Colombia+20 conversó con Pablo Beltrán, considerado el vocero político más importante del Ejército de Liberación Nacional, quien ha encabezado los intentos de diálogos de paz con varios gobiernos, el último de ellos durante el segundo mandato de Juan Manuel Santos. En la primera parte de la entrevista publicada el miércoles pasado, Beltrán afirmó que hay un canal de comunicación intermediado con el Gobierno Nacional. En esta segundo entrega, Beltrán hace un balance de los acuerdos con las Farc y asegura que no existen divisiones al interior del Eln.
Una lectura de los acuerdos con las Farc es que habría una apertura política para la ciudadanía y los movimientos sociales. Eso implicaba el desarme y desmovilización de la principal guerrilla del país. ¿No cree que el Eln se está convirtiendo en obstáculo para esos movimientos sociales?
Es difícil entrar en un balance de estos cinco años del acuerdo, pero si usted me pide uno yo diría que las Farc cumplieron y el régimen no. ¿A la sociedad colombiana que le queda? Una llama de esperanza, por ahí es el camino. Hay un torcido que no cumple, pero por ahí es el camino, esa es la gran lección aprendida de la solución política y nosotros la compartimos.
¿Todo el Eln?
Sí, todo. La paz es una bandera, ya no la tiene el santismo. Esa bandera está más allá de los partidos políticos y eso se debe al proceso. Usted se imagina que si las Farc hubieran desatado un proceso de participación alrededor de la negociación, ¿cómo sería de tumultuosa la defensa de esos acuerdos? Porque la gente defiende lo que ayuda a hacer. Aún siendo el Acuerdo de La Habana un acuerdo que se hizo entre cúpulas, la gente defiende ese acuerdo en el que no participó y en el que un torcido no cumple. Esa lección es muy grande, por ahí es el camino. Para cerrar el balance nosotros consideramos que más que un proceso de paz fue de pacificación.
Las comunidades aplauden esa pacificación...
Eso no está mal. Nosotros con Santos dijimos que terminábamos el conflicto armado, pero propiciábamos unas transformaciones con participación de la gente. Claro que sí se necesita ponerle fin al conflicto armado, en eso estamos de acuerdo. Pero le digo un subtítulo del punto cinco de nuestra agenda: vamos a sacar la violencia de la política. Esos son los mínimos, no es solamente entregar los fusiles del Eln. Ese es el problema, hay que sacar la violencia de la política.
Carlos Velandia, quien fuera también negociador del Eln y preso político, le dijo al Diario Público de España que la guerra colombiana se encuentra en su “fase final” ¿Comparte esa postura?
En general los procesos de guerra se impulsan porque se lucran de ellos. Quienes más impulsan la guerra lo hacen porque se enriquecen. Un famoso primer ministro francés lo dijo al terminar la Primera Guerra Mundial: “el petróleo viene al mundo chorreando sangre”. Si vamos a esa máxima y si la humanidad está dando pasos para acabar con los combustibles fósiles se le está cortando el tronco a la guerra, con todo lo que eso significa a nivel geopolítico: no sólo se está preservando el planeta para las nuevas generaciones, sino que se le está quitando la razón de ser a la guerra. El imperio del petróleo lleva 150 años. Estados Unidos tuvo que aceptar que no puede derrocar a los revolucionarios venezolanos, y llevan cinco años metiéndole carbón a esa caldera. ¿Qué dijeron los generales gringos? Que no estaban de acuerdo con una invasión, eso sí es un cambio. Si ellos profundizan ese tipo de cambios, el continente va a tener más paz. Solo haga la cuenta de los golpes de Estado. Yo mismo me pregunto, ¿qué tal que gane Petro? ¿Lo van a dejar ganar? ¿Va a haber fraude? ¿Lo van a matar o a derrocar? La fuente de guerra no viene de nosotros, nosotros lo que hacemos es defendernos. Que se acabe la guerra depende de muchos factores, pero el principal factor es una sociedad colombiana empoderada en un camino de solución política, que presiona a las fuerzas que se lucran de la guerra.
Eso es lo que se vio en el paro nacional
Totalmente de acuerdo, pero mire la respuesta al paro: ochenta y tantos muertos. Han matado más líderes sociales que guerrilleros. Esa es la guerra actual y por eso hay que pararla. Al líder social que va a una marcha, allá lo matan, y si es de la primera línea mire cómo les están haciendo la cacería. El fin de la guerra va en un buen camino porque hay una lección aprendida de la sociedad colombiana. Eso es lo que hace viable al país y eso está por encima de las fuerzas políticas. Si encontramos otra manera de tratar el asunto de las drogas, otra manera de relacionarnos con los vecinos, y encontramos una vía de solución política al conflicto interno, obvio que la guerra muere, a eso es que tenemos que apuntarle. Dentro de ese torrente vamos metidos nosotros, es la solución del país y en esa solución está la nuestra.
