Aureliano ha tenido varios nombres y varias vidas. Fue Víctor Cubides, un estudiante de sociología de la Universidad Nacional de Bogotá, luego profesor titular en la Universidad de Antioquia en aquella Medellín convulsa de los setenta y ochenta. En vísperas de los noventa fue Pablo Tejada en los bosques que rodean a Casa Verde en el Meta, durante los acercamientos de paz que sostuvo la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar con el gobierno de Virgilio Barco, donde participó también el ELN.
Fue y es todavía Aureliano Carbonell, como él prefiere que lo llamen. Aureliano por ese coronel derrotado de la novela Cien años de soledad, Carbonell por el patriota que levantó al pueblo bogotano en la insurrección del 20 julio de 1810.
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En su trayectoria figuran más de cuatro décadas de militancia en el Ejército de Liberación Nacional y también una condena de la Corte Suprema como reo ausente por la masacre de Machuca, hecho que dejó más de ochenta muertos en esa población del nordeste antioqueño, después que la guerrilla dinamitara un oleoducto cercano que incendió el caserío.
Cerca de cumplir setenta años, Carbonell cuenta en entrevista con Colombia+20 que ya no reconoce esa Bogotá a la cual no venía hace tres décadas y donde llegó en la tarde del lunes 31 de julio, en un vuelo charter procedente de La Habana, Cuba, para asistir al acto de instalación del cese bilateral al fuego entre el ELN y el gobierno colombiano. Se espera que dicho evento vaya acompañado por el inicio formal del Comité Nacional de Participación, la instancia que fue acordada entre ambas partes para canalizar las propuestas de paz y transformaciones de la sociedad civil dentro del proceso con el ELN.
¿Cómo ven la instalación del Comité Nacional de Participación el 3 de agosto?
Vemos con mucho optimismo, pero también nos alegra que se pueda desarrollar un proceso de participación de la sociedad para la paz de Colombia. Es particular que la sociedad sea la que tenga la palabra, no es una negociación entre el ELN y el Gobierno. No nos sentimos como los representantes de esta sociedad, luchamos, pero la sociedad es la que tiene la palabra. El 3 se abre el proceso en la fase de diseño, es la misma sociedad la que va a decir cómo puede ser ese proceso de participación. Todo el 2024 y parte del 2025 estaremos en el proceso de participación, esperamos que sea de mucha fuerza.
¿Cree que la ciudadanía sí participará de los encuentros? Para la gente es incoherente lo que pasa en la mesa con lo que pasa en los territorios, donde sigue habiendo actos violentos del ELN…
Ese es un reto, no para el ELN, no para la mesa: es un reto para Colombia, si se abre una posibilidad de participación y se le echa mano. Lógico, habrá que hacer mucha pedagogía, mucha difusión. Este proceso lo que busca es generar otra realidad en Colombia y en los territorios, por lo que hemos captado sí vemos que en los territorios hay entusiasmo. El proceso se ha planteado incorporar los componentes humanitarios desde un principio, eso se ha empezado a experimentar, esperamos que se pueda seguir desarrollando, es algo positivo.
Lo que se ha acordado plantea que parte de la delegación del ELN se quede en Colombia, ¿ya saben quiénes serán?
Esa chiva no se las puedo dar, todavía no lo sabemos.
Nos confirmaron que por parte de ustedes Bernardo Téllez y Gustavo Martínez quedaron en el Mecanismo de Monitoreo y Verificación del cese al fuego, tendrán que estar en Colombia…
Eso no está tan resuelto. Tenemos que mirar, pero obviamente sí van a estar unos compañeros, quizá nos vamos a rotar. Es obligatorio que tanto en lo del cese como en lo de participación haya compañeros, no necesariamente los que queden desde un principio serán siempre los mismos.
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¿Se quedarían desde el jueves 3 de agosto?
Sí. Hay una cuestión, en Caracas empieza otro ciclo de negociación el 14 de agosto, pero en principio la idea que tenemos es que aquí sí se quedarían unos compañeros, así sean poquitos, es obligatorio.
Cuando apenas arrancaba este proceso usted dijo a la Revista Raya que el ELN era una consecuencia de los problemas de este país, no la causa. Colocar bombas, ejecutar emboscadas y secuestros equivale a hacerle oposición al primer Gobierno de izquierda de este país, ¿no cree que de pronto sí sean parte del problema?
Hemos iniciado un proceso de paz, eso es tremendamente valioso y significativo: estamos buscando que Colombia tenga nuevos rumbos en un contexto de paz. Sí ustedes miran los acuerdos hay un nivel de encuentro entre el Gobierno y el ELN, este proceso de participación es porque Colombia hoy tiene una nueva realidad, de resto no sería factible que se intentara. Por eso estamos buscando otras salidas, pero Colombia todavía tiene grandes dificultades, grandes problemas, que los está enfrentando este Gobierno, miren el calvario para la reforma a la salud y las otras reformas. Nosotros surgimos por un contexto global y si ese contexto va cambiando vamos a desaparecer, entraremos a ser una cuestión distinta.
