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Emotivo encuentro de víctimas del conflicto con el príncipe de Noruega

Velas blancas, claveles, algunas lágrimas y relatos de dolor fueron los ingredientes de esta conversación íntima. Al final, entre abrazos, quedaron mensajes de esperanza y fortaleza. 

Gloria Castrillón
17 de febrero de 2019 - 01:00 p. m.
Alexandra, lideresa de Mampuján, le explica al príncipe de Noruega qué significan los telares para la comunidad de los Montes de María. / Mauricio Enríquez - PNUD
Alexandra, lideresa de Mampuján, le explica al príncipe de Noruega qué significan los telares para la comunidad de los Montes de María. / Mauricio Enríquez - PNUD

El recinto estaba listo desde muy temprano: trece sillas dispuestas en círculo; en el centro, un tapiz elaborado por las mujeres de Mampuján; a un lado, un paquete de velas blancas y en el otro, un amplificador de sonido portátil. El lugar: una sala del segundo piso del Museo Fragmentos, en el barrio La Candelaria de Bogotá. Seis víctimas del conflicto armado esperaban al príncipe de Noruega, Haakon Magnus, embajador de buena voluntad del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), quien hacía un recorrido por el primer piso del Museo. Poco a poco fueron llegando la presidenta de la Jurisdicción Especial para la Paz, Patricia Linares; el presidente de la Comisión de la Verdad, Francisco de Roux, y la directora de la Unidad de Búsqueda de Desaparecidos, Luz Marina Monzón.

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Ellos se sentaron, en sillas intercaladas, con Camilo Umaña, hijo del abogado y defensor de derechos Eduardo Umaña Mendoza, asesinado por los paramilitares y agentes del Estado; Víctor Manuel Cortés, hombre transgénero de Tumaco, quien fue víctima por igual de guerrillas y paramilitares y sufrió violencia sexual y desplazamiento; Gloria Gómez, directora de la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (Asfaddes), quien aún espera el regreso de dos de sus hermanos que están desaparecidos; Alexandra Valdez Tijera, lideresa de Mampuján; Elizabeth Pabón, campesina y lideresa de la Asociación Campesina del Catatumbo, quien también tiene familiares desaparecidos, y Carmen Cecilia Torres, lideresa de Progresar, una fundación que trabaja por las familias de desaparecidos en Cúcuta.

Entre tanto, en la planta baja, el príncipe miraba el piso, algo incrédulo, mientras Doris Salcedo, la creadora del contra monumento le explicaba cómo se habían fundido las 8.994 armas que la exguerrilla de las Farc dejó en su proceso de desarme y cómo un grupo de mujeres víctimas de violencia sexual había moldeado el metal para que se convirtiera en esas láminas que él pisaba.

Todavía impactado por el relato que le hizo la artista, el príncipe se sentó a conversar con las víctimas y los responsables del sistema de justicia transicional. Lo acompañaron el embajador de Noruega, John Petter Opdahl; Martín Santiago, coordinador residente de la ONU en Colombia y Pablo Ruiz, director del PNUD. La primera en hablar fue Alexandra Valdez. “Esta es una tela sobre tela que muestra cómo vivimos en los Montes de María, nuestra relación con la naturaleza, con los animales. Antes, esos telares representaban las masacres, las violaciones, los asesinatos, pero con el Acuerdo de Paz las cosas cambiaron. El que está en esta tela es el nuevo Mampuján”, le explicó al príncipe, quien se detuvo en varios detalles de las telas.

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Luego, cada una de las víctimas contó algo de su historia. Víctor relató que tiene un hijo de doce años, producto de una violación, y que ya perdonó a sus victimarios. Carmen relató cómo su único hijo desapareció en El Escobal, en la zona fronteriza con Venezuela, hace nueve años. “Se me acabaron los sueños, ya no duermo, ya perdí todo lo que podía perder”, le dijo a Haakon mientras le mostraba el rostro de su hijo, estampado en la camiseta blanca que llevaba puesta. Sus lágrimas conmovieron al príncipe y varios de los asistentes lloraron con ella.

Alexandra Valdez contó el horror que vivieron los habitantes de los Montes de María a finales de los años 90 cuando los paramilitares entraron al territorio a sacar de allí a las guerrillas que se asentaron una década atrás. “Entonces, quitaban la luz por las noches, y al otro día aparecían los muertos en la carretera. Teníamos tanto miedo que perdí mi hija a los seis meses de embarazo”. Ella y su comunidad también perdonaron a sus victimarios, los jefes paramilitares conocidos como Juancho Dique y Diego Vecino. “Necesitábamos la paz en nuestros corazones”, explicó.

