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Las madres que luchan contra la crisis humanitaria que desataron el ELN y el Frente 33 en Catatumbo

La asociación Madres del Catatumbo fue la primera en pedir que cesara el conflicto que tuvo su punto de quiebre en enero de este año. Son más de 850 integrantes que defienden los derechos de las mujeres, los jóvenes y niños. Esta es su historia.

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Natalia Ortega
12 de diciembre de 2025 - 01:56 a. m.
La Asociación Madres del Catatumbo por la Paz está integrada por más de 850 mujeres.
La Asociación Madres del Catatumbo por la Paz está integrada por más de 850 mujeres.
Foto: Archivo Particular
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—Me van a matar a mi hijo. Tiene 14 años. Me lo van a matar, yo lo tengo escondido. Ayúdeme.

La lideresa del Catatumbo Carmen García sintió la angustia de aquella mujer como si fuera propia; la sintió en el vientre, porque sabía lo que la guerra puede hacerles a quienes paren a sus hijos en un territorio donde los grupos armados han intentado arrasar con todo.

—Dígale que me diga tía y yo lo busco —le respondió Carmen, durante la mesa humanitaria que se realizó en El Tarra en abril de 2019 para pedirle al Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Ejército Popular de Liberación (EPL) que frenaran la guerra. Allí Carmen había escuchado a incontables mujeres hablarle de los dolores que deja el conflicto armado.

Cuando terminó la reunión y pudo identificar al joven amenazado, Carmen le dijo a un amigo que necesitaba llevar a su “sobrino” hasta Tibú. “No lo puedo dejar tirado”, le explicó. En el camino, mientras lo llevaba sobre sus piernas, la lideresa sintió que ese niño era parte de ella. Sintió que era uno de sus hijos que había tenido que dejar por las amenazas de muerte. Sintió que nadie podía quitárselo. Era la promesa que le había hecho a su madre. Al llegar al municipio, Carmen se lo entregó a un sacerdote. “Necesito que me lo cuide”, le dijo.

Después de ese episodio, la lideresa se fue con la sensación de tener que hacer algo. Tantas madres como ella sufriendo, tantos de sus hijos matándose en la guerra. Sus pensamientos encontraron respuestas en una conversación que tuvo con Jhon Freddy Cabrera, entonces promotor social de la diócesis de Tibú, quien le contó sobre la histórica asociación de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, de Argentina, que se dedican a buscar a sus hijos y nietos desaparecidos durante la dictadura en ese país.

En ese momento, Carmen recordó lo que había dicho un firmante del Acuerdo de Paz de 2016: que las mamás tienen poder, que pueden evitar que sus hijos vayan a la guerra. Pensó que solo ellas podían detener la guerra entre el ELN y el EPL, que libraban una disputa por el control de los espacios que habían dejado las FARC.

La conversación entre Carmen y Jhon Freddy se transformó en la idea de crear la Asociación Madres del Catatumbo por la Paz, hoy integrada por más de 850 mujeres de diferentes organizaciones que defienden los derechos de las mujeres, jóvenes y niños de esa región de Norte de Santander. En seis años de trabajo, han logrado rescatar cerca de 400 niños que estaban en riesgo de ser reclutados por los grupos armados.

“Hemos ayudado a las víctimas del conflicto; a hacer documentos para que respeten la vidas de los niños, niñas y adolescentes que se encuentran en peligro y reclutados. También a rechazar los hechos victimizantes del conflicto y a capacitar a las mujeres en salud mental, ya que eso nos ayuda a fortalecer y liberar cagas”, cuenta una de las integrantes de la asociación, quien pidió reservar su nombre.

Si hoy las Madres del Catatumbo son uno de los personajes del año es porque son ellas mismas las que resisten al recrudecimiento de la violencia entre el ELN y el Frente 33 de las disidencias, una guerra que tuvo su punto de quiebre el 16 de enero de 2025 y que dejó más de 65.000 personas desplazadas y cerca de 13.000 confinadas.