¿En 59 años de historia del ELN no ha cambiado ese contexto?
Por primera vez en la historia de Colombia, a diferencia de otros países del continente, entra un gobierno distinto. Y miren todas las dificultades que hay. Pero por eso estamos aquí.
Con Duque el tono del ELN fue conciliador: decían que había que hablar, parar el conflicto. Petro les ofreció un cese de entrada el 31 de diciembre de 2022 y el ELN, que siempre lo había pedido, se negó. Luego se demoraron 7 meses en concretar. ¿No hubo un error en la lectura política de los tiempos y circunstancias del país?
Ustedes se han dado cuenta de lo que ha sido la construcción de este cese: tiene mecanismos de control, de veeduría, está la ONU, está la iglesia, hay doce protocolos. No se construye de la noche a la mañana, esa es la garantía para que tenga éxito, si no hay mecanismos y controles no fuciona. Miren lo que ha pasado con el Estado Mayor Central de las FARC en el sur del país: hubo un problema, miren lo que acabó de pasar en Arauca [con un carro bomba atribuído a la disidencia]. Nosotros esperamos que este cese sea algo fuerte, tendrá problemas pero tiene unos mecanismos de control que son muy importantes. En un proceso de paz hay dos partes y no es una sola parte la que decide, esa es la regla de oro, no es que uno decide unilateralmente. Con Santos fue lo mismo: construimos un proceso de dos partes.
Sí en esos encuentros de participación que se vienen usted se encontrara con una persona que lo interrogue por hechos recientes como el atentado a la estación de Policía de Bucaramanga o el secuestro de una sargento con sus hijos en Arauca, ¿qué le respondería?
Eso va a pasar y estamos dispuestos a mirar las cosas. Es lo que queremos que cambie, queremos crear otro clima. Lo de la sargento fue algo muy accidental y nos demoramos en aclarar la situación, ustedes vieron el comunicado. Eso es lo que queremos cambiar, las cosas de la guerra son a veces muy duras y muy complejas, ustedes miran para un lado pero hay que mirar para todos los lados.
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En la historia política de este país hay procesos anteriores de participación de la izquierda que fueron exterminados, es el caso de la Unión Patriótica o de A Luchar, un movimiento cercano ustedes. Ahora con el Comité Nacional de Participación emergen liderazgos, organizaciones y movimientos que van a ser señalados de cercanía con la insurgencia, ¿han pensado en esos riesgos?
Sí, claro. Pero es un momento histórico y hay que jugársela. Estos procesos implican arriesgar y hay momentos en que coronan y otros en donde no logran coronar, esas son las luchas. El levantamiento de los comuneros lo intentó, pero después no pudo. Nos la vamos a jugar en ese sentido.
Le recordamos lo que nos dijo desde el Gobierno el almirante (r) Orlando Romero la semana pasada: que esto se va tornando en un proceso irreversible, ¿comparte esa opinión?
Yo creo que es prematuro. Vamos a ver la participación de la sociedad, eso es algo vital, pero nadie ha garantizado que este Gobierno va a poder. Incluso se estuvo hablando del golpe blando, porque el problema va más allá del Gobierno, son los poderes que han existido siempre y controlan lo básico del país. El Gobierno tiene la parte ejecutiva, pero miren la situación del Congreso, el Fiscal, la rama Judicial, la Procuradora, cómo ponen zancadillas, van atravesándose a todo. Miren los poderes económicos, no quiero mencionar nombres, pero son muy poderosos. Los cambios en este país no van a ser nada fáciles, lograr agrietar toda esa estructura de dominación histórica no es fácil. Estamos dándole con todo, pero vamos a ver…
Y si al final logran superar todos esos obstáculos, pero no se pueden hacer todas las reformas que plantean en su agenda, ¿con qué quedarían satisfechos?
Con que no se siga matando a los que tienen otra opinión distinta en este país. Ese ha sido un problema de gran trascendencia, miren el fenómeno paramilitar. A eso aspiramos, a contribuir a enrumbar esto de otra manera.
Con tantos años en la clandestinidad y en la guerra, ¿qué heridas tiene usted?
Muchas, compañeros que han muerto, que han sido asesinados. El problema de la clandestinidad implica una separación de la familia, eso es un gran vacío. El que no se puedan tener realizaciones como seguir estudiando o tener otras condiciones. Pero hay una gratificación, uno siente que está tratando de construir algo, y en este momento eso se da con mayor intensidad y con mayor fuerza.
¿Hay algo de lo que se arrepienta?
De no haber luchado suficientemente.