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Lecciones para el periodismo de la antigua Yugoslavia

Olga Kavran explica el papel que cumplió la prensa en el cubrimiento de los juicios en el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY), donde trabajó por 13 años como coordinadora adjunta de divulgación y portavoz del fiscal. 

Olga Kavran - Periodista Invitada
28 de noviembre de 2017 - 10:00 a. m.
Olga Kavran trabaja desde 2010 en el Tribunal Especial para Líbano como jefe de Divulgación y Legado. / Óscar Pérez - El Espectador
Olga Kavran trabaja desde 2010 en el Tribunal Especial para Líbano como jefe de Divulgación y Legado. / Óscar Pérez - El Espectador
Foto: OSCAR PEREZ

Este martes 28 de noviembre los directores de los principales medios de comunicación del país se encontrarán con tres periodistas internacionales expertas en el cubrimiento de sistemas de justicia transicional. Olga Kravan, quien durante los últimos 20 años ha trabajado en la oficina de comunicaciones de tribunales penales internacionales; Sonia Pérez, periodista guatemalteca, y Mónica González, quien terminó exiliada por la dictadura chilena y actualmente es directora del Centro de Investigación Periodística de Chile. Ellas relatarán sus experiencias en el evento propiciado por el proyecto Colombia 2020 de El Espectador, el Canal Caracol y el Centro Internacional de Justicia Transicional (ICTJ, por sus siglas en inglés).

El cubrimiento serbio

Durante cuatro años, cuando escaló la guerra, entre 1998 y 2001, en los territorios de la antigua Yugoslavia, 220.000 civiles murieron (de los cuales 200.000 eran musulmanes bosnios), 2,7 millones de personas se desplazaron y hubo miles de millones de dólares en pérdidas económicas. El conflicto se caracterizó por la tensión política y racial entre los gobiernos eslavos y las minorías albanesas, en su mayoría musulmanes, que buscaban autonomía, o independencia, como fue el caso de Kosovo. En 1993, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas creó un tribunal internacional para enjuiciar a los presuntos responsables de graves violaciones del derecho internacional humanitario en este territorio.

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Así se dio vida al Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY), que la semana pasada condenó a Ratko Mladic, conocido también como el Carnicero de Bosnia, a cadena perpetua en su última sentencia. Durante la Guerra de los Balcanes, y al mando de tropas serbias, Mladic estuvo detrás de la masacre de 7.000 hombres y niños en Srebrenica, la deportación masiva de ciudadanos bosnios, decenas de violaciones sexuales y de haber ordenado el fuego indiscriminado con el que sus francotiradores aterrorizaron a la población civil durante el sitio y la posterior toma de Sarajevo.

Pero, ¿cómo ha sido el cubrimiento periodístico de los juicios por crímenes de guerra en el TPIY? Para Olga Kravan el papel que realizaron los principales medios de comunicación de Serbia fue nefasto y puede resumirse en las siguientes palabras, que para ella representan la visión de la prensa tradicional serbia: “Nuestros héroes fueron juzgados injustamente por el tribunal antiserbio en La Haya (Países Bajos)”. Kravan está convencida de que las pocas excepciones que brindan un cubrimiento objetivo y de periodismo profesional se encontraban en medios alternativos o de oposición.

Esta es su reflexión al respecto, que sin duda deja lecciones importantes para el momento que estamos viviendo como país:

“Este fenómeno lo he observado como ciudadana de la antigua Yugoslavia, que vivió la sangrienta división del país, y trabajando como experta en comunicaciones en La Haya. Al comprender la importancia de dar a conocer públicamente su trabajo, el Tribunal estableció una sección de información pública y nombró a un vocero para atender las inquietudes de los medios. Una situación poco común en los sistemas nacionales que existían hasta el momento.

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El TPIY les entregó a los medios de comunicación de la antigua Yugoslavia, y del resto del mundo, los videos de las cámaras de las salas que registraron las audiencias en el tribunal. Además, emitió periódicamente comunicados de prensa sobre importantes decisiones y sentencias, al tiempo que entregó resúmenes del contenido de estas mismas y de las declaraciones que rindieron testigos en la Corte. Finalmente, la información que salía de la sala de audiencias se puso a disposición en un sitio web del TPIY, que era considerado como “la galería pública más grande del mundo” y se crearon redes sociales para tener mayor alcance.

Sin embargo, luego de emitir la primera sentencia, se hizo evidente que depender de los medios de comunicación como único recurso para transmitir la información del Tribunal era inadecuado. Por ejemplo, los principales medios impresos y electrónicos de Serbia y Croacia estaban controlados por los regímenes que instigaron la guerra. Éstos continuaron con la misma narrativa que alimentó el conflicto al enaltecer a sus “héroes”, varios de los cuales terminaron en juicio por los crímenes más atroces conocidos por la humanidad.

