El Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) Antonio Nariño es un terreno de 14 hectáreas, que se ha ido concibiendo como una ciudadela pese a lo quebrado del terreno y lo difícil que ha resultado trabajarlo. A él se accede por una carretera destapada desde Icononzo (Tolima) y el viaje dura entre 45 minutos y una hora, dependiendo del estado de la carretera y el nivel de lluvias. De acuerdo a Nelson Robles, excombatiente de las Farc y habitante del espacio, este terreno no fue la mejor elección, pero fue seleccionado por al menos dos razones: la voluntad política de los gobernantes locales y la apertura de sus habitantes para el recibimiento de la guerrillerada, pues todo indicaba que en Villa Rica – escenario donde en principio se quería construir la entonces Zona Verderal – la gente parecía apoyar poco el proceso de paz, pues allí no se votó favorablemente en el plebiscito realizado para refrendar los acuerdos de paz.
El ETCR está dividido en cuatro zonas, sectores o barrios. El sector uno, denominado Brisas de Paz, se encuentra a la entrada de la “ciudadela”, es el lugar donde está ubicado el hospedaje, la tienda comunitaria, el salón de juegos como billar, rana y canchas de tejo. Carbonel, (zona dos) está ubicada en la parte más alta del terreno y allí está el restaurante, la gallera, un aula mediana que fue denominada Escuela Manuel Marulanda, una especie de parqueadero y es concebida como la zona céntrica del espacio.
En la zona tres, denominada 27 de mayo, está la enfermería, algunos salones, el taller de la cooperativa de confecciones, y un espacio deportivo (canchas); y finalmente, la zona cuatro está situada en la parte más baja del terreno y es la más alejada de la carretera principal. A esta la han denominado 22 de septiembre y en ella además de zonas de viviendas como en los sectores anteriores, se encuentra una casa antigua de la finca, que ha sido adecuada como jardín infantil denominado Montaña Mágica para niños y niñas del espacio y la vereda, también se encuentra un aula múltiple donde se realizan eventos comunitarios, allí además está ubicado el espacio donde se produce la cerveza artesanal “La Roja”. En los alrededores del “caserío” se encuentran las zonas de cultivos y ganadería.
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Sin embargo, este no fue el panorama con el que nos encontramos tres años atrás, cuando visitamos por primera vez el espacio con nuestro equipo de investigación. En aquel entonces, en junio de 2017, se observaba una organización muy precaria, consecuencia de los incumplimientos e improvisación que ya se hacían notar, por parte del gobierno. La zona estaba dispuesta a través de “cambuches” elaborados en madera, polisombra y plástico, que según relatos de excombatientes eran similares a los que se construían durante la guerra. Para este tiempo, no había servicio de agua y luz, excepto en la zona donde se recibían a los visitantes y su acceso era intermitente. Había dos espacios: uno dispuesto para los excombatientes (cambuches colectivos e individuales, espacio para la rancha, un lugar abierto para la formación); y un segundo espacio destinado para la recepción de visitantes (con un salón abierto para reuniones y talleres, divisiones en madera que hacían las veces de hospedaje, cocina y baños).
Ya en la visita de 2018 se evidenciaron cambios significativos. Uno de los líderes del ETCR refiere que se lograron gracias al arduo trabajo con retroexcavadoras que ayudaron a disponer el terreno para el ensamblaje de las casas prefabricadas. Ahora, el trabajo de vivienda está muy adelantado, pese a los incumplimientos del gobierno. La luz funciona con planta eléctrica y se puede ver la estructura compleja para acceder a la energía, al caminar por el territorio se observan postes de luz y en las casas puede verse todo el sistema de electricidad necesario para conectar aparatos e iluminarlas. La planta la encienden a las 7 de la mañana y la apagan a las 11 de la noche.
Los cambios que evidenciamos en las visitas realizadas durante estos tres años, no solamente se hacen notar en la infraestructura y organización del espacio, sino también en las narrativas de los propios excombatientes. En las visitas de 2017 se evidenciaba un arraigo al discurso político producto de la formación previa al desarme y la reincorporación, dentro de los relatos prevalecía su firmeza en la paz y el no retorno a la guerra, había una apertura y disposición tanto de los líderes como de los excombatientes en general a relatar algunas experiencias en la guerra y sus propósitos en el proceso de reincorporación.