Carmen recuerda el día con dolor. “Nosotras fuimos las primeras en reaccionar. Me acuerdo tanto del Puesto de Mando Unificado (PMU): entramos desesperadas porque habían atacado a una familia muy conocida, habían matado a tres hermanos de dos compañeras de Madres del Catatumbo y había uno herido en el puesto de salud de La Gabarra. También había dos secuestrados. Entonces empezamos la búsqueda por tierra, salíamos, caminábamos, hacíamos pronunciamientos, hablábamos con los PMU de Tibú para que agilizaran la búsqueda. Gracias a todo el movimiento, el Ejército pudo rescatar a los dos que estaban secuestrados”.

Los pedidos de auxilio de los jóvenes a las madres se intensificaban a la par del conflicto. Temían ser asesinados y buscaban salir del territorio. Las mujeres organizaron las primeras caravanas hacia Tibú. No había ninguna logística; así que —cuenta Carmen— empezaron a pedir comida en supermercados y almacenes para sostener a los muchachos.

“Al otro día recibimos una denuncia de que se iban a meter donde estaban los jóvenes en Tibú para matar a algunos. Entonces lo que hicimos las madres fue rodearlos y salir hacia Cúcuta. Yo hablé para que se organizara rápido una caravana humanitaria, pero decían que había que hacer un protocolo. ¿Cómo íbamos a esperar un protocolo si muchas teníamos a los hijos ahí? No íbamos a esperar a que nos los mataran”, explica.

En contexto: Viaje al Catatumbo: así se vivió en enero la mayor crisis humanitaria de los últimos tiempos

Llegaron por su cuenta al estadio de Cúcuta, en camiones gestionados por ellas mismas. Varias madres se quedaron allí día y noche. Algunas fueron expulsadas de sus territorios por ayudar en los desplazamientos.

“Fue duro. Todavía en Cúcuta están desplazadas 30 de nuestras 40 lideresas, casi toda la directiva”, dice Carmen.

“No parimos hijos para la guerra”

En el kilómetro 16 de la vía que conecta Tibú con La Gabarra —el mismo lugar donde, el 29 de mayo de 1999, exactamente 20 años antes, 200 paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia cometieron, con lista en mano, la primera masacre del Catatumbo—, las madres de la Asociación dieron a conocer su nombre al mundo.

“Yo le había dicho a Jhon Freddy que hiciéramos un evento que sonara como un ‘boom’, que todos los medios fueran y nos paráramos a decir: ‘Nosotras no vamos a parir un hijo más para la guerra, que paren esta pelea’. Y así lo hicimos, en el mismo lugar donde los paramilitares mataron mujeres y jóvenes. Fueron 37 personas las que asesinaron en esa casa. Yo dije: ‘Aquí mismo nos vamos a levantar las madres del Catatumbo’”.

Jhon Freddy, quien hoy es el único hombre de la asociación de Madres del Catatumbo y hace parte de la Asistencia Técnica, dice que hacer la Cumbre de Madres del Catatumbo en ese lugar fue un acto simbólico. El encuentro se concretó el 26 de mayo de 2019, día de la madre en Norte de Santander y también el cumpleaños número 36 de Carmen.

Frente a medios de comunicación locales e internacionales, miembros de la ONU, la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas y el alcalde de Tibú, Carmen tomó la palabra. “Las madres del Catatumbo no parimos hijas e hijos para la guerra”, sentenció al final de su intervención.

El mensaje retumbó. Madres, jóvenes, hombres empuñaron sus manos y las levantaron, mientras repetían esa frase que se volvió el lema de la asociación. Luego Carmen añadió: “Nosotros somos las mamás de los policías, somos las mamás de los soldados, somos las mamás de los grupos al márgen de la ley, porque a estos muchachos no los trajo una cigüeña, no los trajo ni los hizo una fábrica. Estos muchachos que me están matando hoy aquí son nuestros hijos, son paridos por una hija colombiana”.

