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‘En Barranquilla seguimos la guerra en tiempo real con el celular’: Luis Trejos

Videos que circulan entre los pobladores con desmembramientos de personas, grabaciones entre estructuras criminales que exhiben las armas y emiten amenazas hacen parte de la confrontación en la capital del Atlántico. El investigador de la Universidad del Norte explica el nuevo conflicto que vive la ciudad, cuyas raíces están en la desmovilización paramilitar.

Redacción Colombia +20
30 de septiembre de 2021 - 11:06 p. m.
El docente e investigador Luis Fernando Trejos en su oficina de la Universidad del Norte, donde recibió a Colombia+20.
El docente e investigador Luis Fernando Trejos en su oficina de la Universidad del Norte, donde recibió a Colombia+20.
Foto: Colombia+20

La noche del viernes 24 de septiembre, un reciclador que hurgaba los desechos halló la cabeza de un hombre dentro de una bolsa negra abandonada en el bulevar Simón Bolívar, en Barranquilla. Durante los días siguientes, por redes sociales y en los celulares de los pobladores, circuló el video de una posible decapitación, mientras quienes la perpetraron enviaban un mensaje a miembros de la estructura criminal rival. Ese mismo día, los conductores de los buses en la ciudad pararon sus actividades, como una manera de protestar por los asesinatos de sus compañeros. En el último mes, se han presentado cuatro homicidios a manos de sicarios. Y a un parqueadero de buses de empresas de transporte, en el municipio de Soledad, le lanzaron una granada el pasado 11 de septiembre.

Mientras todo eso ocurre, entre los habitantes de Barranquilla circulan los videos de sicarios de distintas bandas que se amenazan, muestran las armas y graban asesinatos a sangre fría. Entre enero y agosto de 2021, en el Atlántico se han cometido 464 homicidios, 137 más que en 2020 y 124 más que en 2019. Por eso, las declaraciones del alcalde Jaime Pumarejo sobre las causas de la inseguridad en Barranquilla desataron la indignación de los pobladores. Según el mandatario, está disparada porque la ciudad es muy próspera y se mueve mucho dinero: “Barranquilla es de las ciudades con menos desempleo juvenil en Colombia, pero eso significa también que eso nos hace más atractivos para el delincuente, porque el delincuente quiere llegar a una ciudad donde hay dinero circulando, donde hay gente pujante con un celular en el bolsillo. El delincuente no le hace rentable robarle a quien no tiene y es por eso que Barranquilla se vuelve una plaza importante, por eso es que los grupos delincuenciales quieren llegar a Barranquilla”.

Si bien la versión oficial señala que las estructuras armadas apenas están intentando entrar a la capital del Atlántico, la ciudad tiene una larga historia de presencia de grupos herederos de la desmovilización paramilitar, que tienen impactos directos en la guerra que se está viviendo hoy. Luis Fernando Trejos es investigador y profesor del departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad del Norte y le ha seguido la pista a la reconfiguración armada en Barranquilla y el Atlántico desde la llegada de las Autodefensas Unidas de Colombia. En esta entrevista con Colombia+20, explica su mirada sobre lo que denomina una una guerra abierta entre las Agc o Clan del Golfo y Los Costeños, con la particularidad de la ‘mexicanización’ de las organizaciones, que graban hechos violentos para amedrentar a sus rivales y la población.

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Usted lo dice de forma vehemente: en Barranquilla hay una guerra declarada entre las Agc o Clan del Golfo y Los Costeños. ¿Cuál es el origen de esa disputa?

El origen hay que rastrearlo en la presencia que tuvo el paramilitarismo en Barranquilla desde finales de los noventa, con el frente José Pablo Díaz de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc). Ese grupo llegó a la ciudad a asumir el control del crimen organizado, porque realmente no hacían contrainsurgencia, pues no había insurgencia. Barranquilla se configura más bien como una gran plataforma para exportar clorhidrato de cocaína porque hay puerto, río, costas y playas, relativamente, poco habitadas. Ese frente logró hegemonizar el crimen organizado en la ciudad, acabó con sus competidores y terminó sirviendo como una estructura logística que asumía droga de otras estructuras de las Auc que salía por acá, así como también cuidaba y prestaba servicios logísticos a mafiosos de otras partes de Colombia que enviaban el clorhidrato para sacarlo. Era una organización criminal que logró incrustarse en la ciudad y administrar rentas dentro de ella de forma exitosa.

Una vez sale esa organización, alguien tiene que administrar eso. Y lo que hemos visto, desde 2006 hasta la actualidad, es que ha habido cambios y recambios de organizaciones criminales, unas nacionales y otras locales, que han buscado la hegemonía del territorio. Pero desde ese momento el paramilitarismo cambia y empieza a aplicar principios empresariales a la práctica criminal y eso es la subcontratación o tercerización de actividades criminales. Esas organizaciones se dan cuenta que trasladar una estructura desde la matriz, por ejemplo, Urabá, hasta acá, representa unos altos costos no solo financieros sino humanos, y empiezan a subcontratar a grupos locales. Ahí es cuando aparecen Los Rastrojos Costeños. Quien contrata no tiene interés en la extorsión de la tienda o la olla del vicio, lo que le interesa es que cuando llegue el producto a la ciudad sea resguardado. Lo que nos ha demostrado la historia en Barranquilla es que los que son contratados, cuando acumulan muchos recursos, desafían a quien los contrata.

¿Y eso es lo que está pasando hoy, en 2021?

