¿Cómo les fue en la misión humanitaria en el Baudó? ¿Qué encontraron? ¿Se agravó la situación allí?
Hay una grave crisis humanitaria en todas las regiones del Pacífico, pero muy especialmente en el Baudó, el año pasado el conflicto fue impresionante. En el Atrato o el San Juan o en Tumaco hay más posibilidades de visibilizar, hay presencia de ONGs, pero el Baudó y la costa pacífica chocoana son como las Cenicientas, no tienen dolientes. Desde agosto empezamos a decirle a la iglesia y a las Naciones Unidas que había que ir por la grave situación de Derechos Humanos: sabíamos de personas asesinadas, de desaparecidos, en medio de la ley del silencio, nos dábamos cuenta porque algunos líderes llamaban y decían “miren, las Autodefensas Gaitanistas se llevaron a Fulano y mataron a Perano”, o decían “el Ejército de Liberación Nacional está poniendo minas, están haciendo reclutamiento”.
Hay una connivencia en la región entre las Autodefensas Gaitanistas y la Fuerza Pública, cómo es posible que en la cabecera municipal de Pie de Pató [municipio de Alto Baudó] en noviembre las Agc lleguen y asesinen un joven indígena al lado de la estación de Policía y nadie vio nada. Con todo ese clamor de las comunidades, con las que tenemos contacto directo a través de los misioneros y misioneras y de las autoridades étnicas, coordinamos dos fechas: una en octubre y otra en noviembre, pero por la ola invernal no pudo hacerse la misión. En febrero por fin pudimos recorrer el Alto Baudó con los tres obispos del Chocó, la Alta Comisionada de la ONU y el Consejo Noruego para los Derechos Humanos. La misión coincidió con los acontecimientos en Miácora, un caserío indígena donde hubo un enfrentamiento entre las Agc y el Eln dentro de la misma comunidad, con los hechos tan graves que ya todos conocemos.
Allí fue donde murió Luz Aida Concha…
Si, dejando dos niños huérfanos. Aproximadamente mil personas están desplazadas o confinadas. Nosotros no pensábamos ir hasta allí, pero viendo la gravedad un pequeño grupo encabezado por monseñor Hugo Torres, obispo de Apartadó, el padre Jaime Zapata de la diócesis de Istmina, el fotógrafo Jesús Abad Colorado y yo, nos fuimos hasta Miácora, seis horas más arriba de donde estaba la misión humanitaria. Nos encontramos unas comunidades llenas de pánico, la gente no puede ir a cultivar, hay muchos líderes amenazados dentro de su mismo territorio, hay territorios minados, y es muy triste ver la situación de salud, las escuelas abandonadas, no entiendo cómo dice el gobierno nacional que los niños están estudiando en medio de la pandemia, si allá no hay conectividad, no hay internet, no hay señal, no hay nada. Las Agc cada vez penetran más por Nuquí y por Puerto Meluk, mientras el gobierno nacional en cabeza del ministro del interior Daniel Palacios sale a decir que el territorio está bajo control. Si, está controlado, pero por las Agc, porque la Fuerza Pública siempre llega tarde y no es garantía de seguridad para las comunidades. Por ejemplo, en el resguardo del Alto Baudó hay cuatro comunidades desplazadas y alrededor está el Eln, que tiene todo minado, al otro lado están las Agc, y en el medio está el Ejército, entonces la gente dice que lo que está pasando es que el Ejército media entre ambos. Lo que vimos en todo el recorrido por los ríos Miácora, Cugucho, Catru, fueron comunidades azotadas por la guerra y la no presencia real del Estado Social de Derecho. El año pasado dijimos que el Pacífico estaba en crisis entre el coronavirus y el olvido, esa es la sensación que nos deja la misión.
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Esa situación es crónica, no empezó en diciembre, ni en 2019. El Baudó ni siquiera tuvo esa calma transitoria de otras zonas cuando las Farc se retiraron de los territorios. ¿Qué está en disputa? ¿Qué hay allí que estos grupos lo codician tanto?
Usted tiene razón, el Baudó ha estado siempre bajo el mando de los grupos armados, eso viene hace tres décadas, primero con el Eln, luego en 2000 y 2001 entraron los paramilitares. En 2001 cuando se dio la incursión paramilitar todo el municipio del Alto Baudó fue desplazado, a mí me tocó recibirlos en Quibdó. ¿Qué hay detrás? No es un secreto que esa cuenca tiene una gran riqueza de recursos naturales, como el resto del Chocó. Allí hay unas reservas de gas, es una despensa agrícola y el Alto Baudó tiene una inmensa riqueza hídrica. Es un corredor estratégico, el que controla la zona controla el narcotráfico. Y recuerde que por allí va a cruzar la vía Nuquí – Las Ánimas, la Panamericana, que va hacia Tribugá, hay unos intereses muy grandes por parte del Estado y los capitales extranjeros para controlar esa gran cuenca y sus recursos naturales. Eso es lo central en la disputa, ahora, en el resguardo de Miácora, que tiene ochenta mil hectáreas, no hay una sola hoja de coca y lo que quieren hacer las Agc es penetrar para obligar a los indígenas a que siembren. Por eso hemos dicho que hay que proteger ese resguardo antes de que esté plagado de coca y vengan a decirnos que es un problema de narcotráfico, se lo dije en Buenaventura a la vicepresidenta Martha Lucía Ramírez, como el gobierno justifica todos los desplazamientos y asesinatos de líderes con el tema del narcotráfico, entonces allá donde no hay ¿por qué están desplazado y matando a la gente?