¿Qué opina de las iniciativas de paz territorial? Por ejemplo, Acuerdo Humanitario Ya! del Chocó, donde las comunidades piden que no instalen minas, que no recluten menores, que no copen los caseríos con armas y uniformes
Hay dos maneras de hacer acuerdos: una, como se hace a nivel regional como en Chocó o Norte de Santander. Allá todo el mundo estaba de acuerdo, menos el Gobierno. Trabajamos en asuntos de orden humanitario para que incluso si el Gobierno no está de acuerdo no se oponga. Nos interesa que se reabra la mesa. La otra manera es escuchar a las regiones y crear mecanismos desde la comunidad internacional y de la Iglesia... procesos humanitarios que sean efectivos en las regiones y que por lo menos el Gobierno no los obstaculice. Nos interesa que esos mecanismos funcionen.
¿La enfermedad y renuncia de Gabino a la comandancia generó una división al interior del Eln entre usted y Antonio García?
Al país se le informó lo que era. Hay una situación de salud y es necesario que el comandante se atienda. Desde la época de Santos se le solicitó a Cuba que ayudara. En razón a eso pues se dan dos limitantes: uno, que Gabino está fuera de Colombia y dos, que tiene un problema de salud. Entonces él dijo que daba un paso al lado. Claro, eso para nosotros es un terremoto, porque desde que murió el comandante Manuel en 1998 él ha sido el jefe. Las jefaturas acá son de décadas. Significa un cambio, pero también hay una continuidad porque los congresos del Eln establecen un orden jerárquico de sucesión. En cuanto a las políticas no puede haber un cambio por esto: si hay algo que se discuta en el Eln son las líneas políticas gruesas, por ejemplo, lo que se dijo de la paz en el congreso de 2006: hay que buscar la solución política con voluntad así la contraparte no la tenga. Esas son cosas que tienen mucho debate al interior nuestro, pero después que se trace una línea ningún comandante se va a poner a cambiarlas.
En los territorios se ve otra cosa, el Frente de Guerra Occidental mostraba un rechazo muy fuerte a los diálogos, lo mismo el Frente Oriental en Arauca
A mí me nombraron jefe de esta delegación de diálogos en 2015. En el Eln primaban las dudas frente al rumbo de todo este proceso. Nacían de observar todas las dificultades del proceso con las Farc. Luego llegó la agenda, la fase pública, el cese bilateral, todo eso fue dando una confianza de la ruta que estábamos tomando. Si había muchas dudas, pero se fueron despejando. Cuando comenzamos la fase confidencial de diálogos en 2015, todos en Colombia, izquierda, centro, derecha, nos decían “hagan como las Farc”. Tres años después nos decían “no hagan como las Farc”. Todo eso ha pasado en estos seis años.
¿Cómo ve el rol de la Iglesia católica en un futuro diálogo? ¿Cómo está la relación ellos?
Siempre hemos tenido una buena relación con la Conferencia Episcopal y hemos hecho muchas cosas juntos. Delegados de la Conferencia Episcopal nos acompañaron en las gestiones de los años noventa. Ahora lo más relevante es que el Vaticano también está empujando. Con la visita de su Santidad el Papa Francisco en 2017, él se echó al hombro todo el proceso de paz de Colombia y ha seguido animando de manera muy persistente En este momento, la Iglesia está tomando más cartas en el asunto en muchas cosas humanitarias, y tratamos de tener un trabajo coordinado con ellos en eso. Como no hay una mesa de negociaciones, ese campo humanitario es muy amplio y la Iglesia está muy comprometida.
Carlos Velandia asegura que la paz implica “costos humanos”: los ex combatientes que luego asesinan. ¿Aceptaría eso para lograr la paz en Colombia?
Si se firma un acuerdo, yo voy a ser el primero en impulsarlo. ¿Cuáles serán los riesgos? Los mismos de ahora, ¿Cómo correr esos riesgos? Si a mí no me matan, yo no me muero. Voy a impulsar el proceso de paz, pero no me voy a dejar matar.
¿Eso qué significa? ¿Volvería a las armas?
No necesariamente. Quiere decir que tenemos una responsabilidad por la continuidad de este proyecto como una fuerza que quiere seguir aportándole al país. Si se descabeza la dirigencia ese proyecto tiene una amenaza. Si yo tengo esa amenaza, me tengo que cuidar. Tenemos que prever eso para que no ocurra. No es sólo la vida de uno, sino lo que uno representa para darle continuidad a este proyecto que es histórico. Vamos a cumplir seis décadas de haber sido fundados. Es nuestro deber darle continuidad a este esfuerzo.
¿Harían la paz aún si eso les cuesta la vida?
Por supuesto. Le resumo todo lo que le he dicho en dos cosas: uno, vamos como país y como pueblo para la paz y dos, dentro de ese torrente va el Eln. Si firmamos, toda la dirección del Eln tendrá que impulsar los acuerdos para cumplirlos. Nosotros no somos torcidos. Y si en ese cumplir uno pierde la vida pues en eso es que estamos. Cuando uno se mete a guerrero escoge desde el principio cómo va a morir, ese tipo de muerte no le es ajena.