De víctimas a emprendedores

Una asociación de campesinos en Sacramento, un corregimiento de Fundación, Magdalena, demuestra que cuando reciben apoyo para sus proyectos productivos, los desplazados por el conflicto siempre tendrán razones para retornar.

María José París
17 de abril de 2017 - 01:05 a. m.
De víctimas a emprendedores

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Sacramento es un corregimiento del municipio de Fundación (Magdalena) que queda entre los 1.000 y los 1.100 metros sobre el nivel del mar. Es un lugar en donde la sabiduría de la naturaleza se hace evidente en sus paisajes, pero tangible en los servicios ecosistémicos que presta.

El relieve, la hidrografía y la precipitación, sumados a una de las temperaturas promedio más amables del planeta, confluyen con perfección en Sacramento: allí, miles de años de historia geológica han resultado en un territorio fértil, donde es posible criar especies menores, cosechar miel, cultivar fríjoles, cilantro, plátanos, maíz, tomate, cítricos y achiote, pero, sobre todo, café. En otras palabras, Sacramento es un paraíso cafetero de la Sierra Nevada de Santa Marta.

Pero como muchos paraísos en Colombia, esta tierra fue golpeada por el conflicto y sus comunidades tuvieron que renacer de las cenizas. Entre las experiencias de trabajo comunitario que ayudaron a reconstruir el tejido social de esta zona de la Sierra se destaca Asoprodesa, una asociación campesina conformada por personas que fueron víctimas del desplazamiento forzado desde los años 90 hasta la desmovilización paramilitar en 2005.

Esta comunidad perdonó a sus agresores, superó su estado de vulnerabilidad y hoy es una organización campesina sólida y autosuficiente, con el apoyo del programa Somos Rurales del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Ministerio de Trabajo.

Gracias a sus suelos ricos en nitrógeno, se ha podido desarrollar la caficultura orgánica sin necesidad de introducir fertilizantes sintéticos derivados del petróleo. Además, el control de plagas se hace con trampas para la broca y con deshierbe manual, conocimientos adquiridos gracias a las capacitaciones que han recibido del PNUD.

Un pasado duro

Aunque la naturaleza y el entorno fueron generosos con Sacramento, la historia del corregimiento tomó un rumbo muy triste en las últimas décadas del milenio. En los años 80 hubo presencia guerrillera: primero las Farc y luego el Eln. En los años 90 se consolidó el miedo porque llegaron los paramilitares de Jorge 40 y la vida cotidiana comenzó a ser un infierno: en un cerro, la guerrilla; en el otro, los paramilitares, y mientras tanto, los campesinos en el medio.

Con mucho miedo y sin nada en las manos, los habitantes de Sacramento abandonaron las matas de café y de fríjol, las vacas y las mascotas. Comenzó el éxodo. Este corregimiento quedó desolado entre diciembre de 2001 y febrero de 2002, cuando se enfrentaron el bloque Norte y las autodefensas de Hernán Giraldo, pues “el que no se iba, lo mataban”.

Sacramento, otrora paraíso de los campesinos, se convirtió de un momento a otro en un escondite que servía de corredor para movilizarse desde el Magdalena hasta el departamento del Cesar.

Cuando comenzaron los desplazamientos masivos, la mayoría de las cabezas de hogar eran personas analfabetas. Su sabiduría para trabajar la tierra no era suficiente para afrontar la dura realidad de tener que rebuscarse el dinero para sacar comida de las neveras de un supermercado. En Sacramento jamás habían pasado hambre, pero en las ciudades ni siquiera encontraban trabajo. A pesar de lo triste que fue el exilio, muchos jóvenes terminaron el bachillerato, dice Dagoberto Quintero, representante legal de Asoprodesa.

El 15 de abril de 2005 comenzó el retorno a Sacramento. Si bien era una situación humanitaria, no hubo acompañamiento institucional. Bajo la figura de retorno voluntario y apalancados por líderes comunitarios, los campesinos regresaron desde Valledupar, Barranquilla y Santa Marta, ciudades a donde habían huido.

No tenían muchas expectativas, pero la alegría de volver a sus casas los llenó del entusiasmo necesario. Encontraron sus cultivos completamente destruidos. Tocaba empezar de nuevo, pero ahora sin dinero.

Los nuevos empresarios

Durante varios meses buscaron el apoyo de la Alcaldía de Fundación. Casi siempre iban los mayores, que no sabían leer, y les entregaban documentos sin ninguna explicación.

