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Rosa Amalia Mendoza y su lucha por la vivienda rural digna en el sur de Bolívar

Esta excombatiente de las Farc fue una de las víctimas de la masacre de Quebrada Honda (Bolívar), en la que también fueron asesinadas otras cuatro personas. Sus amigos cercanos dicen que, después de dejar las armas, se convirtió en una defensora de los derechos de los indígenas y campesinos.

Redacción Colombia +20
29 de diciembre de 2020 - 08:42 p. m.
Rosa tenía 25 años y entre sus tareas de reincorporada fundó Asovisbol (Asociación de Vivienda Agraria y Ambiental del sur de Bolívar).
Rosa tenía 25 años y entre sus tareas de reincorporada fundó Asovisbol (Asociación de Vivienda Agraria y Ambiental del sur de Bolívar).
Foto: Cortesía

Rosa Amalia Mendoza, de 25 años, indígena y de origen campesino, soñaba con formar una familia, ser veterinaria y darle un mejor futuro a su familia. A pesar de su vida turbulenta, protagonizada por intimidaciones y decepciones, jamás se dejó opacar. A donde llegaba, Rosa contagiaba alegría y pasión por las flores, esas que jamás le faltaron de adorno en alguna de sus orejas.

Sus grandes problemas llegaron hacia 2012, cuando grupos paramilitares de la Serranía de San Lucas amenazaron con asesinarla por supuestamente colaborar con la guerrilla. Según Daniel King, compañero de fila de Rosa en las antiguas Farc, por las sensaciones de impotencia y desprotección decidió unirse a la guerrilla de las Farc hace ocho años, cuando era una menor de edad.

“Su ingreso fue obligado. Ella lo hizo porque estaba entre la espada y la pared con los ‘paras‘. ¿Acaso quién quiere ser asesinado? Ella vio en nuestra lucha una posibilidad para defenderse en caso de que se metieran con ella o con su familia”, asegura King.

Ya en las Farc, de acuerdo al testimonio de Gysell Cardona y Daisy, dos de sus grandes amigas y miembros de la autodenominada Asociación de Reincorporados de Montes de María, “su alma revolucionaria salió a brote”, incluso después de dejar las armas. Pero claro, su revolución, según sus más cercanos, no era violenta, sino una expresión de llegarle a la gente con bromas, cantos y risas.

A Rosa Amalia la conocían como Karen Palmeira, su nombre de guerra con el que sus amigos y compañeros prefieren recordarla, porque para ellos llamarla así es hacer alusión a una persona que “se atrevió a ser valiente para dejar una vida de civil en la que vivía en medio de condiciones miserables”, expresan desde Asociación de Reincorporados de Montes de María.

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En la guerra, Rosa tuvo espacio para el amor y las decepciones. Sus más cercanos en la guerrilla recuerdan cuando era pareja del excomandante del Frente 37, Álvaro José Canchila, Sandino, con quien en su momento quiso con formar un hogar, sueño que la vida estuvo a punto de negarle. Antes de entrar a las Farc, según le dijo Daisy a este diario, Rosa “perdió dos hijos y no hubo día en el que ella le llorara a la vida pidiéndole uno. Con Sandino, hombre al que ella amó con todas sus fuerzas, no pudo formar una familia, pero el milagro de su bebé le llegó en 2018; por suerte se pudo ir con ese sueño cumplido”.

Su legado permanece

El pasado 26 de diciembre, Rosa y cuatro personas más fueron asesinadas en la vereda Quebrada Honda, jurisdicción de Montecristo, Bolívar. Los reincorporados más cercanos a ella aseguran que al momento de su muerte ella no tenía amenazas, sin embargo, le atribuyen estos hechos al Eln, acusándolos que ese grupo tiene una rencilla con ellos desde el asesinato del antiguo guerrillero ’fariano’, Jorge Iván Ramos, hace un par de meses.

“Desde que somos reincorporados, ellos nos declararon como objetivo militar y seguramente con Karen se desquitaron un poco en la rabia que tienen hacia nosotros. Nos ven como un blanco fácil porque, a pesar de que ellos hagan intentos para reanudar una guerra, nosotros no retomaremos a las armas y los desesperaremos con parsimonia”, comenta King.

Carlos Holmes Trujillo, ministro de Defensa, ha respaldado esta versión: “De acuerdo a algunas versiones, se habría registrado un ataque violento y selectivo contra estas personas por parte del ELN”. Desde su cartera se ofreció una recompensa de hasta 40 millones de pesos para dar con el paradero de los responsables.

Lo preocupante es que los homicidios de los excombatientes de las Farc no han cesado. Desde que se firmó el Acuerdo de Paz, han asesinado a 249. El partido Farc le ha pedido al Gobierno Nacional extremar sus medidas que puedan garantizar su seguridad. Incluso han llegado a instancias judiciales, como la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) para exigir respuestas estatales eficaces.

Para los exguerrilleros, aunque inicialmente el Acuerdo trajo un ambiente de paz, en los últimos dos años la violencia se ha recrudecido. Sólo este año, de acuerdo con las organizaciones sociales, se han ejecutado 89 masacres, tres de ellas en el departamento de Bolívar, donde hacen presencia varios grupos armados, entre ellos, disidencias de las Farc, el Eln y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC).

Desde la dejación de armas, en 2017, Rosa optó por el camino de luchar contra la pobreza y enaltecer las bondades de la paz. Fue fundadora de la Asociación de Vivienda Agraria y Ambiental del sur de Bolívar (Asovisbol), una iniciativa para reivindicar los derechos indígenas y campesinos de su región para que pudieran contar con una vivienda digna tras los años de conflicto armado.

(Lea también: Asesinan a dos excombatientes de las Farc en Bolívar y Cauca)

Según sus amigos de la Asociación de Reincorporados de Montes de María, no podían esperar una iniciativa diferente por parte de ella, porque su vida como mujer indígena y pobre le formaron un carácter para siempre salir adelante ante la adversidad. “Ser mamá y ayudar a los demás eran sus mayores deseos. Sabía de la importancia de incentivar a las personas para que anhelaran con vivir en un lugar tranquilo y bonito junto con sus familias. Como actor del conflicto supo de primera mano los estragos de la guerra para las personas rurales y veía en su asociación una forma de tener una segunda oportunidad, de retribuir y crear comunidad”, asevera Cardona.

Desde su asociación en el sur de Bolívar prometen que sus enseñanzas y su trabajo comunitario jamás será olvidado. Les duele profundamente no haber tenido más tiempo para construir sueños juntos o para que ella y su hija hubieran podido tener una vida como siempre la soñaron. Hay resignación, pero en medio de ella, se consuelan con que Rosa murió sabiendo que hay vida después de la guerra y que su anhelo de ser madre y lideresa se cumplió, a pesar de la crudeza en el epílogo de su historia.

Para King, de ahora en adelante será un momento para recordar a Rosa con cariño: “A nuestros muertos siempre los recordaremos con cariño. No olvidaremos la semilla que ella dejó en nosotros, porque sabemos que la única forma en la que ella realmente se irá es si no la guardamos en nuestros pensamientos”, concluye.

Las primeras informaciones desde el territorio señalaron que entre las cuatro personas que también fueron asesinadas junto con Rosa Amalia estaba su hija de 18 meses de nacida. Sin embargo, en la tarde del miércoles 30 de diciembre, información extraoficial proveniente de la Serranía de San Lucas, aseguró que la bebé sobrevivió al atentado y se encuentra en buen estado de salud. Hasta la fecha de actualización de este artículo, las autoridades no han desestimado esta versión y las investigaciones siguen en curso.

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