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Durante las últimas dos semanas, el frente Carlos Patiño, brazo armado de la disidencia de las extintas FARC autodenominada como Estado Mayor Central (EMC), ha desplegado todas sus hostilidades contra la población civil de Argelia, Cauca.
Desde el casco urbano hasta zonas rurales como El Plateado o Los Pinos, esta guerrilla ha confinado, plantado minas antipersonal, desplazado y reclutado forzosamente a menores de edad que encuentran en condiciones vulnerables. Justamente el alto riesgo para los niños, las niñas y los adolescentes es lo que hace que hoy el municipio del sur de Cauca viva uno de sus momentos más difíciles y tensos, según testimonios de los pobladores.
Carlos*, líder social de la zona, ha denunciado por meses que el reclutamiento forzado llegó a Argelia en forma en los últimos meses y que ha venido acompañado de duros hechos de violencia que, dice, son muestra como de una represalia, como si la guerrilla tuviera algún pendiente o venganza con los civiles y quisiera cobrársela.
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“En los diálogos de la Junta de Acción Comunal nos preocupaban mucho los reclutamientos que se reportaban en Patía. Allí el Carlos Patiño llegaba y se llevaba a los muchachos para que estuvieran en Caldono, en el mismo Patía, en Balboa o en Argelia. Ahora nos pasa lo mismo aquí. Se quieren llevar a los muchachos, amenazan en los colegios y tienen asustados a todos los maestros”, asegura el líder, quien por seguridad vive en Popayán y habla con este diario desde hace un par de meses.
No pueden ir a las escuelas
La Comisión Intereclesial de Justicia y Paz fue la primera instancia que denunció la situación humanitaria de Argelia este mes. El pasado 7 de septiembre emitieron una alerta que hasta ahora no ha sido atendida por las autoridades en Cauca.
Esa organización y medios regionales señalaron que desde el 23 de agosto de 2023 más de 250 personas fueron desplazadas de las zonas de Hueco Lindo, Pinche, Pepinal, Buenavista y Los Pinos. Desde inicios de mes la Secretaría de Educación Departamental dio la directriz de suspender clases en las escuelas en caso de ser necesario por los enfrentamientos. Sin embargo, cuando han cesado y se ha intentado que los niños vuelvan a la escuela, esa disidencia también lo impide.
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Con la autorización de sus papás, Colombia+20 habló por teléfono con Juan Manuel*, un niño de 10 años que vive en la vereda Los Pinos, zona rural del corregimiento de Puerto Rico, en las periferias de Argelia. Su relato es el resumen de aprendizajes que la guerra le ha dejado a su corta edad.
“Había caminos para ir a la escuela que estaban cerrados porque unos señores con uniforme habían puesto “quiebrapatas” para que los soldados no entraran al pueblo. La ‘profe’ hablaba con nuestros papás y les decía que no podían seguir las clases hasta que esos señores se fueran de por acá. No se han ido y la escuelita como que está sola. Para nosotros esto es difícil, porque nos gusta estudiar y lo poco que me cuentan en la casa es que son peleas entre señores que nos quieren molestar así no los conozcamos”, cuenta el menor de edad.
“Había caminos para ir a la escuela que estaban cerrados porque unos señores con uniforme habían puesto “quiebrapatas” para que los soldados no entraran al pueblo”.
Juan Manuel*, menor de Argelia.
Por su parte, el padre del niño -quien prefiere por seguridad que su nombre no sea revelado en esta nota periodística- afirma que existe un ‘pico y placa’ para que los niños asistan al colegio y que esa disidencia lleva registros de qué menores van a las escuelas.
“El pasado sábado, con autorización de la guerrilla, salimos por unas cositas a la finca de mi hermano en Balboa. A mi regreso, que no eran ni las 5:00 p.m., unos muchachos uniformados muy jovencitos del Carlos Patiño me dijeron que su jefe, un señor al que le dicen el Mocho, mandó a decir que si seguíamos dando brega se me llevaban a mi hijo y a sus amigos. Que no le fuéramos con maricadas, que no dijéramos nada o nos perjudicaban a la familia. Ya suficiente tenemos con que haya una especia de ‘pico y placa’ para nuestros hijos cuando los dejan ir al colegio. En las disidencias saben qué niños van a estudiar tales días, sabes quiénes les servirían para sus filas. Los cuentan como si fueran cabeza de ganado. Es muy doloroso”, dijo.
