La noche del 4 de enero de 2004, casi 3000 habitantes del corregimiento La Unión Peneya, en Montañita (Caquetá) salieron lo más rápido que pudieron de sus casas. Había un enfrentamiento entre la guerrilla y los paramilitares que tenía bajo amenaza sus vidas. Tuvieron que huir de sus hogares con la ropa que tenían puesta, sin alcanzar a coger sus ahorros de años, ni pertenencias. Fue entonces cuando el corregimiento quedó totalmente deshabitado.
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La presencia de grupos armados ilegales era la constante en La Unión Peneya, que durante años se caracterizó por ser muy próspera. Desde los años 90, el cultivo de la coca se convirtió en la actividad económica más rentable para sus pobladores. Incluso, reemplazó el dinero en efectivo. Pero con la abundancia también llegó la violencia. Las Farc dominaban la región, decidían qué se podía hacer, eran los jueces de los problemas que vivían los pobladores y se convirtieron en la interrupción definitiva a la serenidad de sus días.
Con el tiempo también llegaron los paramilitares para disputarse el control de este territorio fértil y lleno de coca, demasiado útil para su objetivo de producir droga. Los campesinos, que empezaron a conocer sus rutinas, les avisaban a los demás cuando algún “paraco” se acercaba. Todos de inmediato abandonaban sus labores y se escondían en la selva. Los paramilitares, mientras tanto y sin encontrar a nadie, se dedicaban a destruir sus casas o a robarles sus mercancías y comida. Y a quien veían por rondando por ahí, lo asesinaban.
Pasaron tres años desde que huyeron de su tierra. Lo que ocurrió en este corregimiento se convirtió en uno de los mayores desplazamientos forzados que se han presentado en Colombia. Cada familia intentó rehacer su vida en lugares nuevos, desconocidos y en los que muchas veces no fueron bien recibidos. Los habitantes que mantuvieron contacto, que se instalaron juntos en otros territorios, decidieron en 2007 regresar a La Unión Peneya a pesar del miedo y las amenazas.
Las casi 1500 personas que retornaron se encontraron con el pueblo destruido. En vez de desfallecer, decidieron entre todos reconstruirlo y fundarlo de nuevo. Crearon pactos de no agresión y convivencia, y se dedicaron esta vez a cultivar yuca, plátano, panela y a la producción de lácteos. Su unión se fue consolidando a través de actividades culturales, como la banda de música integrada por los niños.
“Un regreso no deseado” es el título de la quinta fábula de ¡De otra manera!, que cuenta la valentía, la fortaleza y el trabajo en equipo de esta comunidad a través de las abejas. En vez de fincas y cultivos, la fábula describe un panal asediado por las avispas y los ácaros, en representación de las guerrillas y paramilitares. A través de estos animales se revive la historia de desplazamiento forzado y retorno de la gente de La Unión Peneya.
“Sentían que ese era su hogar y que si existía una posibilidad de recuperarlo, valía la pena intentarlo. Designaron a algunas abejas para llevar el mensaje de panal en panal y coordinar el regreso. Tenían miedos y dudas, claro, pero las impulsaba la ilusión de dejarlos atrás y recuperar lo que alguna vez les fue arrebatado contra su voluntad. Con el fin de convencer a las que dudaban, una comitiva de abejas viajaría a la zona a verificar que en efecto estuviera libre de avispas y, ojalá, de ácaros también.”
La valentía de la comunidad los hizo merecedores del XI Premio Nacional de Paz en 2009, por ser un ejemplo de búsqueda de paz en el país. Su historia se encuentra recogida en ¡De otra manera!, la colección de ocho fábulas inspiradas en comunidades que lograron superar el conflicto a través de la creación de acuerdos y de espacios de diálogo. Fue creada por ClickArte y Colombia2020, con el apoyo de Pnud, Acnur y la Unión Europea.
Encuentre esta fábula este viernes 26 de octubre en la edición impresa de El Espectador.