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Comunidades del Yarí buscan restaurar corredor del jaguar y Zonas de Reserva Campesina

Cuatro organizaciones campesinas de las sabanas del Yarí, entre Caquetá y Meta, quieren que el Gobierno respalde sus apuestas ambientales y agilice la creación de dos Zonas de Reserva Campesina para que se reconozcan sus derechos sobre esta tierra que habitan hace más de 40 años. Piden que los diálogos con las disidencias continúen para que las instituciones vayan al territorio a cumplir con los compromisos adquiridos.

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Gloria Castrillón Pulido
14 de julio de 2025 - 01:33 p. m.
Reunión de mesa de diálogo del Gobierno con EMBF en el Caguán con organizaciones campesinas para avanzar en transformaciones territoriales.
Reunión de mesa de diálogo del Gobierno con EMBF en el Caguán con organizaciones campesinas para avanzar en transformaciones territoriales.
Foto: Terumoto Fukuda
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Las organizaciones campesinas de los Llanos del Yarí están preocupadas por el estado de letargo por el que atraviesa la mesa de diálogo del gobierno con el Estado Mayor de los Bloques y Frentes, grupo conocido como las disidencias de las FARC, al mando de Calarcá Córdoba.

A la inactividad de la mesa -el último ciclo se realizó en Bogotá en octubre del año pasado- se suma la renuncia del jefe negociador del equipo de Gobierno, Camilo González Posso, quien lideraba, además, los esfuerzos para sacar adelante las transformaciones territoriales en Caquetá, sur del Meta y Guaviare.

“Nadie sabe nada de la mesa”, dice Raúl Ávila, tras bajarse de una moto por la que recorre las trochas que atraviesan la sabana. En medio de un soberbio aguacero, en un caserío llamado Playa Rica, el líder de la Corporación de Trabajadores Campesinos Agropecuarios Ambientales, Corpoayarí, cuenta que los líderes de las juntas de acción comunal le preguntan constantemente por el futuro de esa negociación y del cese al fuego bilateral que fue suspendido por el presidente Gustavo Petro en mayo pasado.

“Al no haber un espacio de diálogo, ni cese al fuego bilateral, pues no hay garantías. Nosotros ya conocemos la historia, ya sabemos qué viene después de que se acaban las mesas, sabemos que se viene un conflicto, una confrontación armada y quienes siempre llevamos la peor parte somos los campesinos quienes vivimos aquí en el territorio”, se lamenta mientras desayunamos y esperamos que pase el aguacero.

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Don Raúl lleva varias semanas recorriendo las 50 veredas que aspiran a conformar la Zona de Reserva Campesina Losada Yari, una antigua reivindicación de estas comunidades, que se incluyó dentro de los planes de transformación territorial que jalona el Gobierno como parte de la agenda de la mesa de diálogo con EMBF.

Se trata de un proceso de consulta con las juntas de acción comunal, que realizan a través de la promotoría campesina, una red de líderes que además de compartir conocimientos en temas ambientales, sociales y productivos se ha convertido en un modelo de gobernanza comunitaria. En medio de esas consultas, don Raúl ha podido recoger el sentimiento de zozobra que se vive en este territorio compartido por los departamentos del Meta y Caquetá.

Hay miedo por el movimiento de tropas del Ejército que, para ellos, abre la posibilidad de enfrentamientos con los guerrilleros. “No es que las tropas no puedan estar aquí, pero si están hay más riesgos”, aclara.

Además de la seguridad, que es un tema prioritario, a los campesinos les asalta el temor de que se frene el proceso de transformaciones territoriales que se venía impulsando desde la mesa. Para ellos es simple, si no hay cese y vuelve la confrontación, las entidades que habían entrado, muchas por primera vez al territorio, no volverán.

La delegación de Gobierno, mientras tanto, se encuentra en una transición tras el cambio en la jefatura del equipo negociador. Hace dos semanas, bajo el nuevo liderazgo de Gloria Quiceno, se realizó una reunión en Paipa, Boyacá, en la que se evaluó el estado de avance de esos planes de transformación territorial.

Allí estuvieron representantes de las diferentes entidades que tienen responsabilidades con estos proyectos. No hay claridad aún sobre la fecha de un posible séptimo ciclo, pero en el Yarí hay mucha expectativa sobre los anuncios oficiales frente al cumplimiento de las promesas hechas a estas comunidades.

