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Los relatos de las mujeres indígenas sobre la guerra que las atravesó

En un encuentro convocado por la Comisión de la Verdad, mujeres de distintos pueblos indígenas relataron públicamente las afectaciones que sufrieron en el conflicto armado: violencia sexual, amenazas, asesinatos y desplazamientos. Más de 264.000 mujeres indígenas son víctimas de la guerra en Colombia.

Redacción Colombia +20
26 de noviembre de 2021 - 08:30 p. m.
Este viernes se realizó en el Museo Nacional, en Bogotá, el Encuentro Nacional de Reconocimiento ‘La Verdad de las Mujeres Indígenas: Impactos y Resistencia en el Marco del Conflicto Armado’.
Este viernes se realizó en el Museo Nacional, en Bogotá, el Encuentro Nacional de Reconocimiento ‘La Verdad de las Mujeres Indígenas: Impactos y Resistencia en el Marco del Conflicto Armado’.
Foto: Comisión de la Verdad

Desde un auditorio del Museo Nacional, en Bogotá, las mujeres indígenas de Colombia le dijeron al país, casi gritando por ser escuchadas, cómo la guerra les atravesó la vida y fracturó sus comunidades. En el encuentro de reconocimiento de la verdad de las mujeres indígenas, convocado por la Comisión de la Verdad, testimonio tras testimonio pusieron sobre la mesa las afectaciones que han vivido las 264.578 de sus mujeres que han sido víctimas del conflicto en el país.

Entre los relatos que se escucharon este viernes, muchos de ellos inéditos, resultó desgarrador y conmovedor el de una mujer indígena del pueblo Kichwa, en el Amazonas, víctima de violencia sexual, cuyo testimonio recogido por la Comisión fue dado a conocer en el encuentro. Este es su relato:

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“De niña vivía en una casa con mis padres y mis hermanitos. Era una vida simple. Recuerdo el olor a humo de la cocina y el sabor de los frutos silvestres. Cerca de la casa pasaba una quebrada donde jugábamos, también teníamos una chagra, donde sembrábamos la yuca, el maní y la piña, mientras que los hombres se iban a pescar.

Cuando tenía 13 años llegó la gente mala, que eran la guerrilla de las Farc. Ellos violaron, mataron y secuestraron a varias personas de la comunidad; se llevaban los niños a la fuerza y emborrachaban a las mujeres para violarlas. Desde allí vivimos con temor. La gente mala controlaba el territorio para que nadie más entrara.

Con 16 años me enviaron a hacer un mandado a casa de mi abuela, atravesando la selva solo me acompañaba mi perro. Un hombre desconocido me sorprendió con un golpe en la cabeza y no recuerdo más nada... cuando desperté estaba ensangrentada y golpeada, mis piernas quedaron bañadas en sangre. Regresé a casa temblando y le conté a mis padres, pero solo me creyó mi papá. Con el tiempo mi barriga creció… podrán imaginarse qué hizo ese hombre conmigo. Me di cuenta de que estaba embarazada. Viví con vergüenza y temor, pero trabajé para sacar a mi hija adelante.

Cuatro años después conocí y me enamoré del papá de mis otros hijos. Al principio todo era hermoso y en medio de la confianza le conté lo que me había sucedido. Ese hombre estalló en gritos contra mí, fue allí cuando recibí las humillaciones más duras, desde esa vez me golpeaba constantemente, al igual que mi mamá él me hizo sentir culpable... estuve ocho años llorando en silencio la agonía de mi vida.

Una noche desperté y mi hija no estaba a mi lado, la busqué afuera y lo encontré a él desnudo intentando quitarle a mi hija la cobija. No podía permitir que hicieran con mi hija lo que hicieron conmigo, tomé valor y lo golpeé.