Después de aquel día las llamadas a las mujeres de la asociación no cesaron. “Mi hijo está reclutado, a mi hijo se lo quieren llevar”, escuchaba Carmen en las llamadas.

La persecución contra las mujeres también se intensificó. “Como dije que éramos las mamás de los guerrilleros empezaron a llegar órdenes de captura a los hijos mayores de edad que tenían algunas de las compañeras, pero por el otro lado porque dijimos que éramos las mamás de los soldados entonces también nos perseguían por ese lado”.

Algunas de las directivas del territorio tuvieron que salir por amenazas. A Carmen la empezaron a mandar –como tantas veces en su vida– sentencias de muerte. “Sin embargo, yo no me rendí. Yo seguí dando la pelea y aquí seguimos”.

El día que las mujeres se enfrentaron a los paramilitares

La resistencia de las mujeres en Catatumbo llegó mucho antes de que se asociaran bajo un nombre. Ellas, acostumbradas a ver la muerte de frente, se habían resistido históricamente a la presencia de los grupos armados.

Carmen recuerda un episodio que mostró esa entereza. En el 2003, cansadas de la violencia de los paramilitares, las mujeres decidieron cerrar todos los establecimientos.

“Ellos mataban a las muchachas. Entraban a los negocios y no pagaban. Si les cerrábamos los negocios, ellos no tenían dónde comer, dónde tomar cerveza”.

El objetivo era uno, que les llevaran a Salvatore Mancuso y hablar con él de frente y decirle lo que estaba sucediendo en el territorio. Necesitaba que parara a sus hombres.

Cuando a Carmen le preguntan si sintió temor de enfrentarse a los paramilitares, la respuesta sale cortante y resume uno de los efectos de la guerra: “Si no lo hacíamos, ya estábamos muertas en vida”, dice. No hay que añadir más.

Así se convirtió el dolor en refugio

Carmen no recuerda una vida en la que haya conocido la tranquilidad de vivir sin guerra. Esa que le arrebató a su esposo, Javier Leonardo Franco, —ejecutado extrajudicialmente por el Ejército el 30 de enero del 2008— y la alejó durante años de sus hijos mientras intentaba huir de las amenazas por haber denunciado que Franco no era un guerrillero. Solo en 2018 pudo volver a reunirse con ellos: sus cuatro hijos y los dos que adoptó en el camino.

Dos años después recibió una indemnización por el asesinato de su esposo. “Yo les pregunté a mis hijos qué íbamos a hacer. Ellos me dijeron ‘mamá, a usted le gusta ayudar mucho a la gente. Compremos una casa para que usted pueda ayudar a más personas’”, cuenta la lideresa. Así nació el refugio de las Madres del Catatumbo, en la ciudad de Cúcuta.

“Lo más valioso para nosotros es la red de hermandad y solidaridad que hay en cada una de nosotras. Como resilientes que somos la guerra nos ha enseñado a ser fuertes y trabajar de corazón. Cada una de nosotras tiene nuestra propia historia que nos tiene acá ayudando a otras”, explican desde la asociación.

El refugio —y todo el trabajo de las Madres del Catatumbo por la Paz— es lo que Carmen habría querido tener cuando la guerra la alejó de sus hijos. “Es para que otras no pasen por lo que yo pasé: dejar a los hijos en manos de otros, huir, no tener un respaldo. Yo necesitaba a alguien que me dijera: ‘Mire, esta es la ruta, por aquí podemos aliviarla, aquí la acompañamos’”.

Hoy, ellas son escudo y protección. “Tenemos un equipo de mujeres alerta las 24 horas para defender a los niños y jóvenes de nuestro territorio”, dice Carmen y enseguida repite “es que es nuestro territorio”.

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Natalia Ortega

Por Natalia Ortega

Periodista de la Universidad Javeriana. Interesada en temas de género, paz y memoria.@ortegarnatalianortega@elespectador.com

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