La particularidad especial del momento es que tenemos un 2020 de cuarentena y de pandemia, que golpeó durísimo a las economías criminales. Si bien esos grupos manejan portafolios de rentas y se lucran de muchas fuentes, derivan el grueso de sus ingresos de la extorsión y la exportación de clorhidrato de cocaína. La extorsión disminuyó por la cantidad de negocios cerrados. Y el narcotráfico tampoco fue tan rentable porque cerraron aeropuertos y fronteras terrestres. El comercio se mantuvo activo, pero con una muy baja intensidad y la movilidad estaba restringida. Mover la droga desde el punto de procesamiento hasta el de exportación, implicaba mayor exposición, pues se podía ejercer más control sobre las vías. En 2020, la incautación de alijos de cocaína en las vías de La Guajira fue cuestión de todos los días. Uno asume que venía desde afuera y no tenía el intermediario local.

En el segundo semestre del año, cuando se relajaron las medidas de restricción, todos esos actores que habían visto sus finanzas comprimirse de manera importante, salieron a competir por capturar las rentas que aún quedaban en pie después de pandemia y en Barranquilla se disparó el homicidio, mientras la tendencia en las grandes ciudades fue que el homicidio disminuyó. Cuando hay muchas economías para predar, se puede repartir territorio. Pero cuando eso se comprime, hay unos actores que quedan por fuera y tienen que moverse hacia otros sectores donde todavía queda economía. Pero a las Agc les interesa Barranquilla como punto de exportación de clorhidrato y eventualmente como centro de lavado. A Los Rastrojos Costeños, que ya perdieron y que no tienen la capacidad de traer el producto sino que son operadores logísticos, elevaron la apuesta en términos de violencia, porque empezaron a atacar a los choferes de transporte público para presionar a las empresas el pago de la extorsión.

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¿Y cómo entender en ese escenario el tema de los desmembramientos y la cabeza de un hombre que fue encontrada en la ciudad?

No es la primera vez que sucede. Van más de 15 desmembrados que empezaron en 2012, en el barrio Las Flores, que es estratégico porque es en el tramo final del río. Eso ha sido un enclave de ilegalidad, porque por lancha rápida sacan lo que quieran y lo llevan a mar abierto y allá transbordan. En 2013, hubo un pico de violencia parecido al de ahora, cuando Los Costeños se separaron de Los Rastrojos y empezaron a buscar rentas locales y entraron en guerra con ese grupo. La diferencia y lo particular de ahora son las redes sociales. Todo esto está llegando al ciudadano en tiempo real. Antes para ver eso había que esperar el noticiero y eso implicaba un filtro, porque hay una narrativa y puede haber censura. Hoy se perdió eso, el ciudadano se informa de manera directa con su celular sin ninguna narrativa. Construye su narrativa o se suma a la de la comunidad: se desbordó el crimen.

Además, está la ‘mexicanización’ de nuestras organizaciones, que ahora están haciendo videos. Nosotros estábamos acostumbrados a ver videos del Eln, de las Farc, pero no de bandas locales. En Barranquilla van al menos cuatro videos. En el primero son tres sicarios del Clan del Golfo mandándole razón a Los Costeños, de “vamos a llegar, vamos para tal barrio”, siempre mostrando las armas. Aparece otro, hace unas semanas, de Los Rastrojos Costeños, de una puesta en escena y cuatro tipos con fusiles. Uno está sentado frente a una mesa, donde lee una especie de comunicado y habla de una estructura Flamengo Márquez. Luego aparece un tercer video que, al parecer, es el de la decapitación, de la cabeza que se encontró después, y ahí también están enviando una razón a alguien. Y hay uno del fin de semana pasado, en el que miembros de una organización llegaron a una casa en Soledad donde está una pareja viendo televisión y les dicen que tienen dos horas para irse, sino los matan. Es decir, esos grupos se están exhibiendo a pesar de los costos que eso tiene.

Y además haber dejado la cabeza en un sector tan concurrido como el bulevar Simón Bolívar…

Los desmembramientos son funcionales en la que medida en que si un grupo va a un territorio que controla otro grupo, ataca el lugar comercial donde siempre se reúnen (un billar, una tienda, una discoteca) y hay varios muertos, la ciudadanía va a reclamar una respuesta institucional y va a pedir acciones de las autoridades, y es malo para los negocios. Pero si agarra a un miembro del competidor y sobre ese cuerpo despliega toda la violencia, la barbarie, envía un mensaje. Por eso no es solo desmembrar, sino que se encuentre. La desaparición no sirve, aquí el mensaje es: “esto es lo que le pasa a los que nos desafían”. Por eso aparece donde aparece, en ese sitio tan concurrido. Pero como es solo un muerto, no se prende ninguna alarma. Es un homicidio violento, pero es uno.

Usted asegura que la guerra no silenciosa, como ocurría antes…

Sí, porque era de muy baja intensidad. Ahora está el hecho de tocar el transporte público. A los choferes no los han matado llegando a sus casas, sino manejando el bus. Eso no se oculta. Y no fue un hecho ni dos, han sido varios, más la granada a la empresa transportadora, los atentados… Y ahora el alcalde que sale con las declaraciones de que en Barranquilla hay mucha plata entonces el bandido viene a quitarles. Ellos han tenido siempre la narrativa de ‘aquí no pasa nada’, ‘esos grupos están intentando entrar’. Y eso es peligroso, porque cada vez que aparece una persona asesinada, dicen que tenía anotaciones judiciales. ¿Eso qué intención tiene? Separar buenos y malos muertos. Cuando a mí me dicen como ciudadano que la persona tenía un prontuario, no reclamo ningún tipo de acción institucional. El alcalde una vez lo señaló: “El homicidio de inocentes está controlado”. O sea, aquí no hay problema porque se están matando los malos.

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-(-)30 de septiembre de 2021 - 11:57 p. m.
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