En la Unidad de Víctimas me desahogué, lloré lo que nunca en mi vida había llorado. Antes me mataba la angustia, ahora ya no lo guardo. Lo declaré. Ya no me avergüenza. Las mujeres no tenemos garantías en la sociedad, necesitamos que los hombres nos vean como mujeres, no como objetos sexuales. Mi palabra a las mujeres es invitarlas a denunciar. Al Estado le digo que debe prestarles a las mujeres garantías de no repetición, acompañamiento psicológico, espiritual y económico. Y a las guerrillas de las Farc, que demuestren su arrepentimiento, pero que no sea con esculturas frías como sus terribles acciones. Soy fuerte, porque aprendí a resistir.”

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Junto a su testimonio, se escuchó el de decenas de mujeres indígenas víctimas de distintas violencias. Por ejemplo el de una mujer en Caquetá que salió desplazada embarazada y con un hijo de cuatro años luego de que a su esposo y padre de sus hijos lo asesinaran a tiros. También el de una lideresa del pueblo arhuaco que hace siete meses recibió tres disparos de hombres armados y sobrevivió.

Sus testimonios los contaron públicamente ante la Comisión de la Verdad para que a ninguna otra mujer indígena le vuelva a suceder. Por eso, en el mismo espacio le entregaron a la comisión las recomendaciones que han construido desde las regiones para que esas afectaciones no se repitan.

Una de las encargadas de entregar las recomendaciones fue Leidy Ruviela Pacheco, comisionada por AICO por la Pacha Mama (Movimiento Autoridades Indígenas de Colombia) a la Comisión Nacional de Mujeres Indígenas. Uno de los llamados centrales fue la urgente implementación plena e integral del Acuerdo de Paz, y, en particular, de su capítulo étnico, así como del enfoque de género. Igualmente, la negociación, desmovilización y desmonte de aparatos y grupos armados en las regiones.

Ese esfuerzo debe propender por el fin de todas las hostilidades y amenazas contra lideresas, líderes, médicos y médicas tradicionales, así como sabedoras y autoridades indígenas, que son blanco de los armados en las regiones. Ello, a su vez, debe venir acompañado de la desmilitarización de los territorios indígenas. Para eso, dijo la representante indígena, se debe dar “el reconocimiento pleno de la guardia indígena como la fuerza cuidadora de nuestros territorios”.

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Una de las violencias que más se denunciaron durante el encuentro fue el reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes de los pueblos indígenas y por eso, entre las peticiones se incluyó explícitamente la implementación inmediata de medidas que le pongan fin a esa práctica criminal.

En materia de justicia para ellas, Pacheco sostuvo que deben crearse planes de fortalecimiento del sistema de justicia propia, con perspectiva de género. Además, que se garantice la plena coordinación con la justicia ordinaria y que se les garantice a las mujeres el acceso a la justicia. “Que se conozca la verdad de los crímenes cometidos y se asuman responsabilidades sobre nuestros desaparecidos”, reclamó.

Como una medida concreta para la no repetición, la lideresa indígena planteó la creación de un observatorio de derechos humanos de las mujeres indígenas, que permita monitorear y denunciar las violencias y afectaciones a la integridad de esa población.

Esas recomendaciones las recibió en sus manos la comisionada indígena Patricia Tobón, quien explicó que la Comisión de la Verdad está en este momento en la elaboración del capítulo étnico. “Gran parte del trabajo que ustedes realizaron hará parte de ese capítulo”, afirmó la comisionada. Además, resaltó el valor que tienen los testimonios dados a conocer en el encuentro:

“Lo que ustedes hoy han presentado al país es muy importante, porque existen miradas ideologizadas sobre el conflicto que han justificado a diferentes grupos armados y su accionar hacia las poblaciones en el marco del conflicto”, señaló Tobón.

Los relatos de las mujeres fueron escuchados también por magistradas de la Jurisdicción Especial para la Paz que estuvieron presentes e incluso por la representante en Colombia de ONU Mujeres, Bibiana Aido.

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