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                                                                                                                              Las víctimas de la erradicación forzada de cultivos de coca

                                                                                                                              Una docena de campesinos ha muerto a manos de militares o policías en medio de operaciones de erradicación forzada. Asimismo, 497 erradicadores han sido víctimas de minas antipersonal. Un elevado costo humano para que en más del 60% de los casos los campesinos vuelvan a sembrar coca. Una batalla perdida.

                                                                                                                              Sebastián Forero Rueda

                                                                                                                              Periodista político
                                                                                                                              Al frente, una guardia campesina del Catatumbo y al fondo, dos militares en medio de un sembradío de coca. Imagen tomada en Hacarí, Norte de Santander.
                                                                                                                              Foto: Óscar Pérez
                                                                                                                              Foto: El Espectador

                                                                                                                              A las 3:30 p.m. del 26 de marzo de 2020, el soldado Jhon Eider Arbeláez López disparó su fusil galil calibre 22, por una razón que aún la justicia no ha establecido, contra Alejandro Carvajal, un campesino de 22 años que se encontraba a 239 metros más arriba en la montaña. La bala le entró por la espalda, a la altura del tórax, y perforó su corazón. Se desplomó al instante frente a su padre Teófilo y su hermano Daniel. A su alrededor estaban decenas de campesinos que participaban de ese asentamiento instalado en Sardinata, Catatumbo, para evitar que los militares les arrancaran por la fuerza las matas de coca que les dan de comer.

                                                                                                                              Contexto: El campesino que murió por un disparo del Ejército en el Catatumbo

                                                                                                                              “Mi sargento… acabé con mi vida, se me fue un disparo”, le habría dicho el soldado Arbeláez López inmediatamente después al sargento Erick David Corby Argumedo, ambos del Batallón de Operaciones Terrestres (Batot) No. 9, adscrito a la Fuerza de Tarea Vulcano, perteneciente a la Segunda División del Ejército. Esa es la versión que ha sostenido desde entonces, hace ya 20 meses, el soldado que acabó con la vida del joven Carvajal.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              El pasado mes de agosto, la Corte Constitucional se inclinó más por esta segunda versión, en la decisión que sacó el caso de la justicia penal militar y lo asignó a la jurisdicción ordinaria. En ese auto, el alto tribunal escribió: “existe incertidumbre acerca de qué fue lo que verdaderamente ocurrió, pues al momento de los hechos el centinela Arbeláez López se encontraba solo y, minutos después de lo acontecido, fue él quien informó al Sargento Segundo a cargo del pelotón que “se le había ido un disparo”, los testigos refieren no saber qué fue lo que sucedió ni los motivos por los cuales el soldado Arbeláez López disparó el arma, pues para ese momento no había ninguna situación de amenaza que implicara abrir “fuego”. Además, la víctima se encontraba desarmada y a una distancia de 239 metros del lugar donde se encontraban los soldados”.

                                                                                                                              Vea: (En cifras) problema de los cultivos de uso ilícito tras cinco años del Acuerdo

                                                                                                                              El caso reposa actualmente en el juzgado 01 penal municipal de Cúcuta. El pasado lunes 22 de noviembre, la Fiscalía imputó al soldado por homicidio doloso, como había pedido la defensa de la víctima, es decir, haciendo énfasis en la intención del soldado de asesinar al joven campesino.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Dos meses antes de que Alejandro Carvajal muriera por el disparo del militar, Segundo Girón también murió en una operación de erradicación forzada de coca, esa vez ejecutada por la Policía Antinarcóticos. El sábado 1 de febrero, grupos móviles de erradicación llegaron hasta territorio del consejo comunitario Río Mejicano, en zona rural de Tumaco (Nariño), a arrancar las matas de ese cultivo de uso ilícito. La comunidad salió a oponerse a los uniformados y la situación derivó en choques entre pobladores y policías. En medio de la confrontación, Segundo Girón murió por un disparo de arma de fuego.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Vea: En Briceño (Antioquia) arrancaron la coca, pero no los proyectos productivos

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Sus nombres eran Diego Escobar Dorado, Nelson Chacuendo Colamba, Janier Usperto Cortés, Jaime Guanga Pai, Alfonso Taicús Taicús, Iván Darío Muñoz y Aldemar Gil.

