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Con la intervención musical de Las Comadres, dirigida por Luz Marina Becerra, ganadora del premio en 2021, se inició este miércoles la ceremonia de entrega del Premio Nacional de Derechos Humanos en su versión 2022, que reconoce cuatro categorías: defensor(a) del año, el defensor(a) con toda una vida de lucha, así como el proceso colectivo de base y la organización acompañante del año. El premio, organizado por Diakonía y Act Iglesia, con el apoyo del gobierno de Suecia.
El director de la Unidad de Restitución de Tierras, Giovanny Yule, declaró antes del evento que el premio “es un reconocimiento fundamental en el marco de lo que hemos sufrido en este país con el conflicto y la violencia, es un reconocimiento a líderes y comunidades que han luchado por los derechos de los ciudadanos”. El propio Yule, ahora en el gobierno, viene de los movimientos sociales e indígenas.
En contexto: Estos son los finalistas al Premio Nacional de Derechos Humanos
La primera intervención estuvo a cargo de José Antequera, director del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá, donde se está realizando la ceremonia. “El país está en una situación de contradicción que hace más evidente la importancia de este premio. La contradicción que significa que estemos en el mayor momento de ilusión con respecto a la posibilidad de que se dé la paz total, la plaz completa en Colombia y que al mismo tengamos una cuenta ezquizofrénica de violaciones a los derechos humanos”, dijo Antequera.
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A su turno, César Grajales, director de Diakonía en Colombia, afirmó que las condiciones del trabajo de los defensores de derechos humanos siguen siendo precarias y que los asesinatos sistemáticas son la prueba de ello. “El premio o no se hace solamente porque enfrenten riesgos o amenazas, el premio al que hemos convocado y organizado las dos entidades con el apoyo de la embajada sueca se hace también para enaltecer los aprendizajes que nos dan los defensores de derechos humanos: la vida va primero que todo, que nadie puede ser tratado como un medio, sino como una finalidad, que todo en este mundo no tiene precio, que no se puede cambiar agua por oro”, afirmó Grajales.
Así mismo, la embajadora de Suecia en Colombia, Helena Storm, afirmó que “defender los derechos humanos ha sido una labor de alto riesgo, estigmatizada y exige mucho compromiso”.
Ana Eggelin, directora internacional de Diakonía saludó a los finalistas reivindicando la importancia de este reconocimiento: “Hoy celebramos sus logros y sus contribuciones para defender los Derechos Humanos en Colombia. Sabemos que llevan a cabo su trabajo con un gran riesgo, pero no se rinden y siguen luchando por la paz y la justicia”.
Un momento conmovedor y especial ocurrió cuando se hizo homenaje a la hermana Yolanda Cerón, la religiosa asesinada en Tumaco en 2001 por orden de los paramilitares, abanderada de la lucha de las comunidades afrocolombianas y la titulación de sus tierras. “¿Quién le dio la orden a Pablo Sevillano de asesinar a Yolanda? ¿Los otros dónde están?”, preguntó Lourdes Cerón, hermana de la religiosa, quien cuestionó que un alto mando militar en Tumaco la hubiera acusado falsamente de ser guerrillera del Eln antes de su asesinato.
“No buscamos represalias contra ellos, sólo queremos conocerlos y decirles de corazón que no sigan repitiendo la misma historia, que no sigan asesinando defensores de derechos humanos y líderes sociales, ni uno más, por favor”, dijo con vehemencia Lourdes Cerón en su discurso.
Las ganadoras
Entre los finalistas de esta edición se encontraban organizaciones como el Consejo Comunitario General del río San Juan (ACADESAN), la Corporación Humanitaria por la Convivencia y la Paz del nordeste antioqueño, el Proceso Colectivo por la Tierra y el Territorio de El Porvenir y la Red Somos Génesis, que se quedó con el premio por su trabajo aglutinando comunidades que resisten a la guerra en territorios con Antioquia, Chocó y Putumayo.
En la categoría de Colectivo Acompañante la organización ganadora fue la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad, un colectivo con más de cien años de trayectoria y con más de 25 años en el país, que apoya procesos de base en las luchas feministas del país. “Quiero reconocer a todas las mujeres que han estado antes y a las que ya no están, sin ellas no hubiera sido posible”, declaró Diana María Salcedo, la integrante de LIMPAL que recibió el premio: “estamos felices de que mujeres como Clemencia Carabalí o Diana Sánchez estén ahora en el gobierno, ustedes nos han enseñado que esto vale la pena vivirlo, construimos la democracia todos los días y rompemos los marcos de lo hegemónico”.
En las nominaciones a defensor o defensora del año estaban Yudeli Mosquera, Luz Nidia Findscué y Luz Estela Romero, quien fue la ganadora por su trabajo con víctimas en la región Caribe. “Estoy recibiendo este enorme reconocimiento en colectivo, con nuestra diáspora de exiliados fuera del país”, declaró Romero en una videollamada desde el País Vasco, “la defensa de los derechos trasciende las fronteras de Colombia. Recibo este premio en nombre de quienes no están”, dijo Romero con la voz quebrada.
También estaban nominadas a la categoría “Toda una vida de lucha” la lideresa afrocolombiana Irma Tulia Escobar, Edilia Mendoza, una dirigente campesina de Santander, y Aura María Díaz de la Asociación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos (ASFADES). La ganadora fue Edilia Mendoza Roa, destacada por más de 30 años de trabajo en el departamento de Santander con la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos. “Este premio es para la mujer campesina”, dijo Mendoza Roa al recibir el reconocimiento, “cuando me dicen que algo no es posible yo me empecino en lo imposible [...] es muy importante construir derecho agrario y en Colombia y vale la pena vivir para servirle a los Derechos Humanos”, concluyó Mendoza Roa.