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‘Agua corriente’, el libro de relatos de no ficción escrito por excombatientes

Con la coordinación creativa del escritor Juan Álvarez, un grupo de reincorporadas y reincorporados de las antiguas Farc construyeron este libro con diez relatos de no ficción sobre sus vivencias en la guerrilla. El tema transversal de todas las historias es el agua.

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Redacción Colombia +20
22 de febrero de 2022 - 10:01 p. m.
‘Agua corriente’, el libro de relatos de no ficción escrito por excombatientes
Foto: Cortesía
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“Nuestras sensaciones escurren fluidamente, como las aguas en la selva”. Esta frase de Martín Cruz Vega resume el sentido del libro ‘Agua corriente: relatos de no ficción de excombatientes para la reconciliación’. Cruz Vega, hijo de uno de los fundadores de las Farc y él mismo guerrillero, fue conocido en sus años de militancia como ‘Rubín Morro’. Antiguo comandante y negociador en los diálogos de La Habana, Cruz Vega cultivó el gusto por las letras desde sus años de juventud en el monte, cuando intercambiaba cartas con Manuel Marulanda y escribía poemas que apenas hoy, tras la firma del Acuerdo de La Habana, han sido publicados en varios volúmenes.

Cruz Vega explica a Colombia+20 que el libro surgió luego de un taller literario de escrituras creativas donde se exploraron como tema central “nuestras percepciones y emociones de lo que fue la relación con el agua, la naturaleza y sus animales, ese mundo mágico que se vive en la mitad de la selva, esa sensación de tranquilidad y complicidad con el medio ambiente, sus árboles, cascadas, laderas, peñascos, toda la vida que sentíamos en nuestro peregrinar cotidiano, imposible de evitar”.

Su contribución en esta obra va en esa misma línea: Cruz escribió la historia de Agustina, una iguana adoptada por uno de sus compañeros, que acabó siendo la mascota de todo un frente guerrillero en las selvas de Risaralda y el Chocó, mientras su grupo cruzaba la Serranía del Tatamá.

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El libro está compuesto por diez relatos de no ficción similares a este, que abordan las experiencias de los autores y autoras durante su vida en la guerrilla, siempre con el agua como un elemento transversal a todas las narraciones. A veces es un río el que detona la anécdota central de la historia, en otros relatos se trata de una inundación que, como metáfora narrativa pero también como suceso real, sirve para volver a recuerdos olvidados, evocando las prácticas de los antiguos combatientes y su relación con el entorno. Otras veces se trata de memorias dispersas, amores que cayeron en medio de las balas, o imágenes de charcos y pozos en la mitad de la montaña, donde transcurrieron las horas más felices y tranquilas a pesar de la dureza de la guerra.

Agua corriente es el segundo volumen del proyecto ‘Naturaleza Común’, producto de una alianza entre el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación y el Instituto Caro y Cuervo, que en conjunto realizaron los laboratorios de escritura comunitaria en las que los excombatientes elaboraron sus relatos con el apoyo de Lisa Colorado, Andrés Castaño y Christian Rincón, estudiantes de la maestría en escrituras creativas del Instituto Caro y Cuervo. El lanzamiento oficial será este miércoles 23 de febrero a las 6 de la tarde y puede seguirse la transmisión por la página de Facebook del Caro y Cuervo.

Rincón y Colorado ayudaron a varios de los participantes en la escritura de los textos, Sergio Román estuvo a cargo de las ilustraciones y Andrés Castaño hizo el montaje, la edición final y algunas de las lecturas críticas. “Narraban el agua con una claridad y unos tonos inspiradores para ellos” apunta Castaño.

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“La mayor dificultad es que fuera virtual, esa distancia para un diálogo, que a veces es tan emocional y cargado de memorias muy fuertes, toma un valor mayor si se hace cara a cara”, dice Andrés Castaño, editor y asistente que acompañó a los reincorporados en su proceso de escritura creativa.

“Mucha gente piensa que el ejercicio de escribir es netamente expresivo: ‘tengo esta historia para contar y la quiero contar así', pero cuando se enfrentan a la página en blanco se dan cuenta que hay una carga psíquica y emotiva que quieren pasar a la escritura y no es tan fácil, hay un reto para comunicar, para nombrar las cosas con precisión, para estructurar el relato de forma veraz. Fue un reto para ellos”, concluye Castaño.

Un reto que en la mayoría de los relatos implicó pensar lo que ocurría antes, durante la confrontación, y lo que ocurre ahora, la vida después de ella. Así lo resume en pocas líneas Elkin Carabalí, un muchacho proveniente de una familia de izquierda que en las correrías de la vida terminó ingresando a la guerrilla en el Catatumbo: “no he logrado dimensionar en dónde voy a desembocar: he vivido una vida de guerra, de experiencias que me sitúan en un contexto nacional e histórico de guerra intensa, esto durante los últimos veinte años de mi vida”.

La manera en que se construyeron todas las historias es lo que Andrés Castaño llama ‘Metodo oreja’, la misma técnica narrativa que la escritora bielorusa Svetlana Alexiévich empleó en Voces de Chérnobil y La guerra no tiene nombre de mujer, obras que le valieron el premio Nobel de literatura. Se trata, según Castaño, de un ejercicio de acústica: “escuchar la historia y llevarla al papel con un estilo que no niegue la voz del narrador, su forma de hablar”.

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El estilo de todas las narraciones está impregnado de esa fórmula íntima y personal, a veces con una combinación entre ingenuidad y belleza, mientras asoma por momentos lo más crudo de las experiencias relacionadas con la violencia, aunque esta apenas se insinué. Buena muestra de ello es el relato ‘Ahora que tenemos tiempo’, de Carmen Capacho, cuando confiesa que durante sus años en el monte “no había momento de llanto ni de duelo, seguíamos actuando normal. La muerte, como la presencia del agua, era natural, una consecuencia y una parte esencial de la guerra”.

Sarah Luna Ñustes, otra de las autoras, cuenta que durante su vida en las Farc llenó con relatos y poemas muchos cuadernos, todos perdidos hoy después de los asaltos, de los combates o del agua que le mojaba su equipaje, la misma que a ella siempre le trajo algún motivo de alegría. “Para mí fue un ejercicio sumamente valioso porque rescaté del olvido un relato que ya no recordaba”, explica Sarah, quien pasó una década en la guerrilla, leyendo a Julio Cortázar, a Gabriel García Márquez y a Edgar Allan Poe.

Ahora Sarah está terminando su carrera en una Universidad pública y desarrolla su proceso de reincorporación a la par que trabaja como actriz. “Nos han deshumanizado tanto que estas cosas sencillas podrían aportar un poquito”, concluye cuando explica la importancia de estos relatos y su profundo sentido en favor de la reconciliación: “para recordarle a las personas que nosotros somos seres humanos”.

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