Todo se hubiera evitado si se profundizara en los acuerdos de paz y se avanzara con el Eln y las Agc. El Eln manda mensajes, los obispos se pronuncian, las comunidades también, pero hay una negación absoluta del tema ¿qué le ocurre al alto gobierno?
Yo lo que veo ahí es que este gobierno y quienes están detrás, su partido político y quienes lo apoyaron, no quieren la paz, les interesa profundizar la guerra. Es gravísimo cómo no implementan los acuerdos de La Habana y quieren echar para atrás todo, destruir el sistema de verdad, justicia y reparación. No ven nada bueno de ese proceso y lo poco que están haciendo lo hacen porque hay una comunidad internacional presente y además sería una violación flagrante de la Constitución. Para ellos la guerra es un negocio: para sus empresas, sus megaproyectos, sus intereses.
Nosotros creemos que el 2022 es clave, ¿a quiénes vamos a elegir en el Congreso y la presidencia? Los que hemos vivido la guerra debemos ponerle cuidado a eso, Colombia no puede seguir sumida en esta guerra. Lo dijo el Papa Francisco aquí, lo dijo en Brasil y ahora lo dice en su visita a Irak: el único camino que nos queda es la paz. Y eso hay que decírselo también al Eln, tienen que mostrar voluntad de paz, hablan que están del lado de las comunidades, pero lo que vemos es todo lo contrario. Entonces le pedimos al gobierno la reanudación de los diálogos, pero al Eln también le estamos diciendo allá adentro, en el día a día, que no estamos de acuerdo con que sigan minando territorios, con que sigan reclutando niños, tienen que ponerse serios para estar en un proceso, igual a las Agc y todos esos grupos armados. Nosotros creemos, con las comunidades y las organizaciones étnico-territoriales, que esta guerra hay que pararla, hay que acabarla, no vamos a desmayar en ese propósito.
Hay que exigirle al Eln, pero es muy difícil cuando Miguel Ceballos afirma en una entrevista que su gran logro como Comisionado de Paz ha sido demostrar que ellos no van a negociar, es un tipo que se jacta de haber pateado la mesa de diálogos…
Yo siempre lo dije, este no es un comisionado de paz, es un comisionado para la guerra. Cuando él habla de “paz con legalidad” no sé a qué se refiere, eso no lo hemos visto. Le quedó grande el cargo, se lo he dicho, porque lo que tenía que hacer era todo lo contrario, para desenmascarar al Eln no necesitábamos un comisionado de paz, a él lo pusieron ahí para todo lo contrario: hacer un trabajo con la sociedad civil y convencer a los ilegales que ese no es el camino. Su gran logro ha sido convencer a los ilegales de que el camino es la ilegalidad. Se lo dije en Quibdó en 2019, ‘hermano, acá hay un acuerdo humanitario, una propuesta, una iniciativa desde las comunidades’. Se la entregamos, venga vámonos para el Baudó, para el San Juan, para el Atrato, a hablar con la ilegalidad, a hablar con los que están en la guerra a ver si los sacamos de allá. El mejor ejemplo de eso fueron las Farc, ellos no se metieron al proceso de la noche a la mañana, fueron años de ir y venir, de comisionados hablando, conversando, hasta que se dieron las cosas como se dieron. Pero este gobierno no tiene voluntad de paz. Ceballos parece más un ministro de defensa que otra cosa, aprovechó su trabajo de comisionado de paz haciendo todo lo contrario: mandando mensajes de guerra. El gobierno dejó perder una oportunidad, por eso insisto en que el nuevo gobierno tiene que entender que la paz es el único camino, se lo está diciendo la Unión Europea, se lo están diciendo desde los Estados Unidos, pero no lo entienden.
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¿Usted cree que con la elección de Joe Biden en Estados Unidos se abre una posibilidad para el diálogo en Colombia?
Claro que sí. Son muy importantes los mensajes que mandan en las políticas de paz y de medio ambiente. Yo, que camino todos estos territorios y comunidades, siento que se puede hacer una estrategia de ambientación, no de la noche a la mañana, pero la posibilidad del diálogo está ahí. Creo que, si el Eln todavía está sosteniendo una mesa en La Habana, con todas estas dificultades, es porque tarde o temprano tiene que escuchar a la sociedad civil, tiene que escuchar a las comunidades, si es fiel a su ideología. Van a entender, tarde o temprano, y lo mismo las Autodefensas Gaitanistas si se abre una puerta de acogida con ellos, pero no desmovilización individual, porque eso es lo que ha existido todo el tiempo, para eso no se necesitaba un decreto. La sociedad colombiana tiene que insistir en abrir esas puertas, Colombia no puede ser una isla dentro de toda esta macropolítica, no podemos tener una guerra eterna. Yo he vivido de cerca la violencia, pero tengo una esperanza muy grande que en los próximos diez, quince o veinte años tenemos que seguir ese camino, un mandato ciudadano por la paz, por acabar la guerra.