En un intento por evitar la desinformación, el TPIY se enfocó en temas de relaciones públicas. Para comunicarse de forma más directa con la población de la antigua Yugoslavia, el Tribunal desarrolló diferentes estrategias adaptadas a los tipos de audiencia que existían, como las víctimas, los profesionales en derecho, representantes de ONG, la comunidad académica y los jóvenes. Organizó seminarios, conferencias y capacitaciones sobre la variedad de temas que estaban relacionados con el trabajo de las instituciones y con la justicia penal internacional. Asimismo, creó folletos, material audiovisual y otros productos de información.

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El objetivo de todas estas iniciativas era informar y educar al público -al igual que a los medios-, bajo el supuesto de que una población bien informada podía comprender y apreciar más el trabajo del TPIY. Así como lo definió la Corte Penal Internacional: “un público bien informado puede contribuir a garantizar el respeto duradero y a la aplicación de la justicia internacional”. Pero a pesar de los esfuerzos, el rol que cumplieron los principales medios de comunicación resultó decisivo, porque controlaron la forma de narrar lo sucedido al manipular la información a la que podían acceder sus audiencias.

Los medios se enfocaron en los casos contra los serbios. Abrieron sus micrófonos a los supuestos criminales (que terminaron siendo condenados), citaban siempre a los abogados defensores, se centraron en las “fallas” de los testimonios de los testigos y celebraban la salida de prisión de sus “héroes”. El sufrimiento de las víctimas siempre fue ignorado. Irónicamente, también sucedió cuando las víctimas eran serbias, porque los juicios contra quienes no eran serbios se ignoraron en gran medida en los medios.

Incluso, el cambio de régimen a principios de 2000 no alteró significativamente la situación. Los arrestos subsecuentes de acusados por el TPIY eran generalmente presentados como “injustos, pero necesarios”, debido a la presión política de parte de la Unión Europea. Con los nacionalistas nuevamente en el poder y con el TPIY cerrando a finales de 2017, el problema es aún mayor hoy.

La propaganda es tal, por ejemplo, que han encontrado la manera de equiparar en la mente del público afirmaciones falsas de supuestos expertos con relación a los crímenes cometidos por las fuerzas serbias en Bosnia, con hechos establecidos en las cortes del TPIY tras meticulosas investigaciones. Cientos de páginas de transcripciones de juicios, reportes de expertos y sentencias son yuxtapuestos a las palabras de estos “expertos”, de tal manera que dan a entender que se trata de “nueva información” y, por ende, cuestionan todos los descubrimientos del Tribunal.

Este fue el mayor reto y lo más frustrante de trabajar en el departamento de comunicaciones del TPIY: la dependencia en los medios de comunicación para informar al público sobre el trabajo del Tribunal y su falta de objetividad. Sumado a esto, estaba la falta de disposición de los altos funcionarios del TPIY para relacionarse (o permitir que sus representantes se relacionaran) con los medios, lo que en repetidas ocasiones dejó al Tribunal en silencio de cara a ataques deliberados.

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Entonces, ¿cuáles han sido las lecciones aprendidas? ¿Cómo se pueden mejorar las cosas? Los magistrados de las cortes (o funcionarios de cualquier mecanismo de justicia transicional) deben involucrarse más con los medios y no simplemente proporcionarles información. Es importante que ellos participen en programas de debate y entrevista por radio y televisión, se acerquen a los críticos y confronten directamente la narrativa de “nosotros” contra “ellos”. Adicionalmente, deben buscar y movilizar activamente a miembros prominentes y respetados de la sociedad que estén dispuestos a hacer lo mismo que ellos, y deben asegurar que cuenten con la información precisa para que puedan ser “embajadores de la verdad”.

La Corte debe estar atenta para denunciar mentiras relacionadas con su trabajo. Los expertos deben escribir editoriales y artículos describiendo los hechos establecidos, enfocándose en las víctimas y sus historias; deben viajar a regiones remotas del país para hablar directamente con las comunidades, y deben hacer posible que las comunidades interesadas tengan acceso a los juicios, mientras se les explica el contexto y en qué van los procesos.

En cuanto a los editores y periodistas, ellos deben decidir a qué tipo de sociedad buscan contribuir. Los juicios ante tribunales internacionales tratan sobre algunos de los peores sufrimientos humanos y de los comportamientos más depravados. Cómo un editor o un periodista decide reportar en dichos juicios demuestra su sistema de valores y respeto por otros seres humanos. ¿Decidirán glorificar el genocidio, los crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad? ¿Deciden ellos darles a los criminales de guerra que regresan de las cárceles una bienvenida como si fueran héroes? ¿O elegirán contribuir para formar una sociedad en la que futuras generaciones comprendan los horrores del pasado y estén decididas a no repetirlos?

* Las opiniones expresadas son propias de la autora y no representan necesariamente las del Tribunal Especial para Líbano.

Por Olga Kavran - Periodista Invitada

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