Ellos, mientras tanto, siguen adelante con sus consultas, con la recolección de información y, sobre todo, con el esfuerzo para construir los planes de desarrollo ambiental que van a presentar cuando les den vía libre a la ZRC. Además de Corpoayarí, está la Asociación de Pequeños Productores Agropecuarios de la Cristalina del Losada, Asopeproc, creada en 1998.

Estas dos organizaciones que hacen la solicitud de la zona Losada Yarí. A finales del mes de mayo, la Agencia Nacional de Tierras hizo la visita técnica, uno de los muchos pasos que se deben seguir para cumplir con los requisitos. Raúl Ávila insiste en que “la creación de esa zona es una reivindicación pendiente de cumplir por parte del Estado desde 2021, en el acuerdo de Altamira (2021) y se ratificó en el acuerdo que hicimos en Los Pozos (2023)”.

Las agendas ambientales del Yarí

Las organizaciones campesinas de esta región han trabajado hace varios años en una ambiciosa agenda ambiental. Corpoayarí, Asopeproc y la Asociación Empresarial Campesinos del Yarí, Asecady, vienen impulsando desde 2019 varios proyectos e iniciativas que tienen un objetivo común: restaurar el corredor del jaguar, el mítico felino que sigue en la lista de especies en peligro de extinción y que tiene en estas sabanas su hábitat (150 mil hectáreas) para poder transitar entre los parques naturales La Macarena, Tinigua y Chiribiquete.

En 2019 crearon las promotorías campesinas con el apoyo del programa Amazonía Sostenible para la Paz de PNUD, a través de las cuales articulan actividades como crear viveros para propagar especies nativas que les permitan restaurar los territorios deforestados, promover el aprovechamiento de la producción apícola, de frutos no maderables, de la ganadería sostenible, la construcción de acueductos agro familiares y conservación, entre otras.

Con esta forma de liderazgo campesino quieren proteger los entornos afectados por la deforestación que aumentó de manera preocupante luego de la firma del Acuerdo Final. El vivero de la Asociación Ambiental de Mujeres Trabajadoras por el Desarrollo del Yarí, AAMPY, que está ubicado en la vereda Alto Morrocoy es uno de los grandes logros que empezó en 2017 con Amazonía Sostenible y que luego recibió apoyo de la Unión Europea y del Centro Internacional para la Justicia Transicional, ICTJ.

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Esta iniciativa empezó con la idea de que las mujeres salieran al bosque a identificar especies nativas, recolectaran semillas y empezaran a cultivarlas en el vivero. Experimentaron con prácticas agroecológicas para que ellas llevaran a sus hogares esos conocimientos y crearan conciencia sobre la restauración de este territorio que ha sufrido un fuerte impacto por la colonización depredadora, los cultivos de uso ilícito y el acaparamiento de tierras.

Casi siete años después, el vivero ya no solo produce plantas, sino que también educa, conecta generaciones y reconstruye vínculos con la naturaleza. Las mujeres lograron la certificación del vivero y de 163 especies, producen 150 mil plántulas al año, hacen parte de la red de viveros comunitarios de la Amazonía (son 14 espacios similares) y ya están listas para vender servicios ambientales a empresas e instituciones.

Recientemente vincularon a los niños y niñas del Centro Educativo Las Brisas. Jóvenes Protectores de la Naturaleza se llama la iniciativa a la que ya pertenecen varios estudiantes de 8° y 9° que ayudan a limpiar el vivero, mientras aprenden de las especies nativas, practican y aprenden del avistamiento de aves en un sendero ecológico que crearon las mujeres de AAMPY.

Varios de ellos quieren seguir por ese camino de la protección ambiental. En una visita que PNUD y la embajada de Noruega (principal aportante en el apoyo financiero a los proyectos) hicieron al vivero, David Santiago y Tatiana, dos de los alumnos dicen que quieren guiar a turistas nacionales y extranjeros por este sendero para que conozcan su biodiversidad.

Acuerdos intergeneracionales para la conservación

La apuesta de que los liderazgos tradicionales del territorio vinculen a niños y niñas en las iniciativas de protección y restauración es uno de los principales logros de estos años de trabajo. Además del vivero, los alumnos de las instituciones educativas del Yarí (San José de Caquetania, Edén del Tigre) firmaron, en 2019, el Acuerdo Intergeneracional para la Conservación del Jaguar.

Es un documento de ocho puntos que contiene los compromisos que adquirieron para garantizar que el “tigre” como le dicen allá, pueda recorrer las sabanas sin temor a ser cazado, que encuentre suficiente alimento entre la fauna silvestre para que no tenga que cazar los terneros de los campesinos y que pueda convivir en armonía con los seres humanos que entraron a su territorio hace más de cuarenta años.

