“Para identificar la coca hemos usado un método de clasificación de hace 200 años”

Este miércoles se publicó un estudio que indica que no es posible distinguir entre las plantas de coca silvestres de usadas para producir cocaína. Oscar Alejandro Pérez-Escobar, científico colombiano del Royal Botanic Gardens Kew de Reino Unido y coautor del estudio, explica cuáles son las implicaciones de ese análisis.

Cindy A. Morales Castillo
10 de julio de 2024 - 04:03 p. m.
De izquierda a derecha: La doctora Natalia Przelomska (U. de Portsmouth, Reino Unido), la historiadora Kim Walker (Real Jardin Botánico de Kew), el mamo Kankuamo Ismael Caseres Torres, el biologo José Aguilar Sánchez y Boris Villanueva (Jardín Botánico de Bogotá) junto con el doctor Oscar Pérez-Escobar, realizando trabajo de en el contexto del proyecto en la Sierra Nevada de Santa Marta.
De izquierda a derecha: La doctora Natalia Przelomska (U. de Portsmouth, Reino Unido), la historiadora Kim Walker (Real Jardin Botánico de Kew), el mamo Kankuamo Ismael Caseres Torres, el biologo José Aguilar Sánchez y Boris Villanueva (Jardín Botánico de Bogotá) junto con el doctor Oscar Pérez-Escobar, realizando trabajo de en el contexto del proyecto en la Sierra Nevada de Santa Marta.
Foto: archivo particular
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Las autoridades han usado únicamente la forma de las hojas como método para identificar las plantas de coca destinadas para la producción de cocaína. Es decir, basados en cómo se ve la planta, se determina si es o no una planta de coca silvestre o alguna de las variedades cultivadas se cultivan con fines de producción del alcaloide.

Pero un reciente artículo publicado en la madrugada de este miércoles en Molecular Biology and Evolution, pone en duda ese proceso y los científicos afirman que no es posible hacer de manera confiable esa distinción entre plantas de coca silvestres y cultivadas y que, por tanto, se necesita un enfoque más preciso en la identificación de las mismas, como el estudio a través del código genético.

Colombia+20 dialogó con Oscar Alejandro Pérez-Escobar, científico colombiano del Royal Botanic Gardens Kew de Reino Unido y coautor del estudio, para conocer el proceso de este análisis y cuáles serían las consecuencias del cambio de metodología en la identificación de las plantas de coca.

En contexto: No se puede distinguir plantas de coca silvestres de usadas para producir cocaína

La investigación de ustedes duró varios años, ¿cómo resumirías todo el trabajo?

Lo explicaría así: Las personas que hacen taxonomía, es decir, la clasificación de plantas, han desarrollado una disciplina que hemos venido haciendo por cientos de años. Tradicionalmente, se ha basado en la forma de las plantas, cómo se ven las hojas, el color de las flores, para clasificarlas y así darles un nombre científico y distinguir una especie de otra. Este sistema de clasificación, que tiene casi 280 años, ha sido la base y pilar para las ciencias occidentales para construir una base de conocimiento asociado a dicho sistema. Por ejemplo, este provee una estructura sobre la cual podemos almacenar conocimiento que nos permite entender las plantas, qué propiedades medicinales tienen, etc. Cualquier información científica que se ha producido sobre cualquier planta está usualmente asociada a un hombre científico. Lo que hicimos en nuestra investigación fue intentar dilucidar qué tan útil es esa taxonomía para el caso de la planta de la coca. ¿Es verdad que podemos diferenciar la coca silvestre de las cultivadas para producir cocaína por la forma de las hojas? Eso fue lo que intentamos definir.

¿Por qué es importante esa pregunta?

Desde un punto de vista práctico, esta pregunta es crucial para el monitoreo de las poblaciones de coca destinadas a la producción del alcaloide. Parte del monitoreo consiste en realizar verificaciones de campo de las plantaciones de coca detectadas con métodos satelitales. En estas verificaciones, la identificación de las variedades de coca se hace con base en un sistema taxonómico que utiliza principalmente la forma y textura de las hojas. Los que descubrimos es que la forma de las hojas no es suficiente para distinguir entre las diferentes variedades de coca cultivadas y las silvestres. Así que no podríamos decir solo con ese método cuando estamos frente a una coca silvestre y cuándo frente a una planta cultivada para producir cocaína.