                                                                                                                              Le recomendamos: Anorí e Iscuandé, donde la tensión entre cocaleros y fuerza pública no se erradica

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Del otro lado también hay víctimas. Desde 2006, cuando se empezó a utilizar en Colombia la erradicación manual forzada de coca, hasta la fecha 497 personas que ejecutaban labores de erradicación fueron víctimas de minas antipersonal. De esas, 432 eran civiles que contrata el Estado para esas labores y 65 eran miembros de la fuerza pública que los acompañaban. Del total, 52 personas murieron, entre unos y otros.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Le puede interesar: Las vidas que cobra la erradicación forzada de coca

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                                                                                                                              Foto: El Espectador
                                                                                                                              Al frente, una guardia campesina del Catatumbo y al fondo, dos militares en medio de un sembradío de coca. Imagen tomada en Hacarí, Norte de Santander.
                                                                                                                              Foto: Óscar Pérez
                                                                                                                              Foto: El Espectador

                                                                                                                              A las 3:30 p.m. del 26 de marzo de 2020, el soldado Jhon Eider Arbeláez López disparó su fusil galil calibre 22, por una razón que aún la justicia no ha establecido, contra Alejandro Carvajal, un campesino de 22 años que se encontraba a 239 metros más arriba en la montaña. La bala le entró por la espalda, a la altura del tórax, y perforó su corazón. Se desplomó al instante frente a su padre Teófilo y su hermano Daniel. A su alrededor estaban decenas de campesinos que participaban de ese asentamiento instalado en Sardinata, Catatumbo, para evitar que los militares les arrancaran por la fuerza las matas de coca que les dan de comer.

                                                                                                                              Contexto: El campesino que murió por un disparo del Ejército en el Catatumbo

                                                                                                                              “Mi sargento… acabé con mi vida, se me fue un disparo”, le habría dicho el soldado Arbeláez López inmediatamente después al sargento Erick David Corby Argumedo, ambos del Batallón de Operaciones Terrestres (Batot) No. 9, adscrito a la Fuerza de Tarea Vulcano, perteneciente a la Segunda División del Ejército. Esa es la versión que ha sostenido desde entonces, hace ya 20 meses, el soldado que acabó con la vida del joven Carvajal.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              El pasado mes de agosto, la Corte Constitucional se inclinó más por esta segunda versión, en la decisión que sacó el caso de la justicia penal militar y lo asignó a la jurisdicción ordinaria. En ese auto, el alto tribunal escribió: “existe incertidumbre acerca de qué fue lo que verdaderamente ocurrió, pues al momento de los hechos el centinela Arbeláez López se encontraba solo y, minutos después de lo acontecido, fue él quien informó al Sargento Segundo a cargo del pelotón que “se le había ido un disparo”, los testigos refieren no saber qué fue lo que sucedió ni los motivos por los cuales el soldado Arbeláez López disparó el arma, pues para ese momento no había ninguna situación de amenaza que implicara abrir “fuego”. Además, la víctima se encontraba desarmada y a una distancia de 239 metros del lugar donde se encontraban los soldados”.

                                                                                                                              Vea: (En cifras) problema de los cultivos de uso ilícito tras cinco años del Acuerdo

                                                                                                                              El caso reposa actualmente en el juzgado 01 penal municipal de Cúcuta. El pasado lunes 22 de noviembre, la Fiscalía imputó al soldado por homicidio doloso, como había pedido la defensa de la víctima, es decir, haciendo énfasis en la intención del soldado de asesinar al joven campesino.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Dos meses antes de que Alejandro Carvajal muriera por el disparo del militar, Segundo Girón también murió en una operación de erradicación forzada de coca, esa vez ejecutada por la Policía Antinarcóticos. El sábado 1 de febrero, grupos móviles de erradicación llegaron hasta territorio del consejo comunitario Río Mejicano, en zona rural de Tumaco (Nariño), a arrancar las matas de ese cultivo de uso ilícito. La comunidad salió a oponerse a los uniformados y la situación derivó en choques entre pobladores y policías. En medio de la confrontación, Segundo Girón murió por un disparo de arma de fuego.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Vea: En Briceño (Antioquia) arrancaron la coca, pero no los proyectos productivos

