tiempo y esfuerzo para ajustar las observaciones de la realidad a las ideas que concebimos para describirlas. La humanidad tardó milenios en inventar un sistema de numeración adecuado, o el cálculo diferencial, uno de los mayores hitos en la historia intelectual de la humanidad, o la teoría de funciones complejas o la teoría de operadores en espacios de Hilbert, herramientas necesarias para formular las leyes de la física, y diseñar las tecnologías asociadas con ella. Pero el terraplanista dirá que las matemáticas contaminan la percepción de la realidad; versión contemporánea de los religiosos que atribuían al telescopio, los valles y cráteres de la Luna que Galileo veía.

El terraplanista usa los productos de la ciencia para enarbolar un discurso que desprestigia a la ciencia. Su celular tiene un GPS que le dice dónde está parado, y que funciona gracias a sofisticadas leyes de la física, válidas por cierto para un planeta redondo y no plano.

La narrativa de la ciencia ha dicho en cada época, lo mejor sobre el universo, sepultando nuestros prejuicios y doblegando en ocasiones nuestra intuición.

Con esa estrategia y entre ensayo y terror, corrigiendo caminos errados, la ciencia en menos de dos siglos elevó las expectativas de vida de menos de treinta años a más de setenta, porque la ciencia funciona y las vacunas también. Y la tecnología también y nos habla del éxito de las leyes de la ciencia.

Ahora las redes permiten escribir cualquier cosa banalizando conceptos, favoreciendo el relativismo y aumentando la desconfianza en las visiones de consenso, pero el incierto criterio de “post-verdad” y las visiones alternativas no siempre aplica. Hay verdades que llegaron para quedarse.

El terraplanista prefiere creer que desde hace más de 2200 años, se urde una despiadada confabulación internacional que se empeña en hacernos creer que el planeta se parece más a una pelota que a un longplay. “Somos pocos pero somos originales” pareciera ser su lema.

Si no fuera porque muchas veces el terraplanismo viene en combo con los antivacunas, creyentes en reptilianos y otros negacionistas del cambio climático o del holocausto, habría que conservar a los terraplanistas como una curiosidad, un bien ecológico que demuestre a las generaciones por venir, el tamaño de la necedad humana.

*Físico Teórico, Profesor de la UIS, @hectorrago

Realizador de los podcast Astronomía al Aire @AstroAlAire

Por Héctor Rago *

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