En Colombia, la profesora Rocío Cortés Ballén, que también es coautora de este estudio, creo una guía que la policía usa para identificar las variedades de coca en el campo. Es un libro de bolsillo y tiene una plantilla que tiene la forma de la hoja. Cuando la Policía va y recolecta una hoja, la comparan contra esa plantilla y si coincide, la catalogan como una especie determinada. Nuestro estudio mostraría que este método no es completamente fiable .

Desde un punto de vista más orientado a la investigación fundamental, también descubrimos que el sistema de clasificación de la coca utilizado por los botánicos no tiene un soporte, y los nombres científicos que hemos venido utilizando están en duda. Esto se debe a que las características genéticas y visuales de las cuatro variedades de coca cultivadas y especies silvestres no siempre permiten distinguirlas claramente.

¿Cómo se hizo ese estudio genético de la coca?

Tomamos un pedazo muy pequeño de hoja de muchos especímenes secos de plantas de coca almacenados en el herbario del Jardín Botánico de Kew en Londres, el cual es uno de los más grandes del mundo. Luego, con esos pedazos de hoja lo que hacemos es aplicar un protocolo de laboratorio donde intentamos descifrar el orden preciso en que el ADN ocurre en cada espécimen estudiado. Esto solo es posible gracias a la maravilla de la tecnología, que nos permite acceder al código genético de fragmentos de plantas que pueden tener cientos de años de antigüedad. Este fue el caso de varios especímenes que estudiamos, los cuales fueron colectados alrededor de 1850. Según el orden del código genético de cada planta, podemos decir entonces qué organismos o qué individuos son más similares unos a otros. Es un trabajo muy, muy grande porque consiste en analizar Gigas y gigas de archivos que contienen millones de datos del código genético de estas plantas.

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Eso no solo nos ayuda a diferenciar o determinar cuáles organismos son más cercanos o parecidos unos a otros. También podemos entender sus procesos evolutivos. Tal vez uno de los más interesantes en la formación de híbridos, es decir, dos especies distintas que pueden unirse e intercambiar genes y producir una progenie viable. Este proceso solo se puede entender con certeza estudiando el código genético, y es algo que se había estudiado en plantas de coca con tanto detalle. Otra cosa pionera y súper interesante que hicimos fue incluir especímenes únicos conocidos como ejemplares tipo, que fueron usados para describir algunas de las especies silvestres cercanamente relacionadas con las cocas cultivadas.

Te digo un dato interesante: la Policía Antinarcóticos de Colombia reporto hace como cuatro o cinco años atrás la aparición de unas nuevas variedades de coca cultivadas de las que antes no se conocía nada. Nuestro proyecto de coca podría ayudar a responder cuál es el origen de estas variedades y que tan diferente es su código genético. Según los reportes, son plantas que tienen el potencial de mejorar la producción de alcaloide por hectárea al ser mucho más altas, tener más follaje, y crecer en diferentes pisos térmicos. Una pregunta fundamental para entender esas variedades es: ¿Cómo y por qué se han producido esas variedades? ¿Será que son de origen híbrido? La única manera para resolver este misterio es mirar el código genético… mirando solo las hojas, uno no puede saber eso.

¿Esa hibridación es natural o podría ser artificial? Quiero decir, con todo el cultivo que se hace en Colombia, es posible que pudiera pasar esa mezcla porque el humano la ha forzado.

Claro que puede pasar. La hibridación natural es un proceso que ocurre en el bosque y que, sin intervención humana, puede tomar cientos a miles de años en ocurrir. Pero cuando se habla de la creación de nuevos cultivos de manera artificial, se trata de un proceso mucho más acelerado, donde híbridos se pueden producir en cuestión de pocas generaciones o años. El problema con la creación de de híbridos artificiales de manera no supervisada es que hay un riesgo de que esos híbridos se mezclen con la diversidad natural del país. Esto podría resultar en un daño irreversible a la identidad genética de las especies de coca silvestre y de las que las comunidades indígenas han usado ancestralmente por miles de años.

Durante nuestro trabajo de campo, discutimos con varios colegas botánicos que nos compartieron imágenes de plantaciones altamente tecnificadas que podrían haber sembrado variedades mejoradas.

Si la taxonomía o clasificación que se hace en otro tipo de plantas funciona, ¿por qué no habría de funcionar con la hoja de coca?