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Y el 3 de julio, en el corredor Puerto Vega – Teteyé, en Puerto Asís (Putumayo) la víctima fue Educardo Alemeza Papamija. En este caso, la comunidad denunció que la fuerza pública intentó presentarlo como guerrillero muerto en combate, pues habrían intentado vestirlo con prendas militares. La reacción y la protesta de los pobladores impidió que así sucediera y se supo que se trataba de un poblador de la región que participaba de las protestas contra la erradicación.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Sus nombres eran Diego Escobar Dorado, Nelson Chacuendo Colamba, Janier Usperto Cortés, Jaime Guanga Pai, Alfonso Taicús Taicús, Iván Darío Muñoz y Aldemar Gil.

                                                                                                                              Le recomendamos: Anorí e Iscuandé, donde la tensión entre cocaleros y fuerza pública no se erradica

                                                                                                                              No son hechos aislados

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              En un intento por documentar la dimensión de estos choques, el Observatorio de Restitución y Regulación de Derechos de Propiedad Agraria, de la Universidad Nacional y la Universidad del Rosario, registró 129 incidentes entre campesinos y fuerza pública en medio de operativos de erradicación forzada de coca, desde diciembre de 2016 hasta febrero de 2021. Es el único registro que existe en el país sobre estos choques. Los muertos son solo la expresión fatal de una escena que se repite territorio tras territorio.

                                                                                                                              Del otro lado también hay víctimas. Desde 2006, cuando se empezó a utilizar en Colombia la erradicación manual forzada de coca, hasta la fecha 497 personas que ejecutaban labores de erradicación fueron víctimas de minas antipersonal. De esas, 432 eran civiles que contrata el Estado para esas labores y 65 eran miembros de la fuerza pública que los acompañaban. Del total, 52 personas murieron, entre unos y otros.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Instancias de Naciones Unidas han exhortado al Estado colombiano al menos en dos ocasiones a detener el uso de civiles en las labores de erradicación forzada. La primera, por el Comité de Derechos Humanos, en 2016, cuando escribió: “El Comité nota con preocupación los informes relativos a actividades de erradicación manual de cultivos de coca realizadas por campesinos pobres que no tienen otras oportunidades laborales, en zonas donde están expuestos a los riesgos generados por la existencia de minas terrestres y la presencia de grupos armados ilegales”. Y agregó: “El Estado debe interrumpir el uso de civiles en actividades de erradicación manual de cultivos de coca hasta que se verifique, de conformidad con los estándares internacionales para dicha verificación, que las áreas en las que se deban realizar tales actividades estén efectivamente libres de minas terrestres y se verifique también que esas áreas estén efectivamente libres de otros peligros que puedan poner en riesgo su vida o integridad”. Y la segunda, por el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, en 2017, que expresó lo mismo.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Le puede interesar: Las vidas que cobra la erradicación forzada de coca

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                                                                                                                              Uno de los argumentos más certeros que han lanzado diferentes sectores contra la erradicación forzada es que, al final, todo ese costo será en vano. La resiembra de cultivos, aplicando esa estrategia, puede alcanzar hasta el 69%, según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). En 2019, Colombia registraba 154.000 hectáreas de coca en todo el país y durante ese año, según cifras oficiales, la Fuerza Pública erradicó 94.670 hectáreas. Sin embargo, para 2020, la disminución en las hectáreas fue de apenas 7%, bajando a 143.000 hectáreas. El año pasado, 2020, la Fuerza Pública erradicó 130.000 hectáreas, cuyo resultado sólo se verá hasta 2022, cuando salga el monitoreo sobre hectáreas cultivadas en 2021. Es una batalla perdida.

                                                                                                                              Foto: El Espectador

                                                                                                                              Por Sebastián Forero Rueda

                                                                                                                              Periodista y politólogo de la Universidad Javeriana, con experiencia en cubrimiento de temas de paz, conflicto armado, derechos humanos y economía de la coca.@SebastianForerrsforero@elespectador.com

                                                                                                                              Ver todas las noticias
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