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Desminado inconcluso

Un año después de iniciado el desminado en 14.000 metros cuadrados, acordado por el Gobierno y las Farc en La Habana, los habitantes de Briceño (Antioquia), aseguran que no es una zona libre de minas y que el riesgo persiste. Piden que se les hable con la verdad.

MarY Luz Avendaño
23 de julio de 2016 - 10:01 p. m.
“Pastor Alape”, de las Farc, estuvo en noviembre de 2015 en El Orejón verificando las labores de desminado. / EFE
“Pastor Alape”, de las Farc, estuvo en noviembre de 2015 en El Orejón verificando las labores de desminado. / EFE

Ha transcurrido un año desde que arribó a la vereda El Orejón, en Briceño, el helicóptero de la Cruz Roja con la comisión de las Farc integrada por alias Olmedo Ruiz, jefe político del frente 36, que opera en esa zona del norte de Antioquia; alias Pecueco, explosivista de esa guerrilla, y alias Cristina. Allí se encontraron con funcionarios de la Dirección Contra Minas del Gobierno, encabezados por su director, el general (r) Rafael Colón, y con los delegados en Colombia de la ONG Ayuda Popular Noruega. Juntos conformaron el equipo encargado de iniciar el plan piloto de desminado humanitario, convenido desde La Habana por las delegaciones de paz del Gobierno y las Farc.

Las cifras dicen que más de la mitad de los municipios de Colombia tiene campos con minas antipersonal, artefactos que han causado más de 11.000 víctimas entre muertos y heridos desde 1990, siendo el segundo país del mundo más afectado por este problema, después de Afganistán. Y la historia reciente de Briceño y su zona rural ha sido la de territorio de guerra, no solo entre Estado e insurgencia, sino también con los paramilitares. Así como los frentes 36 y 18 de las Farc extendieron su influencia en la región, el llamado Bloque Mineros de las Autodefensas hizo lo propio. Y la mayoría de víctimas la puso la población civil.

En noviembre del año pasado se hizo un primer corte y se anunció que las labores de desminado se suspenderían y que los 14.000 metros cuadrados intervenidos en esa primera etapa ya estaban libres. Fabio Muñoz, líder del Movimiento por la Defensa de los Territorios Ríos Vivos, cuenta que se dijo que habían quedado limpios los sectores Chirí 1 y 2, La Guinea y Alto Capitán. Sin embargo, hace unos días un nuevo hecho encendió las alarmas. “Nosotros advertimos que faltaban unas partes, una que no se habían tocado. Quedaron ahí y apenas esta semana desactivaron un artefacto en Alto Capitán, donde ya habían intervenido. Eso quiere decir que no se ha terminado”, explicó Muñoz.

En efecto, esa zona de Alto Capitán había sido entregada como “limpia de minas antipersonal” después de haber desactivado 13 artefactos explosivos. En esa fecha, en todo El Orejón se habían detectado 33 de ellos, de ahí el reclamo de los campesinos: “Lo que se desminó no da confianza, Alto Capitán estaba desminado supuestamente y la semana pasada encontraron una mina, ¿entonces cómo va a caminar uno tranquilo si es un peligro?”, manifiesta Hernando Moreno, uno de lo habitantes de la zona.

A esto se suma el incidente ocurrido en enero de este año, cuando una vaca murió al pisar uno de esos explosivos en un sector que presuntamente ya estaba limpio. “Nadie se atreve a entrar, seguimos con la misma desconfianza y esta es la hora en que no nos han dicho nada de qué fue lo que pasó, ni las Farc ni el Gobierno. No hay resultados de ningún estudio que diga si fue que volvieron a minar o quedó mal hecho el desminado. Hay algo que falta y no sabemos qué es”, agrega Fabio Muñoz.

Rafael Pardo, alto consejero presidencial para el Posconflicto, aseguró que están revisando la situación: “Esa zona del desminado no ha sido entregada como área libre de minas, o sea, ha habido un proceso, y un proceso importante, pero se está haciendo toda la verificación para que se pueda decir que está libre y que no hay peligro”, expresa. Por eso, aunque en un principio el haberse convertido en sede del plan piloto de desminado trajo esperanza a todo el corregimiento Pueblo Nuevo, donde se ubica la vereda El Orejón, hoy existe también mucho temor.

Los campesinos reclaman que se incluyan otras zonas cercanas, pues para ellos es casi imposible transitar por allí. Hernando Moreno explica que falta desde el Alto del Oso y Berlín, hasta Buenavista, otros de los corregimientos y veredas que no fueron intervenidos. “La recomendación es que uno coja el camino y no se salga. Hay una zona muy grande en el Alto del Oso que no tiene unos puntos exactos, se perdió la historia de cómo fue que colocaron los explosivos y eso está pegado a El Orejón. Y dijeron que solo van a hacer una señalización, eso es lo único que salva. Es una región muy alta, muy grande”, explica Muñoz.

La desconfianza es la constante, nadie se atreve a transitar por esos lugares que supuestamente estaban desminados. Y menos si es de noche. La comunidad lo que pide hoy —un año después de iniciado el proceso— es claridad sobre lo que ha pasado en sus tierras, si los artefactos encontrados y que han explotado eran viejos o si los grupos armados ilegales están volviendo a sembrar. “Esa es la verdad que nosotros queremos que digan, que esto no está desminado todavía. Falta mucho en El Orejón y falta todavía otra parte que no se sabe, porque los que pusieron las minas ya no están en la región o se murieron y se quedaron con esa información. La única verdad es que no sabemos qué pasó y qué está pasando. Los campesinos seguimos en riesgo”, señala Rubiela Pérez.

Dicen que mientras en otras regiones del país hay una mina cada 300 metros cuadrados, en El Orejón hay una cada 12 metros cuadrados. Cuando se hizo ese primer corte en noviembre de 2015, estuvo Pastor Alape, uno de los negociadores de las Farc en La Habana. “El gran mensaje es que hay combatientes que estuvieron enfrentados y hoy están trabajando juntos. Eso demuestra que sí es posible la reconciliación”, manifestó. Hoy, en El Orejón reina la incertidumbre y sus habitantes solo piden que se les cumpla en lo del desminado y también en las inversiones y en los proyectos agrícolas que el Gobierno se comprometió a impulsar en la región, dentro de su discurso de consolidación de la paz.

Por MarY Luz Avendaño

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