Esa es la pregunta que queremos resolver. La ciencia es un proceso iterativo, es decir, que se repite. A medida que el conocimiento de un grupo se va expandiendo, se proponen nuevas hipótesis. El sistema de clasificación actual, el cual fue desarrollado por el botánico estadounidense Timoty Plowman desde los años 70 hasta los 89, se basaba en la hipótesis de que la forma de las hojas era suficiente para distinguir las variedades de coca cultivadas. En ese entonces los métodos genéticos, que es básicamente decodificar el código genético de un organismo, no se podían hacer a gran escala porque no había la tecnología ni las herramientas. Como no se podía estudiar el código genético en los organismos, lo mejor que como científicos podíamos hacer era basarnos en la forma de las plantas y sus patrones de distribución en la geografía. Pero a medida comenzamos a producir más líneas de evidencia como lo es el código genético, nos dimos cuenta que clasificar especies solo con base en formas es muy complejo y que diferentes morfologías no necesariamente reflejan diferentes especies. En el caso de la coca, el tamaño de las hojas puede ser un carácter que varía mucho dependiendo de la condición en que crezca la planta.

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¿Y tener el nombre equivocado sí es relevante o no?

Si. Es muy difícil entender lo que no podemos nombrar, mucho menos conservar lo que no podemos entender. En mi opinión, si queremos ayudar a desmitificar la planta de coca de su imagen negativa asociada a la cocaína, y desarrollar programas de bioprospección, necesitamos entender cómo clasificar las plantas de coca mejor. Es posible que estemos clasificando como coca cultivada (es decir, la que es considerada ilegal en algunos países) una planta que no lo es y que podría traernos beneficios medicinales o que podría ser útil para la bioeconomía.

¿Fue fácil hacer esa clasificación?

No. Casi nadie sabe, pero la coca va más allá de las especies cultivadas. Estamos hablando de un grupo muy grande de plantas, de 270 especies distribuidas en los trópicos. Casi nadie sabe eso porque cuando la gente habla de coca, lo primero que piensa es en cocaína. De todas las 270 especies que se han estudiado, las únicas que producen el compuesto químico que da pie para la cocaína son las dos cocas cultivadas: Erythroxylum novogranatense y Erythroxylum coca.

Otra cosa que se deriva de su investigación es cómo se originaron las especies de coca. Cuéntenos un poco

Sí. Vamos por partes. Dado el uso tan arraigado que hay de la hoja de coca, siempre se hipotetizó de que fue gracias al hombre que, a través de las domesticación, produjo esas cuatro variedades hoy en día cultivadas. Nosotros descubrimos de que probablemente esto no haya sido así. Con base en el estudio genético, vemos que esas variedades probablemente ya existían mucho tiempo atrás, antes de que el hombre llegará a Sudamérica por primera vez hace unos 15.000 años. Las variedades que estudiamos tienen casi unos 500 mil años de existencia. Lo que aún no hemos logrado responder es si esas variedades, cuando se originaron, ya producían la cantidad de alcaloide que tiene hoy en día.

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Otro dato bien interesante: Es muy probable que la planta de coca haya sido el árbol que por primera vez los humanos usaron por sus hojas y por su follaje en Sudamérica después de su llegada. Es decir, árboles hemos usado muchísimos por el tronco, por su fruto, etc., pero esta planta fue la primera por las hojas. Pasó hace 8.000 años. Esto lo sabemos gracias a uno de los registros más antiguos que hay del uso de coca y que data de hace 8.000 años en Perú, donde hay evidencia que las comunidades indígenas en el valle de Nanchoc masticaban la hoja y esta ya tenía un gran significado espiritual y cultural para dichas comunidades.

¿Qué sigue? ¿Cuál es la segunda fase del proyecto?

La segunda fase es producir el mapa genético de la coca (lo que llamamos “genoma”). No solo queremos entender la evolución de esa planta, es decir, cómo se originaron las cocas, o si el sistema de clasificación es sólido en este caso. Lo que queremos ahora es producir la base de datos del código genético más grande y completa de las cocas cultivadas. Esto nos ayudará a posicionar con gran confianza a qué población genética pertenece cada variedad de coca, cuál es su lugar de origen, y si es de origen híbrido o no. Una aplicación práctica sería la identificación con métodos genéticos in-situ de las plantas de coca cultivadas. Es decir, los entes de que realizan verificaciones en campo tendrían la posibilidad de tomar fragmentos de hojas en campo, extraer su ADN y analizar su código genético, y saber en tiempo real qué variedad de coca están encontrando. Otra actividad que queremos desarrollar es ver si el cultivo ilegal ha afectado a plantas de coca que las comunidades indígenas usan.

Cindy A. Morales Castillo

Por Cindy A. Morales Castillo

Periodista con posgrado en Estudios Internacionales. Actualmente es la editora de Colombia+20 de El Espectador y docente de Narrativas Digitales de la Universidad Javeriana.@cinmoralejacmorales@elespectador.com

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