Para hacer honor al acuerdo, las comunidades crearon ese mismo año el Festival del Jaguar, que celebran cada dos años con actividades artísticas y deportivas y al que invitan a jóvenes y liderazgos campesinos del Caquetá y el Guaviare. Este año se realizará la primera semana de noviembre y los firmantes del pacto quieren que vayan personas de todo el país que quieran conocer el hábitat del felino más grande de América.

Esteban Zamora (padre e hijo) son el fiel reflejo de lo que significa este pacto intergeneracional. Esteban papá llegó hace cuarenta años a las sabanas del Yarí. Es hijo de uno de los colonizadores, que hacha en mano, abrió caminos y fundó fincas. Fue de los que vivió la época en la que sembraban su pancoger, intercambiaban productos y vivían en armonía, pese a que debían recorrer varios días en mula para traer la remesa de San Vicente del Caguán.

También vivió la llegada de los primeros guerrilleros que pisaron ese territorio por allá a finales de los 70. Eran del M-19. Luego llegó un señor llamado Rodrigo Peña que llevó la mata de marihuana y puso a los campesinos a sembrarla. Entonces don Esteban y muchos de sus vecinos aprendieron a hacer pistas clandestinas para cargar la “mercancía”.

Y luego llegaron los narcos a hacer más pistas para tanquear sus avionetas provenientes de Perú con combustible para que siguieran con la pasta de coca hacia Estados Unidos. Y luego llegaron las FARC a sacar a los narcos. Y luego llegaron las operaciones militares para atacar a los unos y a los otros.

Don Esteban cazaba dantas y cajuches para llevar proteína a su mesa y también cazó jaguares cuando se comían sus terneros o los de sus vecinos. Y “tumbó monte”, primero con hacha, y luego con guadaña y motosierra (por encargo de terratenientes). Pero hace unos años entendió que podía cambiar y que debía convertirse en un verdadero guardián de ese ecosistema. Hoy su finca ubicada en La Tunia es uno de los 10 predios que recibió apoyo de PNUD para poder convivir con el jaguar.

Entre otras cosas, se encargaron de que su ganado tuviera agua en la finca y así evitar que, al ir al caño a beber, se expusieran ante el jaguar; también adecuaron corrales especiales para los terneros, vacas a punto de parir y ganado enfermo, protegidos con cercas eléctricas para evitar que los felinos se los coman; pero lo principal fue que empezaron a recuperar corredores alrededor de su finca para que al restaurar el bosque volvieran los animales silvestres que sirven de alimento al “tigre”.

Su hijo Esteban, no solo hizo parte de estas adecuaciones, sino que hace dos meses se convirtió en el secretario de Asecady. Su liderazgo es clave para la conformación de la Zona de Reserva Campesina Yarí Jaguar. Él se acompaña de otros líderes más veteranos para seguir este largo proceso. Ellos están accediendo a capacitación para entender los beneficios que les otorga esa figura de ordenamiento territorial. Su principal pedido al Gobierno es que les brinde más información técnica y los acompañe más de cerca en esta solicitud.

Pero, sobre todo, que les ofrezca una alternativa a cerca de 10 familias de sus veredas que colindan o se traslapan con la ampliación del Parque Natural Chiribiquete. Algunos de sus dirigentes fueron víctimas de la operación Artemisa y sus viviendas fueron destruidas. Ellos reclaman garantías para quedarse allí y convertirse en guardianes del parque.

Jimena Puyana, gerente de Ambiente y Desarrollo Sostenible de PNUD, explica la importancia de las Zonas de Reserva Campesina: “Esta ha sido una iniciativa que las comunidades han reclamado en varios paros y protestas. Lo que ellos buscan es tener unas zonas que ayuden a contener la deforestación. Estamos trabajando con la embajada de Noruega para que los planes de desarrollo sostenible recojan indicadores de protección ambiental, de contención de la deforestación y también indicadores sociales: Para eso se requieren inversiones por parte del Estado”. Y eso es justamente lo que reclaman los campesinos, que la inversión llegue con o sin mesas de negociación con los grupos armados ilegales.

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Gloria Castrillón Pulido

Por Gloria Castrillón Pulido

Periodista con maestría en asuntos internacionales y resolución de conflictos. Ha reporteado temas de política, derechos humanos, conflicto armado y ha cubierto las negociaciones de paz con las Farc, el Eln y las Auc. Consultora en conflicto armado, memoria, género y construcción de paz.@ glocastrigloriacastri@gmail.com

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