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El otro Hay Festival que llegó a los barrios marginados de Cartagena

En un intento de que el festival de las letras no se realice de espaldas al resto de la ciudad, autores invitados llegaron hasta barrios y veredas marginadas para llevar la oferta cultural del encuentro más allá del centro histórico.

Redacción Colombia +20
30 de enero de 2023 - 02:00 a. m.
La escritora colombiana María del Mar Ramón conversó con estudiantes de la escuela del barrio El Pozón sobre su novela “La manada”.  / Fotos: Gustavo Torrijos.
La escritora colombiana María del Mar Ramón conversó con estudiantes de la escuela del barrio El Pozón sobre su novela “La manada”. / Fotos: Gustavo Torrijos.
Foto: GUSTAVO TORRIJOS

Puerto Rey queda a menos de 20 kilómetros del centro histórico de Cartagena, pero no tiene señal de telefonía móvil. Es una vereda del corregimiento de La Boquilla, una de las zonas más turísticas de la ciudad, pero sus calles están sin pavimentar, no tiene alcantarillado y rara vez sus pobladores se asoman al resto de la ciudad. Aunque esté geográficamente cerca, en realidad, Puerto Rey está muy lejos de Cartagena. “¿Acaso el distrito sabe que este pueblo existe?”, escribió una periodista en la prensa local hace un par de años.

El profesor Juan Carlos Castillo es el rector de la escuela de la vereda. Tiene 480 estudiantes matriculados y hace el siguiente diagnóstico sobre la última promoción de 23 alumnos que se graduó de esa institución. De esos, dice, apenas dos van a ingresar a la universidad, otro par van a entrar a estudiar carreras técnicas y uno más a un tecnólogo. “De ahí a que terminen es otra cosa”. Al resto, en su mayoría, explica el profesor, no les quedará de otra sino meterse a mototaxiar: “Conseguirse una moto para rebuscarse dos o tres pesos”.

Mientras el profesor explicaba las condiciones de su escuela y sus estudiantes, en un aula contigua a la institución, en una escena que para la comunidad es inédita, la actriz y escritora negra Indhira Serrano conversaba en un salón abarrotado de niños y niñas y hacía una lectura colectiva de su libro infantil Rosa la crespa, publicado recientemente.

Serrano les hablaba a niños y niñas negras que rozan los 10 años. Entre todos leyeron el libro, que cuenta la historia del indomable cabello crespo de Rosa, que no se deja esconder ni controlar, hasta que ella termina por aceptarlo y amarlo. Pero el libro no es sobre el pelo crespo, les dijo Indhira; es una historia sobre la identidad, el amor propio y el respeto por la diferencia.

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Mientras en el centro de la ciudad ocurrían las conversaciones de la edición número 18 del Hay Festival, a este pueblo de Cartagena llegaba el otro festival, el comunitario, con el que se propone que la literatura y la música que por estos días se toman la ciudad también lleguen a la periferia. Un intento de que el Hay Festival no se haga de espaldas al resto de la ciudad.

Paralelo a las charlas en el Centro de Convenciones (casa del festival), más allá de la Ciudad Amurallada ocurrían otras como las de Serrano, entre los autores invitados al encuentro y niños de la periferia urbana.

Un festival que no sea solo para la élite

Llegar al barrio El Pozón toma casi una hora desde el centro de Cartagena. Probablemente ningún turista haya escuchado alguna vez de ese barrio, pero entre los cartageneros es habitual verlo en titulares de prensa: en las notas judiciales del más reciente homicidio. De hecho, el último reporte del diario El Universal reseña la historia de la familia Dalmus Canencia, en la que dos hermanos fueron asesinados en el barrio apenas con siete meses de diferencia. El último de ellos murió baleado frente a la iglesia Santa Eduviges hace 15 días.

Quizá por eso cobre mayor sentido que la inauguración del Hay Festival comunitario haya sido en la Institución Educativa 14 de Febrero, en el corazón de ese barrio. Hasta la cancha principal de la escuela llegó, el jueves pasado, Patricia Ariza, ministra de Cultura, y las directivas del festival, para afirmar que cuentan con la periferia.

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Ese mismo día, integrantes del grupo musical Pacifican Power —que hizo el concierto de apertura al festival, la primera noche, en el Centro de Convenciones— dieron un taller sobre música del Pacífico a estudiantes de esa escuela, donde les enseñaron sobre el bambuco viejo y el bunde.

Ángela Anzola de Toro, presidenta de la Fundación PLAN, quien trabaja en Colombia por el bienestar de los niños y participa en la organización del festival comunitario, resume el espíritu de esa apuesta: “¿Cómo vamos a tener un festival de cultura, de las artes, que precisamente quiere hablarnos de ese mundo que queremos tener, de lo que nos queremos soñar, y que sea supremamente elitista? Esta es una puerta al resto del mundo, pero no puede ser que esté abierta para unas personas y para otras no”. Y afirma: “¡Qué buena toda la oferta cultural que llega a Cartagena!, pero no puede ser —como pasa muchas veces— que sea solo para la gente del interior. En el Hay Festival la mayoría de las personas no son cartageneras: es la élite bogotana, caleña, de Medellín, pero no de acá”.

A esa misma escuela del barrio El Pozón llegó otra de las autoras invitadas al festival: María del Mar Ramón, escritora colombiana radicada en Buenos Aires. Cerca de tres meses antes, la fundación les había entregado a decenas de estudiantes de 14 a 16 años su novela La manada, que explora la adolescencia de un grupo de muchachos en alguna sociedad de América Latina que termina asesinando a otro joven a golpes.

La autora también conversó con un puñado de estudiantes sobre esa historia, cuya semilla está en el caso que estremeció a Argentina en 2020, de una decena de jugadores de rugby que en una fiesta propinaron una golpiza brutal a un muchacho y terminaron matándolo. Un asesinato en manada.

El tema marcó la conversación con los niños de El Pozón acerca del bullying (matoneo), la construcción de la masculinidad, el abuso sexual, lo prohibido y la educación sexual. Eso, en una escuela en la que, muchas veces, cuando las niñas empiezan a tener la menstruación faltan a estudiar esa semana porque no tienen, entre otros, productos para sobrellevarla.

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No solo los invitados del Hay Festival llegaron hasta esas localidades marginadas, sino que niños que viven allí llegaron al Centro de Convenciones para asistir a varios espacios. Recibieron un taller de reportería por parte de la periodista colombiana experta en conflicto armado Catalina Gómez Ángel, participaron en talleres con las autoras Ángela Peláez, Elisa Guerra y Carmen Alvarado, y compartieron un taller con Hugo Candelario, maestro del Grupo Bahía. La imprenta La Linterna, de Cali, también abrió un espacio con estos niños.

“Mal haría yo en decir que ya está solucionado el problema, porque estamos lejos de saldar esa deuda”, reconoce Ángela Anzola de Toro. “Necesitamos más recursos, más donantes que se comprometan en cómo hacemos para financiar que esto suceda durante todo el año, que sea sostenible en el tiempo; qué bonito el Hay Festival, pero que más bien sea la culminación de un proceso de todo el año”, sostiene.

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