Luego llegaron la Cruz Roja y la Unidad de Víctimas con algunas ayudas. Así empezaron a cultivar de nuevo, pero con un temor en particular: no sabían dónde vender las cosechas, las vías habían sido destruidas, todo era muy diferente ahora.

Para averiguar sobre los puntos de acopio tocaba seguir bajando con frecuencia a la Alcaldía municipal. En esas visitas, los hijos de los campesinos, que tenían entre 20 y 30 años y que sabían leer, comenzaron a revisar los documentos y a preguntar más.

“Comprendimos que era hora de trabajar. De emprender un liderazgo en beneficio de la comunidad. Desde el 2012 comenzamos a reunirnos y a hablar de temas relacionados con las ayudas humanitarias y empezamos a preguntar. Ahí nos dimos cuenta de que era mejor trabajar unidos que ir a solicitar ayuda de manera individual”, dijo un líder de la región.

A partir del 2013, a través de la Unidad de Consolidación Territorial, llegó a Sacramento el primer proyecto productivo. Les aconsejaron convertir la Junta de Acción Comunal, que había sido creada en los años 60, en una asociación. Les explicaron que los apoyos que vendrían requerirían la figura jurídica de la asociación.

Reunieron la documentación, redactaron el acta de inicio, se registraron, y el 20 de mayo de 2013 constituyeron legalmente la Asociación de Productores de Sacramento, Asoprodesa, que en sus inicios reunía a los productores de café y miel.

Somos Rurales

Un año después de conformada Asoprodesa llegó Somos Rurales: Empleo y emprendimiento para familias víctimas del conflicto armado, un proyecto que se propuso diseñar e implementar una ruta para la generación de empleo rural con el fin de apoyar el autosostenimiento y la estabilización de familias víctimas del conflicto armado.

La coyuntura de Sacramento cabía perfectamente en los parámetros misionales de este programa cofinanciado por el PNUD y el Ministerio del Trabajo. Además, el corregimiento ya contaba con una asociación campesina legalmente constituida.

Tras la identificación de negocios inclusivos locales, el apoyo institucional se dirigió a los procedimientos poscosecha de café y de miel. Los miembros de Asoprodesa recibieron materiales para mejorar el patio de secado, los beneficiaderos, los canalones y el tanque de lavado. También se les entregó una dotación de herramientas, como machetes, limas, azadones, máquinas despulpadoras, motores y fumigadoras.

La capacitación ha sido uno los elementos que han hecho a estos campesinos más competitivos en el mercado nacional del café, pues han recibido asistencia técnica personalizada en cada una de las unidades productivas. Agrónomos han revisado los cultivos y les han dado recomendaciones para mejorarlos y lograr cafés de especialidad, con tazas de perfil alto.

Además de todos estos apoyos individuales, lograron tener su propia sede. Los cuatro años de presencia del PNUD en el territorio les han permitido avanzar en los procesos productivos, pero también en los psicosociales.

Asoprodesa ha empezado a asumir unas responsabilidades adicionales con su comunidad. Por ejemplo, tienen un grupo de mujeres con el que trabajan temas relacionados al embarazo de adolescentes y el proyecto de vida de las siguientes generaciones.

También han comenzado a acompañar el proceso de asociatividad de otros grupos, por ejemplo, el de los pequeños ganaderos.

El apoyo institucional de Somos Rurales ha sido fundamental para superar el umbral de vulnerabilidad como víctimas y poder desarrollar su potencial como empresarios asociados. Hoy están vendiendo el café y la miel en su sede y no necesitan bajar hasta el casco urbano de Fundación, a dos horas de recorrido en moto.

La Red Ecolsierra también ha acompañado su proceso. Les ha mostrado el funcionamiento y los requisitos de la agricultura limpia y además los ha capacitado en la certificación orgánica: 46 unidades productivas, de las 130 de Asoprodesa, están certificadas como productores de café orgánico.

El desarrollo sostenible es también una responsabilidad de la sociedad civil, y Asoprodesa es un ejemplo de cómo, con el apoyo institucional efectivo, las asociaciones campesinas de los municipios focalizados para el posconflicto pueden superar la vulnerabilidad y construir estrategias de desarrollo sostenible acordes a las particularidades de cada entidad territorial.

Por María José París

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