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Campesinos del Caquetá tumban coca para sembrar cacao

En medio del aumento de los cultivos de uso ilícito en el departamento los cacaoteros están impulsando economías alternativas. Sueñan con que su producto llegue a países como Canadá y Estados Unidos.

Nicolás Sánchez A. / @ANicolasSanchez
02 de diciembre de 2016 - 11:42 p. m.
Este vivero, ubicado en El Doncello, tiene 42 mil plántulas que le serán entregadas a familias del municipio para que empiecen con el cultivo del cacao. / Mauricio Alvarado
Este vivero, ubicado en El Doncello, tiene 42 mil plántulas que le serán entregadas a familias del municipio para que empiecen con el cultivo del cacao. / Mauricio Alvarado
Foto: MAURICIO ALVARADO

El 8 de diciembre del 2015 unos 500 campesinos del municipio de El Paujil se apostaron alrededor de sus cultivos de coca para impedir que la Policía los erradicara. Sandra Losada, alcaldesa de El Doncello, reconoce que dentro del municipio que ella gobierna también hay cultivos de uso ilícito. “En la región hay campesinos cocaleros, pero no he conocido el primero que se haya enriquecido. Lo hacen para su subsistencia”, enfatiza.

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Pero en medio de la coca y de las condiciones desfavorables que empujan a los campesinos a cultivarla, un producto empieza a ganar espacios: el cacao. Los 87 cacaocultores agrupados en el Comité de Cacaoteros de los municipios de El Paujil y El Doncello tienen, entre todos, unas 261 hectáreas de árboles del grano.   

Luz Doria Guzmán, hoy tesorera del Comité, recuerda que en el 2005 pasaron avionetas sobre su finca en la vereda Floresta Número 2, del municipio de Puerto Rico (Caquetá), roseando glifosato. En la finca, propiedad de su suegro, no solamente había tres hectáreas de coca sino también los arbustos de pancoger y 30 hectáreas de potrero en las que pastaban las reses de su familia.

“Sobre los cultivos ilícitos hay una historia muy grande que contarle al país”, dice la alcaldesa Losada. Agrega que la exclusión y la imposibilidad de encontrar condiciones favorables en los mercados empujó a los campesinos hacia el cultivo de la coca. En los años 70 los narcotraficantes posaron sus ojos sobre el Caquetá y los cultivos de uso ilícito llegaron a la región de Remolinos del Caguán. A principios de los 80 funcionó en ese departamento el laboratorio más grande de procesamiento de cocaína que haya tenido el país en esa época: Tranquilandia.

Pero el fenómeno del cultivo de coca no se puede explicar solo desde los narcotraficantes. Los campesinos son otra parte de la historia. Ellos han encontrado en la mata el sustento que les era casi imposible alcanzar con otros cultivos lícitos. El país conoció esta cara de la moneda en 1996 cuando unos 200 mil campesinos de Caquetá y Putumayo protestaron en contra de la militarización para luchar contra los cultivos y el narcotráfico, en la era del presidente Ernesto Samper Pizano.

En la finca de Luz Doria murieron la coca y el pancoger, las reses se intoxicaron por el glifosato. La familia empezó a reflexionar sobre su futuro. Su esposo, Edilson Giraldo, planteó empezar a sembrar cacao, sus familiares le respondieron que no tenían ni las semillas ni el conocimiento sobre el cultivo para hacerlo. Días después una hermana de Luz Doria fue a visitarlos junto con su esposo. La idea del cacao llegó a los oídos del cuñado, un caldense que tenía en su finca árboles del grano.

Las primeras dos hectáreas de cacao que sembraron los Giraldo Doria fueron con semillas caldenses. El cuñado también los asesoró sobre cómo debían cultivar y cuidar el grano. Desde ese momento Edilson, que por esa época era presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda, impulsó a más campesinos de la región para que dieran el salto de la coca al cacao. También empezó a hablar con los alcaldes de El Doncello y El Paujíl para gestionar proyectos que animaran a los habitantes de la región.

Con el impulso de Edilson se creó la Asociación de Productores de Cacao, Maderables y Frutales de la Zona Norte del Departamento del Caquetá (Ascamafrut) y ya con esa organización los campesinos intentaron llegar al más alto nivel. En el 2005 le enviaron, sin mucha esperanza, una carta al presidente de la época, Álvaro Uribe Vélez, en la cual le pedían apoyo para la producción de cacao en esos municipios. La respuesta llegó en un sobre 3 meses después y en ella la Presidencia los invitaba a pasar el proyecto al Ministerio de Agricultura.

Con fe en el Estado enviaron la propuesta. Proponían que el Gobierno los apoyara para cultivar 200 hectáreas de cacao en un año. El proyecto tuvo el visto bueno de las alcaldías de El Paujíl y El Doncello y de la Gobernación del Caquetá. Sin embargo, cuando llegó a los escritorios de los técnicos del Ministerio de Agricultura la ilusión se apagó. Las 200 hectáreas era una meta demasiado ambiciosa y riesgosa, les respondieron desde los escritorio de Bogotá.

