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De la coca y el camino a otra paz fallida

08 de octubre de 2022 - 04:31 p. m.

La reducción en la violencia armada no está mediada por artículos en una la ley, sino por la disminución en la cantidad de hectáreas de coca. Iniciemos por lo evidente, el elemento macro generador de violencia en Colombia es el narcotráfico y es su principal causa de su reciclaje. Sin embargo esta máxima parece no ser tan obvia, particularmente a la luz de los informes del CNMH, la Comisión de la Verdad y la política gubernamental.

El nuevo gobierno está organizando un plan para la construcción de la paz alrededor de una estrategia conocida y comprobada como insuficiente para la consolidación de la paz, esto es: la negociación política con Grupos Armados Organizados (GAO) con estructura organizacional y línea de mando, que faciliten la desaparición de grandes agentes generadores de violencia.

En esto, se parte de la presunción que desarticulada la estructura y negociados los términos políticos y económicos con los líderes se podrá dar un paso hacia la paz o, como erráticamente se le ha denominado, hacia “la paz total”. Sin embargo, a la luz de los resultados históricos esta fórmula resulta desde mi perspectiva ineficaz, ya que ningún proceso de paz política en el siglo XX o XXI ha logrado consolidar un estado de reducción permanente de la violencia. Si bien esto es un tema amplio, me quiero detener en uno de los elementos más importantes, esto es, en el catalizador económico, particularmente en el narcotráfico.

Es más que evidente que el narcotráfico es una prominente fuente de recursos imposible de ignorar, máxime si su excedente o dividendo circula entre sectores tradicionalmente excluidos de los círculos de riqueza convencionales, es decir, en zonas de periferia cuyos gestores son particularmente hombres con bajos niveles de educación y pocos medios, que han crecido con pocas oportunidades de desarrollo social o económico.

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Esto es importante ya qué, el narcotráfico como fenómeno social se ha incrustado principalmente en zonas de periferia, donde particularmente la presencia estatal ha sido inexistente o reducida, no necesariamente por ineficacia administrativa, sino porque muchos de estos lugares son inhóspitos y poco habitados, lo que conlleva a facilitar el crecimiento de actividades clandestinas.

Y es que, en la última década se han consolidado enclaves productivos de cocaína como Tumaco, Frontera Putumayo, Argelia-El Tambo, El Naya, El Charco-Olaya Herrera, Catatumbo, San Pablo-Taracué (Bolívar), Orito-Vides (Putumayo) y Valdivia-Tarazá-Cáceres (UNODC, 2021) en los cuales hay permanencia, persistencia y concentración de hoja de coca. Imposible ignorar que en 2017 Colombia reportó la mayor cantidad de hectáreas cultivadas de los últimos 20 años (180.000) y que hoy, pese a la reducción de los años anteriores, se tiene cultivada la misma cantidad de coca que en los más cruentos años del conflicto armado en 2001 (140.000) es decir, hay más coca y más ganancias que nunca y el negocio ilegal está lejos de estar acabado o reducido.

Así entonces, y encadenando los argumentos, podemos ver que la cadena lógica de sucesos demuestra que más hoja de coca alimenta el ciclo ilegal del narcotráfico y esto genera inmensos excedentes económicos, que se disputan a sangre y fuego entre diversas organizaciones ilegales que por intermedio de ejércitos armados buscan hacerse con las mejores zonas y dividendos del negocio. Este simple axioma reúne la base general del problema ya que, este no se circunscribe a variables de índole política o ideológica, como ingenuamente nos han querido vender los procesos con las FARC-EP y el ELN, sino a la disponibilidad de recursos para hacer la guerra y el enriquecimiento ilícito, es decir: más coca= más plata= mayor rivalidad y competencia= más armas= más ejércitos ilegales= nuevas estructuras delictivas= nuevos mandos o cabecillas= reciclaje de la violencia.

Intento argumentar lo obvió y es que, la variable a despejar en la ecuación está en la reducción del narcotráfico, simple, ya que los procesos con las AUC, las FARC-EP (eximiendo los casos de reintegración positiva) y en el futuro con el ELN u otros GAO, conllevaran a que siempre hombres desprovistos de oportunidades efectivas que estén dispuestos a mercadear sus vidas y servicios a los actores del narcotráfico. Por eso hoy hablamos del Clan del Golfo (sucesor de las AUC) a las mal llamadas disidencias de las FARC y otras estructuras que se componen de personas que actúan bajo pragmatismo económico, en el que siempre que existan grandes extensiones cocaleras y excedentes económicos habrá uno o más grupos dispuestos a hacerse con su control.

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Así entonces, cualquier proceso de raigambre eminente política podrá dar salida a los abúlicos altos mandos que han hecho de la guerra su medio de vida y de ascensión social y que a todas luces no persiguen ninguna lucha política o ideológica. Sin embargo, cosa distinta será con los miembros rasos o soldados llanos quienes difícilmente encontraran una oportunidad económica equivalente en el mercado laboral o en los círculos de legalidad. Por ello, hasta que no se reduzca la siembra extensiva con fines ilícitos no habrá disminución efectiva de la violencia o desaparecerán las estructuras armadas (cualquiera fuere su título), y todo lo que se diga en contravía de ello es un sofisma de distracción o un postulado político falaz.

¿Porque se recicla la violencia en Colombia? Por las rentas del narcotráfico. ¿Logrará el gobierno del presidente Petro lograr una paz total? No. ¿Existe el estado de paz total? No. ¿Ante una eventual entrega de armas del ELN se consolidará la paz en Colombia? No. ¿La construcción de una mesa amplia de negociación con GAO dedicados al narcotráfico logrará acabar con la violencia en Colombia? Podría reducirla y simplificar su persecución policial pero no garantiza en ninguna medida su fin. ¿Cuál es el mejor medio para disminuir la violencia armada en Colombia? Mínimo bajo dos condiciones: disminuyendo a la menor expresión posible los cultivos de coca y dando garantías de retorno a la legalidad a los actores armados. Sino existen estas dos características los procesos fracasarán o serán imperfectos, ya que iniciativas de paz con altos niveles de coca facilitaran el reciclaje o aparición de nuevos actores; y por su parte la persecución militar sin planes integrales o salidas políticas ya ha demostrado ser insuficiente.

El gobierno actual ha planteado un giro en la lucha contra las drogas y aunque concuerdo en que la estrategia actual no está siendo efectiva, es necesario enfocar los principales esfuerzos, no en tratar de promover difíciles transformaciones globales, sino en diversificar en soluciones efectivas dentro de las fronteras nacionales, que consoliden la reducción efectiva de hectáreas sembradas para que no sigan entrando ríos de dinero y financiado la eterna violencia armada.

 

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