Los jóvenes del barrio La Gloria, en el municipio de Florencia (Caquetá), se sienten orgullosos del Festival por la Vida y los Derechos Humanos que han impulsado por cuatro años. Julián* es uno de ellos. A sus escasos 14 años, ese muchacho de figura menuda, cabello castaño claro y expresivos ojos marrones tiene un análisis profundo sobre el barrio al que llegó con su familia luego de ser desplazado por la violencia del corregimiento de Santo Domingo, en ese mismo municipio. Quiso participar en el proyecto porque vio que sus amigos que vivían en la etapa más antigua del barrio se sentían apartados de la vida comunitaria y que el arte podría ser una herramienta para cerrar brechas y borrar barreras.
Las brechas se crearon porque los de la Etapa Uno fueron reubicados por una fuerte ola invernal y los de la Etapa Tres fueron beneficiarios de la Ley de Víctimas. Todos llegaron al mismo barrio, pero las casas de las víctimas del conflicto quedaron mejor construidas que las de los afectados por la ola invernal. “Se creó como un especie de ‘playa alta’ y ‘playa baja’ y con eso llegaron otros conflictos”, explica Julián. El muchacho y sus amigos, que ya llevaban un tiempo en talleres de arte con el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur), pensaron que la cultura sería una buena forma de romper esas barreras invisibles.
“Los jóvenes ya estamos cansados de la violencia. Nuestro papel dentro de la comunidad es concientizar a nuestros padres y buscar nuevas maneras de relacionarnos de forma pacífica”, dice. Con esa convicción, este año los jóvenes se pasearon en zancos por las embarradas calles de la zona, con tambores y panderetas para invitar a todos los habitantes a participar de tres días de juegos tradicionales, una colorida caravana de reinas de la tercera edad, reñidos partidos de fútbol y un sabroso sancocho comunitario. Todas las actividades estuvieron acompañadas por las juntas de acción comunal de las dos etapas del barrio, por Pastoral Social y Acnur.
En la versión 2016 del festival, que se celebró del 12 al 16 de octubre, además se hizo un énfasis especial en el cuidado del medio ambiente. Julián y otros 64 jóvenes de seis municipios del Caquetá participaron en una semana de talleres de arte enfocados en investigar y luego expresar problemas como la deforestación y el mal uso de las basuras. Cada participante podía elegir entre fotografía, arte, diseño de modas y música. Julián, por ejemplo, hizo parte del taller de música. Ayudó a componer una canción que hace referencia al cuidado de la pacha mama del Caquetá.
La canción hizo parte de un concierto final, una fusión de música autóctona interpretada por músicos de la región. Los músicos le cantaban al departamento más deforestado de Colombia según la última medición del DANE. De hecho, una de las metas adquiridas por el Gobierno Nacional al año 2020 es que el Caquetá llegue a una tasa de deforestación neta 0. Para alcanzar este objetivo, países como Noruega, Reino Unido y Alemania están dispuestos a inyectarle 100 millones de euros a lo que ellos bautizaron Visión Amazonia.
Concientizar barrios como La Gloria, así como invasiones y asentamientos irregulares, es vital para alcanzar esta ambiciosa meta, porque muchos de ellos están ubicados en las fronteras del municipio, en las zonas de bosques nativos y son una de las comunidades que los impactan de forma más directa. La Gloria es uno de los pocos barrios legales del municipio. El 80 % de las viviendas de Florencia no tienen licencias de construcción. Esto causa problemas de infraestructura y conflictos entre los habitantes. Además, muchas familias que viven en la periferia de la ciudad se ven obligadas a deforestar para construir sus casas, hacer carbón para vender o abrir pastos para sus vacas.
Charlotte Streck es directora del proyecto Sinfonía Trópico, una organización alemana que busca concientizar sobre los problemas ambientales a través del arte y la ciencia. Para ella, explicar los impactos de malas prácticas ambientales por medio del arte es muy eficaz. “Este proceso de paz permitiría que las zonas de la periferia tengan acceso a dinero y cooperación internacional para desarrollarse y es necesario asistir ese progreso para que no se haga a costa del medio ambiente”.