Gloria Gómez relató cómo crearon Asfaddes, hace 37 años, la primera asociación de familiares de víctimas de desaparición forzada. “Convertimos el dolor en lucha y resistencia”, dijo al recordar que fueron a La Habana a hablar con el Estado y las Farc para que tuvieran en cuenta su propuesta de buscar a los desaparecidos. Camilo le dijo al príncipe que él tenía la misma edad de uno de sus hijos cuando asesinaron a su padre el 18 de abril de 1998 y le recordó que hoy, en el país, se sigue asesinando a líderes de manera sistemática en total impunidad e indefensión. “Muchos hijos van a quedar solos, sin sus padres, sin mañana”. Y dejó en el aire varios interrogantes sobre los enormes retos que tienen las entidades del sistema de justicia, especialmente la Comisión de la Verdad, que tiene un mandato muy ambicioso y un tiempo muy corto para ejecutarlo.

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El turno le llegó a Carmen Cecilia, quien ya conmovida hasta las lágrimas, dijo que no se podía dejar toda la responsabilidad de buscar a los desaparecidos en manos Luz Marina Monzón. “No podemos dejar solos a los de la JEP, tenemos que trabajar todos”, imploró. Recordó que aun hay muchas víctimas que no han obtenido reparación y se quejó ante el príncipe porque el Estado dice que no hay dinero para las víctimas.

Elizabeth Pabón le explicó al monarca que su región, Catatumbo, está en un departamento que ocupa el tercer lugar en áreas cultivadas con coca y es uno de los que está más afectado en cuanto a desplazamiento forzado. “Se escuchan vientos de guerra por la situación de Venezuela, estamos muy preocupados, pero nosotros le seguimos apostando a la paz”, le dijo mirándolo a los ojos.

¿Qué consejo nos darían a todos para trabajar mejor por la reconciliación?, fue la pregunta final del Príncipe Haakon. Hubo varias respuestas coincidentes. La primera fue en torno al miedo que sienten, la segunda fue sobre la enorme desconfianza en las autoridades del Estado y la tercera, encaminada a pedir que no vean a las víctimas con lástima, sino como actores determinantes en la construcción de la paz y en la ayuda a otras personas afectadas por la guerra.  

Después de dos horas de conversación, se repartieron claveles rojos y blancos y, todos de pie, prendieron una vela blanca. El ritual lo dirigió Gloria, quien le pidió a cada uno hablar de lo que significaba esa luz: “un pueblo que busca libertad y verdad”; “la esperanza de que juntos podemos salvar el proceso”; “fortaleza para resistir”; “el fin de la barbarie…”

Luego todos entonaron: “Todavía cantamos, todavía pedimos, todavía soñamos, todavía esperamos...”, la canción de Víctor Heredia que se ha convertido en el himno por la búsqueda de los desaparecidos. El príncipe escuchó en silencio y al ver la emoción que les producía a sus interlocutores el canto, preguntó por la canción. Gloria le explicó la letra y el significado que tenía para todos.

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El príncipe les agradeció por compartir sus historias con él. “Hay mucho sacrificio y dolor, pero al mismo tiempo pienso que aquí se cimenta la esperanza. Ustedes nos muestran que en Colombia hay oportunidad de una mejor sociedad”.

Piden ayuda para proteger el sistema de justicia transicional

Además de explicarle al príncipe de Noruega la labor que cumple cada una de las instituciones que presiden, el padre Francisco de Roux, Patricia Linares y Luz Marina Monzón coincidieron en señalar el duro momento político que atraviesa el país. Señalaron el asesinato de líderes sociales y el recrudecimiento de la violencia como uno de los principales obstáculos para consolidar la paz. También llamaron la atención por los fuertes y constantes ataques que sufren sus instituciones, principalmente la JEP, y le pidieron al miembro de la realeza noruega su ayuda para proteger el sistema de justicia transicional, que está siendo muy golpeado.

A ese pedido se sumaron las víctimas, quienes coincidieron en señalar que falta mucha solidaridad por parte de los colombianos. El príncipe se mostró muy interesado en saber cómo funcionaban las instituciones, preguntó por la forma como se articularían, si tenían el personal y presupuesto suficiente para hacer su labor y tomó nota en unas fichas amarillas de cartulina.

Por Gloria Castrillón

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