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La verdad es un bien público. Es indispensable para dignificar y reconocer a las víctimas, resolver las preguntas más complejas sobre lo ocurrido en el conflicto armado y visibilizar los caminos que conducen a la violencia. Por ello, el valor de la verdad es permitirnos entender lo ocurrido para imaginar el futuro de manera distinta.
Ese sentido prospectivo de la verdad viabiliza el avance social hacia cambios sustanciales. Por ejemplo, adoptar reformas para prevenir la violencia y garantizar condiciones de vida pacíficas. Identificar alertas sobre el debilitamiento de la democracia y el Estado de derecho, así como prevenir las violaciones de los derechos humanos. La verdad es una necesidad para la vida en sociedad. Su valor es inconmensurable.
Luego de un conflicto armado tan extenso y deteriorado, de millones de víctimas y de falta de conciencia colectiva sobre la gravedad de la violencia, se hace aun mas necesario proteger la verdad. Distintos sectores de la sociedad, interesados en nuestro futuro colectivo, deberían celebrar todo esfuerzo por contribuir a su esclarecimiento. La Comisión de la Verdad es una institución central para ese propósito en este momento. Esa entidad ha escuchado a las víctimas, ha trabajado por esclarecer la verdad a partir de sus relatos, y ha contrastado con autonomía e independencia lo dicho por entidades, responsables y otros actores.
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El informe que dicha Comisión publicará a mediados de este año dará cuenta de la información recogida. Será doloroso y difícil de entender porque incomodará. Nos permitirá ver luz luego de años de oscuridad. La verdad ha sido una víctima permanente del conflicto armado. Por eso, la paz no es posible sin la verdad. Esta garantiza la memoria y la dignidad de las víctimas. El futuro de las próximas generaciones depende de protegerla para construir garantías de no repetición.
Además de su legado de esclarecimiento, el informe incorporará recomendaciones muy importantes para fortalecer la convivencia y la no repetición. Se tratará de compromisos de transformación del presente mirando al futuro para enfrentar el pasado. Con la claridad de la verdad deberíamos ver el camino a seguir para vivir no a pesar de los conflictos sino inteligentemente en ellos, reconociéndolos y conteniéndolos, como diría el filósofo colombiano Estanislao Zuleta.
¿Cómo evitar que siga ocurriendo? ¿Cómo prevenir que vuelva a ocurrir? Para contestar estas preguntas se necesita la verdad. Si las mismas causas producen los mismos efectos, se deben adoptar medidas para evitarlas. La extensión de la violencia es un efecto de la toma de decisiones equivocadas. Debemos mirar hacia adelante reconociendo y aprendiendo de nuestro pasado. ¿Cómo responderemos a los hallazgos del informe? ¿Cómo vamos a afrontar las causas y consecuencias de la violencia? ¿Qué haremos para que no se repita?
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Las garantías de no repetición, cuyo propósito es ayudarnos a corregir el rumbo para evitar más dolor, solo se pueden producir y consolidar soportadas en la verdad. Para ello el diálogo es indispensable. La verdad es un bien público que debe ser gestionado por la sociedad. Los legados de la Comisión de la Verdad deberán tener eco bajo una particular memoria de la verdad. Además, la diversidad como valor fundamental de la sociedad, debe permitirnos percibir los matices y contrastes del porvenir colectivo.
Con las futuras generaciones tenemos el compromiso de contribuir, especialmente desde la diferencia, a la construcción de una sociedad que le apueste al diálogo desde el conocimiento de la verdad y que se comprometa con la no repetición. Que la verdad nos traiga un futuro con dignidad. La utopía es la meta.