En el caso de La Gloria, el reto era acoplar la metodología a una población directamente impactada por el conflicto, cosa que el colectivo nunca había hecho antes. Camilo Martínez, profesor de música de Sinfonía Trópico, explica que a estos jóvenes les inquieta mucho el uso de la tierra. “El conflicto armado tiene un origen territorial y los muchachos directamente afectados por esa violencia se hacen muchas preguntas sobre el tema”, dice. Una de las más recurrentes es para qué vamos a usar la tierra de ahora en adelante. “Nuestro trabajo es ilustrar, dar ideas y alternativas de sacarle provecho al campo de sin afectar el medio ambiente”, añade.
El cuidado por el medio ambiente y la unidad comunitaria por los que están luchando las 350 familias de La Gloria es un ejemplo para otros barrios vulnerables del municipio. Las familias buscan llenar el vacío que dejó el Gobierno cuando construyó casas de interés social pero no les hizo seguimiento a la convivencia, ls seguridad y proyectos productivos del barrio. Han notado que, más que tener acceso a vivienda y beneficios, trabajar en la convivencia es un tema vital para construir una verdadera paz en lo local y tratar de restablecer las relaciones rotas por la guerra.
Julián recuerda que las peleas entorpecían los avances de la comunidad en objetivos comunes como tener una buena carretera, mejorar el alumbrado público o cuidar a los niños y jóvenes. Cuando empezaron a promover diferentes iniciativas de integración, el barrio se fortaleció. Esta unión les fue muy útil cuando, en 2014, enfrentaron problemas graves por invasiones en los terrenos aledaños, aumento de los robos y el microtráfico de drogas empezó a afectar a los jóvenes. Fue entonces que usaron todo lo que han aprendido para solucionar esos problemas y mejorar su calidad de vida.
La misma comunidad ha identificado las falencias e ideado las formas de solventarlas. Por ejemplo, se dieron cuenta de que la calle que separa las dos etapas del barrio se había convertido en un símbolo de distancia, una barrera invisible, así que juntaron a todos los niños de kínder y pintaron los andenes y postes de luz. También hicieron una exposición de fotografías en las que narraban las características que más les gustaban del barrio en general. Animaron a todos los habitantes a pasar de un lado a otro de lo que ellos bautizaron “La Calle de los Artistas”. Allí también se hicieron juegos para niños y adultos. Todo un proceso de recuperación y apropiación del espacio, los valores y el tejido social a través del arte.
Don Octaviano Soto, presidente de la Junta de Acción Comunal (JAC) de la Etapa 1 del barrio La Gloria, se enorgullece de todo lo que han logrado. “Nosotros vinimos de diferentes zonas del Caquetá y al llegar no sabíamos qué era una cámara de video, cómo hacer un derecho de petición y tampoco conocíamos a fondo los derechos de las víctimas, las mujeres y los niños. Hemos avanzado en el cuidado de las zonas verdes, en tener un alcantarillado y nos integramos como hermanos”, dice.
Otro de los avances que la comunidad señala fue reconocer los conflictos barriales y darles importancia colectiva para así buscarles solución. Yanine Murcia, secretaria de la JAC, explica que “lo bueno de este festival es que es propio de nosotros. Hacemos los juegos que conocemos, elegimos las actividades que van a ayudar al barrio y darles solución a los problemas que todos saben que existen pero a veces decidimos callar. Antes había mucha drogadicción, mucha violencia intrafamiliar, eso ha ido cambiando”.
Los retos que enfrenta la comunidad a futuro son grandes. El que más repiten los miembros de la JAC es lograr que la Alcaldía los acompañe de una forma más comprometida en sus proyectos de construcción de tejido social.
Otro desafío es mejorar la salubridad del barrio. Para eso los líderes están hablando con la Alcaldía para que les pavimente las vías. También hace falta mejorar el sistema de alcantarillado y poner un sistema de tratamiento de aguas residuales para empezar a limpiar una de las dos quebradas que riegan la zona. Pero todavía no se sabe de dónde saldrán los recursos para todos estos proyectos. Según Manuel Espinosa, secretario de Planeación municipal, Florencia es una de las más afectadas por la demora en la implementación del acuerdo de paz con las Farc. “El municipio no tiene un peso más para contratar a personas que acompañen el proceso de reintegración de estas familias a la vida urbana. Necesitamos que el Gobierno nacional nos ayude con eso”. Por su parte, Julián dice que otro desafío es lograr que el barrio sea más activo en torno a sus metas comunes. “La comunidad debe unirse más para hacer jornadas de limpieza, poner canecas de basura y limpiar las dos quebradas que rodean el barrio”, concluye.
*El nombre fue modificado para proteger la identidad del niño.