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Ya para 2018 no se contaba con la misma apertura por parte de los excombatientes, se mostraban más reservados y si bien es cierto mantenían en su relato la firmeza frente al compromiso con la paz, la reincorporación económica y las dificultades (como los incumplimientos de lo pactado en los acuerdos) centralizaban las conversaciones, como muestra de una de sus mayores preocupaciones, narraban las trabas en el proceso de legalización de las cooperativas y la bancarización como parte de los asuntos que debían asumir en ese entonces. Otra cuestión, era el tránsito y flujo de excombatientes en el espacio: por un lado, el traslado (definitivo o por visita) de los excombatientes a otros lugares de origen o crianza, y por otro, la llegada de los familiares de distintas partes del país, que estaban generando una dinámica mucho más “familiar” desde un modelo convencional (la ubicación por núcleos familiares en cada casa) y modificando ciertas prácticas comunitarias como el ranchar.
En la visita de 2018 también se hablaba del “baby boom” no solo en este, sino en varios de los ETCR en el país, por ello se podía observar un alto porcentaje de mujeres en la última etapa de sus embarazos y una relación permanente con el hospital municipal. Resultado de ello es que ya 107 niños y niñas habitan el espacio, y el número de mujeres en estado de embarazo se ha reducido a siete.
En esta última visita al espacio, realizada en abril de 2019, y con las conversaciones realizadas evidenciamos un quiebre en los relatos. En las conversaciones ya no aparece con la misma fuerza el énfasis en sus experiencias de guerra, los relatos se han desplazado hacia asuntos cotidianos y relativos a la convivencia, sus proyecciones en el ETCR y la articulación con instituciones y organizaciones que han permitido avances en términos educativos (validación del bachillerato), políticos (el fortalecimiento de su organización interna y de militancia en la zona, la formulación de la política pública de igualdad de oportunidades para el municipio), comunitarios (la proyección de un centro de desarrollo integral para los niños y niñas del espacio y la vereda), productivos (acompañamiento a procesos de producción y distribución, donaciones de materia prima); y finalmente, asuntos relativos a la reproducción de la vida (alimentación, crianza de los niños y niñas, construcción de casas, y en general que tienen que ver con la cotidianidad en el Espacio).
En resumen, a poco más de dos años, se resalta un contraste entre la incertidumbre por temas políticos, cambio de gobierno e incumplimiento en los acuerdos y las iniciativas para la reincorporación económica; con el lugar de las cooperativas y los proyectos personales y familiares como la maternidad y la paternidad o el retorno a sus lugares de origen o crianza; y las relaciones con el “afuera” sobre todo en términos políticos y formativos y la reincorporación económica a través del trabajo en las cooperativas, temas centrales en nuestra última visita.
La guerrillerada ha decidido apostarle a la economía solidaria y comunitaria, lo que hace del trabajo un escenario particular. Dentro de los acuerdos pactados entre el gobierno y los excombatientes y el desarrollo de la política de reincorporación, los temas productivos y económicos se asumen como asuntos centrales para la transición y el mantenimiento de los excombatientes a modos de vida y trabajo en la legalidad. Se crea ECOMUN como una figura para garantizar la conformación y despliegue de las cooperativas como estrategias para la reincorporación económica. En el ETCR se han creado tres cooperativas y una asociación.
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La primera es la cooperativa multiactiva de servicios Emprendamos Paz (EMPRENPAZ) que tiene como apuesta el eco-turismo comunitario en la zona y las veredas aledañas; está integrada por 23 afiliados, y en la actualidad da empleo intermitente, especialmente a mujeres de la vereda La Fila. Esta cooperativa funciona a través de la prestación de servicios en el espacio desde cuatro frentes: el Hotel Bello Amanecer, el Restaurante El Sazón de la Montaña, tienda de comidas rápidas El Antojo y la tienda comunitaria Brisas de Paz, los cuales se han ido consolidando en su funcionamiento e infraestructura. Se identifica además del reconocimiento de la cooperativa como una oportunidad de trabajo e ingresos, los avances en su funcionamiento, uno de los excombatientes que se encuentra construyendo su propia vivienda nos compartió que la cooperativa le ha facilitado un préstamo para la compra de materiales, por ser parte de los 17 fundadores.