Para el niño, ir a su colegio cuando el conflicto no tocaba las puertas de las fincas en Argelia era cuestión de dicha. Una oportunidad que ahora además de serle negada es causante de recuerdos que teme no volverán por un tiempo indefinido.
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“Mi papá me contaba que yo comencé primero de primaria desde la casa por el virus de covid-19. Yo era chiquito y no me acuerdo de todo, pero se podía estudiar. Un día volvimos a la escuela y lo que más me gustaba era llegar en burrito con mi abuelito. Caminábamos bastante, pero llegábamos. Eso pasábamos la trocha de acá bajando la casa y eso me ponía contento cuando veíamos a la ‘profe’. En la escuela se pasa rico”, agrega.
Ahora ni su abuelo ni su papá o sus vecinos de vereda se pueden mover con esa facilidad. Desplazarse por el campo del pueblo es una actividad de alto riesgo, pues las disidencias no solo tienen vigente la amenaza de controlar los pasos que conectan a los corregimientos, sino también de instalar minas antipersonal para restringir el paso del Ejército y de la población.
¿Construir paz en medio de tanta violencia?
Estos hechos ocurren mientras el gobierno de Gustavo Petro y esa disidencia adelantan una negociación de paz que ya tiene incluso nombradas a las delegaciones de las partes. Ayer, por ejemplo, se conoció que el general Danysh Adey Forero será uno de los asesores militares del diálogo.
El proceso con esa disidencia, que agrupa a cerca de 3.000 guerrilleros que no firmaron el Acuerdo de Paz de 2016, va tan adelantado que se espera que el próximo 17 de septiembre se conozca la fecha de instalación de la mesa de diálogos. Se espera que también se reanude el cese al fuego bilateral, que fue cancelado hace cuatro meses cuando esa estructura guerrillera asesinó en Putumayo a cuatro niños indígenas que había reclutado para sus filas.
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Las Juntas de Acción Comunal del El Plateado y Los Pinos afirman que en sus comunidades apoyan esa salida negociada del conflicto con el EMC, pero que esto debe ir acompañado de estrictas muestras de buena voluntad, para que esa negociación tenga legitimidad y apoyo desde las bases sociales.
“Aquí la salida tiene que ser pactada o nos van a acabar a los que nada tenemos que ver. Los campesinos de Argelia no tenemos rencor, pero sí mucho miedo de que esta guerra nos siga acabando. Nuestros hijos están en riesgo y nosotros estamos como carne de cañón si sigue tanta violencia. Apoyamos la paz total, pero de verdad con muestras de buena voluntad. Es difícil, pero crean que siempre el deseo aquí es que Argelia sea por fin un territorio de paz y un lugar en el que no dé miedo crecer. Nuestros niños no merecen menos”, asegura otro líder social desde Argelia.
Durante la última semana de agosto, más de 5.000 personas en Argelia permanecieron confinadas por los enfrentamientos entre la Fuerza Pública y el EMC, según Indepaz. De hecho, una denuncia de Leonardo González Perafán, director del Observatorio de Derechos Humanos de esa entidad y sobrino de uno de los negociadores del Gobierno con esa disidencia, provocó una amenaza del grupo el pasado 25 de agosto.
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El próximo 17 de septiembre será un día clave. En esa jornada, delegados del Gobierno se reunirán con mandos del EMC para trazar una ruta que los lleve a la brevedad posible a una mesa de negociación. La crisis en Argelia, y en general en todo Cauca, será un punto para tratar. Hace unos días las disidencias también robaron el cajero del Banco Agrario de Jambaló.
Juan Manuel finaliza la llamada con una petición: “Señor presidente, ayúdenos a conseguir la paz. No quiero que nada nos pase y quiero volver rápido al colegio. No tenemos nada que ver con esa violencia”.
*Nombre ficticio para proteger a la fuente.