La respuesta fue un golpe de realidad, no tenían conocimiento sobre la forma de establecer un proyecto que fuera viable y que le interesara al Estado. Luego de varios meses de inactividad, que fue un coletazo de la desazón, empezaron a buscar personas que les enseñaran a construir proyectos que pasaran los requerimientos en todas las instancias. Fueron dos años de trabajo antes de que en 2007 se animaran a enviar una nueva propuesta.

La respuesta fue motivo de celebración. El Ministerio de Agricultura los invitaba a hacer parte de los créditos otorgados por el Banco Agrario en el marco del programa Agro Ingreso Seguro. Cada familia podía pedir un préstamo de 9 millones de pesos para sembrar una hectárea de cacao. Además, llegaron recursos para establecer un vivero para 50 mil plántulas del grano en la vereda El Diamante del municipio de Puerto Rico. En ese mismo año, Ascamafrut creó el Comité de Cacaoteros de los Municipios de El Paujíl y El Doncello.

De la mano de Comcap llegó otra alegría para los cacaocultores de ambos municipios. En el 2009 el Ministerio de Agricultura aprobó la entrega de unos recursos para establecer una alianza productiva que incluyera 136 hectáreas y beneficiara a 68 productores. Este proceso empezó a andar en el año 2010.

Luego de ver esos incentivos, un número no determinado de campesinos cocaleros empezaron a interesarse por el cultivo de cacao, lo cual es un hecho significativo. La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc), ha documentado que la coca sigue teniendo mucha fuerza en la región, a pesar de que un productor de cultivos legales puede devengar 700 mil pesos más que uno de cultivos ilegales. Según la Unodc, la persistencia en la coca se da por factores como la estabilidad de los precios, la producción de corto plazo y una venta segura.   

Teniendo en cuenta esas barreras, el Comcap y agencias de cooperación trabajan en la figura de los arreglos agroforestales que buscan que los campesinos no terminen dependiendo solamente de un producto. En ese orden de ideas los cacaocultores del comité siembran en cada hectárea 1100 árboles de cacao, 100 de plátano y 300 del árbol maderable llamado abarco. El cacao empieza su producción a los 3 años, el plátano al año y la madera del abarco está lista para ser comercializada 35 años después de su siembra.

A pesar de los espacios que el cacao le ha restado a la coca esta sigue siendo la reina en el departamento. Las mediciones de la Unodc muestran que el cultivo se ha disparado en los últimos años. Entre 2011 y 2015 pasó de 3.327 a 7.712 hectáreas. Pero no siempre ha sido así. Entre el 2001 y el 2002 hubo una reducción del 42% en los cultivos, la oficina de la ONU asegura que las causas de este descenso en los sembradíos de coca fueron: “la fuerte campaña de aspersión y a la implementación de proyectos productivos de desarrollo alternativo”.

La solución al problema de los cultivos de uso ilícito es tan importante que el Estado colombiano se comprometió, en el Acuerdo final entre el gobierno y la guerrilla de las Farc, a crear el Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito (Pnis) que busca, entre otras cosas, generar políticas para brindarle alternativas productivas a los campesinos que viven de la coca. Una de las medidas para lograr el objetivo es la entrega de mercados o bonos durante un año a las familias que decidan sustituir voluntariamente, esto con el objetivo de suplir las necesidades básicas mientras establecen alternativas económicas.

El reto sigue siendo grande. Como lo ha documentado Colombia2020 en otras zonas del país, como en Tumaco, la sustitución por cacao ha fracasado por falta de acompañamiento a los campesinos. La historia de Comcap pareciera ser diferente. Además de la figura de los arreglos forestales, la organización está dando sus frutos. Los chocolates hechos con el cacao de los cacaoteros de El Paujil y El Doncello ya se consiguen en Bogotá, gracias a un convenio con la empresa Agrobiz, la cual les compra el grano a un precio superior al del mercado, transforma la materia prima y comercializa chocolatería fina.

Los ojos de Comcap ya están puestos en el futuro. En enero de 2016 les entregarán a 80 familias de El Doncello plántulas de cacao para que cada una siembre dos hectáreas. Además, gracias al apoyo de varias instituciones estatales esos nuevos productores tendrán asistencia técnica durante 2 años, insumos y herramientas. Hoy, Luz Doria, 10 años después de haber quedado con su parcela infestada de glifosato, se atreve a afirmar: “En 5 años veo a Comcap exportando cacao”. El comité está caminando en esa dirección, empresarios de Estados Unidos y Canadá ya tienen muestras del producto, mientras los cacaocultores aguardan con esperanza por una respuesta. 

Por Nicolás Sánchez A. / @ANicolasSanchez

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