La segunda organización que conocimos fue la cooperativa textil: Tejer Paz, integrada por 30 personas. El espacio de la cooperativa textil cuenta con seis máquinas de coser nuevas, una fileteadora, una prensa para broches, una máquina de botones y otra de estampado. Estas máquinas las consiguieron con el primer dinero entregado a los excombatientes que fue de dos millones de pesos, pues aún no reciben el dinero para los proyectos productivos que es de 8 millones por persona. De la última visita destacamos: la regularidad en la producción de la cooperativa. Para el año 2018 contaban con un pequeño contrato para abastecer parte de los uniformes de los escoltas de la Unidad Nacional de Protección (UNP), las relaciones externas que se están gestando, particularmente con voluntarios que junto con los excombatientes afiliados y líderes de esta cooperativa han diseñado la marca “Manifiesta – Hecho en Colombia” la cual está siendo divulgada a través de redes como el Facebook; y los aportes que han recibido de donaciones de materia prima para la fabricación de prendas como kimonos y vestidos y cuya producción y venta se compromete directamente con los donantes.
También está la cooperativa agropecuaria COPAGROF donde hay varios proyectos: ganadería, piscicultura, cultivo de caña y Sacha Inchi (de donde se extraen aceites con alta concentración en omegas). Para 2017 asistimos al grado de 40 excombatientes como Técnicos en Gestión Agropecuaria. Este es uno de los pocos proyectos que ya fue aprobado oficialmente y que recibió cinco (5) cabezas de ganado de las cuarenta (40) que esperan tener para el ordeño, ya se está negociando la compra de 27 hectáreas para el trabajo de la ganadería. Sin embargo, en los proyectos no se han logrado avances ya que funcionan en una finca alquilada lo cual no permite las adecuaciones necesarias y tampoco se cuenta con los recursos suficientes.
Una propuesta nueva que nos encontramos en nuestra visita de abril de 2019 fue la Asociación La Roja. Esta asociación ha sido creada para materializar la iniciativa de un voluntario y uno de los líderes políticos del espacio frente a la producción de cerveza artesanal. Teníamos muchas expectativas de conocer su funcionamiento, pues es una de las más recientes iniciativas que ha tenido una amplia acogida por parte de los consumidores de cerveza, especialmente en la capital. Respecto a su producción, sus primeras versiones se dieron de manera artesanal usando ollas, estufas y barriles convencionales. En nuestros recorridos por el Espacio, presenciamos la instalación de una pequeña planta rentada con opción de compra. Para su funcionamiento se tiene proyectado emplear de 3 a 4 personas (afiliados a la asociación), quienes en dos días de trabajo a la semana, podrán producir aproximadamente 1600 litros de cerveza al mes.
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La cerveza se comercializa por varias vías: en el ETCR y en la zona urbana de Icononzo, pero por su costo ($ 5.000) es consumida por visitantes externos; y en Bogotá, se ofrece en dos bares: Lubianka y Café Cinema. Frente a esta cooperativa se destacan dos aspectos: las relaciones económicas que mantienen, para su producción a través de la importación de la malta desde Alemania y el trabajo colectivo realizado para darle nombre y posicionamiento, través de diferentes estrategias de mercadeo como la lanzada en el mes de marzo en homenaje a diferentes mujeres colombianas y latinoamericanas que han protagonizado diferentes luchas sociales.
En este sintético balance -que es el resultado de observaciones, conversaciones y análisis de lo vivido en nuestros trabajos de campo-, queremos visibilizar la voluntad, el compromiso y el empeño con los que los excombatientes han asumido su reincorporación y el trabajo por la paz.
*Directora Grupo Conocimientos e Identidades Culturales - Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos - IESCO. Universidad Central
**Profesora-investigadora. Departamento de Ciencias Sociales. Universidad Central.