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Trotando por el Central Park en Manhattan, me percaté de la importancia social y cultural que tienen espacios como este y al hacerlo pensé en el potencial de transformación que hay donde todavía no existen. Y pensé en las ciudades colombianas. En Medellín, por ejemplo, no hay ni un solo parque donde la ciudadanía se encuentre y creo que esto tiene que ver con la prolongación del conflicto urbano de esa ciudad y sus grandes retos de convivencia.
En la creación de un bosque urbano—el primero en los Estados Unidos— los neoyorquinos encontraron un espacio para transformarse. A mediados del siglo XIX, cuando la elite política y económica neoyorquina era vista en Europa como individualista, mezquina, poco refinada, y desinteresada del bien común, surgió la idea de un parque por la Quinta Avenida.
Los líderes políticos y económicos de esa ciudad entendieron que para convertirse en personas respetables debían ayudar a construir una ciudad que demostrara su amplitud, generosidad y, sobre todo, su deseo por una sociedad decente. Así las familias prestantes de la ciudad construyeron el sistema de bibliotecas publicas de NY, teatros como el Carnegie Hall y toda la oferta arquitectónica y artística alrededor del Parque Central. Lo que inició como un proyecto que buscaba cambiar la imagen de la clase alta neoyorquina, terminó sentando las bases para una gran transformación social y cultural que hasta hoy da frutos que reiteradamente se ajustan a los retos de la ciudad. Un verdadero ejemplo de liderazgo.
Hoy en día el Central Park es un verdadero oasis dentro de la ciudad que crea un equilibrio entre el caos urbano y la tranquilidad del bosque. También es un espacio donde la seguridad se manifiesta como convivencia, donde gente de toda la ciudad, independientemente de su clase socioeconómica, raza (factor importante en esta ciudad), sexualidad, edad, etc., hace deporte, almuerza en sus áreas de picnic y asiste a los eventos culturales y artísticos, como “Shakespeare at the Park” y los conciertos del “Summer Stage”.
El parque presta las condiciones—o mas bien es la condición— que les permite a los neoyorquinos producir relaciones sociales saludables. La cara de la convivencia se muestra cuando nos vemos los unos con los otros, cuando habitamos y disfrutamos los mismos espacios, cuando caminamos por nuestras ciudades de norte a sur y de oriente a occidente con sentido de pertenencia…con amor por lo que vemos. Parques como el Central Park de Nueva York, el Retiro de Madrid o el Hyde de Londres son la cara de la convivencia de esas ciudades. Son un indicador del deseo colectivo por construir una democracia plural y de vivir en paz.
Contrario a esto, las elites citadinas colombianas (con muy pocas excepciones) son mezquinas, miedosas y carecen de liderazgo. En lugar de construir sitios para la convivencia pacífica en las ciudades, construyen comunidades encercadas con alambres de púas, colegios aislados de toda realidad urbana y clubes deportivos custodiados por celadores armados. En lugar de pensar en convivencia ciudadana piensan en disgregar, separar y romper las ciudades. De este rompimiento salen muchos de los problemas que experimentamos en nuestras ciudades. Este rompimiento es en parte lo que no nos permite construir paz en el país.
Pienso en Medellín dado que he visto de cerca la complejidad de sus problemas, pero también la riqueza de sus recursos sociales y humanos. La ciudad no ha podido responder a sus problemas de seguridad y convivencia eficazmente y esto es porque sus gobernantes y sus líderes económicos la han tratado con frivolidad; como si fuera una serie de pedazos disgregados. En su frivolidad, en lugar de conectar han separado la ciudad.
Pensemos en la ciudad como un sistema integral de convivencia. Pensemos en Medellín como un cuerpo dinámicos, eficiente y, sobre todo integral, cuyas partes se relacionan unas a otras de diversas formas. Donde lo que le pase a una de sus “partes”, le pasa a todas. Pensemos en una acupuntura urbana donde las intervenciones económicas y políticas sean pensadas para la ciudad en su totalidad y no solo para sus partes.
El mayor reto de convivencia en Medellín está en sus fondos céntricos. Hay que repensar cuales son los fondos céntricos de la ciudad y cómo transfórmalos integralmente. La construcción de un parque central en Medellín no solamente embellecería mas la ciudad, sino que instalaría un elemento estructural que le permitiría encarar los retos ambientales, de seguridad y de convivencia que hoy la perturban.
Medellín ya logró sentar una base estructural que ha generado, y sigue produciendo, transformaciones sociales profundas: el metro. Quizá el siguiente paso para Medellín, una ciudad que busca re-inventarse siempre y ante todo, sea un Parque Central que nos permita vernos los unos con los otros.
Esquirla: El Parque Simón Bolívar de Bogotá tiene el potencial de convertirse en un parque de ciudad, pero es desaprovechado por un sector amplio de la ciudad. Hay que preguntarnos por qué pasa esto.